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Gremlins (1984): Macabra y divertida navidad





Los años ochenta nos regalaron una comedia negra que tiene lo mismo de tonta como de entretenida, y lo mismo de irreverente como de inolvidable.


A pesar de ser un típico producto de los primeros ochenta, al estilo de los Goonies o Regreso al Futuro, la película está hecha con cierto talento (Joe Dante, Steven Spielberg y Chris Columbus), lo que le ha hecho envejecer medianamente bien.

El filme cuenta la historia de un inventor de pacotilla, que descubre en una vieja tienda china una encantadora criatura, un Mogwai (En el lenguaje Cantonés, significa demonio o duende). 

Decide comprarlo como regalo para su hijo, su anciano dueño se niega, pero su nieto se lo vende a escondidas porque necesitan el dinero, no sin antes prevenirle de que debe cumplir a rajatabla tres reglas básicas.

La primera de las reglas se refiere a que no debe mojarlo con agua, la segunda es que debe evitar que le de la luz del sol porque dicha luz lo mataría y la tercera y más importante es que jamás debe comer después de medianoche.

Ni que decir tiene que las reglas no se cumplirán y enseguida empezarán las complicaciones. 


Al comer después de las doce, el inocente animalito (al que llaman Gizmo), se multiplica y convierte en peligrosas y gamberras criaturas que arrasan con todo lo que pillan. 


Después de zambullirse en una piscina y multiplicarse, cientos de gremlins atemorizarán a todo un pueblo poniendo en jaque a la policía.

Me gusta el lado oscuro de los mogwais cuando se transforman en "gremlins", y se convierten en unos "punkies" gamberros, muy por encima del ñoño Gizmo; hasta el punto de que llegan a robar protagonismo a los actores.

“Gremlins” equilibra muy bien la comedia, el cine infantil o propiamente dicho familiar, con el terror (las fechorías de los monstruos son a la par de macabras, también divertidas, como la secuencia en el cine viendo “Blancanieves” o el acecho del último gremlin en la juguetería).

Es un producto muy bien adornado con la tensión justa, ya que las escenas críticas tratan de no ser demasiado explícitas, una labor muy difícil porque entre tanto bicho criminal hubiera sido fácil sacar alguna escena desagradable.

La película falla en tener un ritmo lento en su introducción que nos ofrece situaciones y momentos de escaso interés, pero por lo demás no hay mucho que objetar. 

El hecho de ambientarla en un pequeño e idílico pueblo en Navidad siempre es un buen recurso como queda demostrado, y su poca iluminación genera el misterio que busca.

Aunque la historia del filme sea bastante plana y escasa de elaboraciones, entretiene porque es fácilmente llevadera, no aburre, y siempre nos mantiene atentos a su dinamismo tan particular.
Porque a día de hoy, podrán invadirnos extraterrestres o mutantes, atacar cocodrilos de dentaduras inmensas, fastidiar serpientes kilométricas o machacarnos con psychokillers de medio pelo, que jamás conseguirán lo que se logró con "Gremlins": 
Atemorizar y divertir premeditadamente a una generación.






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En Compañía de Lobos (1984): Un viaje al “Yo” Lobuno



Una película muy especial, y digo muy especial porque es un largometraje difícil de entender en su concepción global y en los mensajes que desea transmitir.

Se nos presenta la historia de Rosaleen (Sarah Patterson); una jovencita que, mientras duerme en una plácida cama en una lujosa casa, tiene un extraño sueño en el que se ve reflejada su propia familia. Sin embargo, la acción se traslada al siglo XVIII, en una ubicación desconocida pero a la vez onírica, como ya digo, apareciendo ella en el papel de caperucita.

Mientras la historia principal transcurre se van intercalando pequeños relatos, cuentos que le narra su abuela (Angela Lansbury). Estos relatos dotan al film de un planteamiento bastante particular pero muy interesante, ayudan a reflejar los principales mensajes de la película y dan fuerza al ritmo de la misma, sin hacerse esta, monótona. 

Todas estas historias, incrustadas dentro de la trama principal, tienen un denominador común, los lobos.

Y es que el verdadero mensaje lo debemos hallar no en la historia principal sino en estos relatos a los que he aludido: tienen claros mensajes como el paso de la niñez a la adolescencia, la moral tradicional y el recto camino, la obediencia, las falsas apariencias, etc.

Es bien conocido que los cuentos de hadas son mucho más que simples fábulas y que contienen siempre una enseñanza para la vida que los niños han de interiorizar. De inocentes no tienen nada.

Caperucita Roja es una alegoría del tránsito de la infancia a la pubertad, de la pérdida de la inocencia y el despertar a la sexualidad.

Pero la película de Neil Jordan no es una mera versión cinematográfica del cuento, sino que lo reinventa, añadiéndole elementos tomados de otros cuentos y mitos (el más evidente el del hombre lobo). 


Así como añadidos sólo entendibles en el contexto de la modernidad, o tal vez deberíamos decir de la posmodernidad, pues el resultado es un pastiche (tan del gusto posmoderno) en plano estético tanto como en el narrativo.

Desde el punto de vista técnico la película es más que notable. Los escenarios, tenebrosos y mágicos, recrean bastante bien lo que podemos imaginar al leer o escuchar los viejos cuentos de hadas, ese ambiente onírico, surrealista, opresivo y acogedor al mismo tiempo, que cambia según el tono del relato. 

Además posee unos efectos especiales bastante buenos para la época, (bebés humanos de porcelana que nacen de huevos de aves; muñecos de trapo gigantes con vida, y algunas escenas realmente desagradables, siempre protagonizadas por licántropos)

Siempre de niños nuestros mayores nos contaron las historias de Caperucita, Hansel y Gretel y demás gentecilla que se supone servían para que diferenciáramos el bien y el mal. Pero. ¿qué narices? No eran más que cuentos en los que se nos enseñaba a acatar prohibiciones: "No salgas del camino de baldosas amarillas", "No hables con extraños", "Vuelve antes de las 12"... Si no haces todo esto... Puedes morir.

La abuela de Rosaleen, asusta a su nieta con historias de lobos unicejos. Y es que la adolescencia y el despertar sexual pueden ser un bosque caótico y peligroso en muchos sentidos, sobretodo para una adolescente hermosa, frágil y virginal como Rosaleen. 


Pero lo que las abuelas, en su desmesurado candor y benevolencia, no saben es que es tan malo la carencia como el exceso.

Para un adolescente la palabra "prohibido" es sinónimo de "aventura", y en verdad, el adolescente necesita aventuras que le descubran el mundo en todas sus vertientes, para formarse como adulto y desarrollar una personalidad propia.

Es posible que haya detrás de todo una fina ironía y finalmente queda como una fábula algo cruel sobre los riesgos de la inocencia y la dualidad hombre-bestia. 


Lo que critica aquí Neil Jordan es que dejemos de contar historias de este tipo a nuestros hijos o sobrinos, porque realmente no son cuentos infantiles, sino historias gore (como vemos) que nos asustan y nos cohíben de trozos de vida que podríamos haber disfrutado si no hubiésemos conocido a ninguna Caperucita o su abuela.





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Blade Runner (1982): Existencialismo Artificial



Si algo me interesa de la ciencia ficción es la capacidad que tiene para extender el presente y las posibilidades que él contiene hacia lo futurible. Si acaso lo actual guarda algunas líneas aptas para extenderse, entonces, la imaginación humana ha de intentar, en su afán previsor, extenderlas.
Eso hacen los creadores de ciencia ficción, extender las líneas del presente.

A principios del siglo XXI, la Tyrrell Corporation creó unos robots virtualmente idénticos a los humanos, a los que bautizaron con el nombre de "replicantes".

Los replicantes Nexus 6 eran más fuertes y ágiles que los humanos, y tan inteligentes como ellos, eran usados como esclavos en misiones de exploración y reconocimiento de otros planetas.

Tras un motín durante una colonización, los replicantes fueron declarados ilegales en la Tierra. Para hacer cumplir la orden, se creó una brigada policial especial, las unidades de Blade Runner.

Ya en 2019, nos encontramos en la caótica ciudad de los Ángeles, la tierra ha pasado a ser un reducto de personas imposibilitadas, a huir a otros lugares de la galaxia, un reducto controlado por la expansión de la economía asiática.

Deckard (Harrison Ford), un ex-blade Runner, se ve obligado a volver a su antigua profesión, para localizar a unos replicantes fugados de su trabajo en el exterior.

Para ello tendrá que realizar una investigación al más puro estilo de la novela negra en una tierra dominada por la tecnología, el abandono y la podredumbre.
Han pasado casi 30 años de Blade Runner y podemos ya imaginarnos, a ocho años vista del 2.019, donde comienza la historia, si en algo ha logrado prever esta historia.

Más allá de los detalles insignificantes sobre las posibilidades técnicas de la época y la historia que se ha ido tejiendo en el planeta; creo que Blade Runner recoge, mejor de lo que cabía esperar, la situación moral de una época.

Se supo adelantar al espíritu de lo que se acerca: desolación, oscuridad, desesperanza en las posibilidades del género humano.

Es curioso que una pelicula de robots, asesinos y violencia sea capaz de plantear cuestiones sobre el significado de la vida. Su mérito tiene.


Bajo una mirada muy lúcida pero especialmente amarga, esta película presenta al ser humano como desorientado, derrotado, desbordado por un mundo que él mismo había diseñado.

Estamos ante un ser humano que había dejado de ejercer como tal, dependiente de una monstruosa tecnología que habría terminado por devorarlo; un ser humano sin emociones propias que exteriorizar, habituado a la más ignominiosa soledad.

Un ser humano confrontado con la figura del replicante engendrado, que en una perfecta metáfora, termina por revelar la auténtica respuesta ante las cuestiones que desde que el hombre es hombre tanto le han atormentado.


Cuando los sentimientos de un ser artificial son más naturales que los de cualquier humano el concepto de existencia se empieza a estirar hasta el infinito hasta confundir la creación con el creador.

Nuestra propia vida también esta limitada, la única diferencia es que no sabemos con certeza la fecha de caducidad, tras miles de años pidiendo respuestas a nuestro creador.

Los replicantes Nexus simplemente buscan lo mismo, pero ellos si que hallan la respuesta.

La película, por su estética, destaca por ser ella misma. Tiene una atmósfera que atrapa al espectador. Mención especial merece la banda sonora, que está en conexión en todo momento con la escena.

Vale que no es perfecta y que vista con la distancia que da el tiempo, se aprecian mejor sus fallos. Tiene algunos momentos excesivamente lentos que pueden llegar a aburrir, es un poco densa y hay que saber digerirla.
Pero eso no le quita mérito, aunque el argumento no sea tan sólido y genial como el del libro en el que se basa.

Mítica película, que todo amante del cine debería ver, sobre todo por el mensaje profundo que nos deja, de que hay que disfrutar de cada momento de nuestra existencia con intensidad.



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Viaje alucinante al fondo de la mente (1981): Estados mentales alterados




Compleja película sobre la búsqueda del ‘yo’ y de la verdad. Esta película nos invita a deslizarnos en un desconcertante viaje donde nuestro guía serán los alucinógenos.

Eddie Jessup (William Hurt) es un científico ambicioso y obstinado con el pensamiento de que los átomos que componen la psique humana almacenan información a lo largo de los años, y que por lo tanto, si pudiéramos tener acceso a esta información haríamos un espectacular viaje hacia atrás a través de la evolución humana hasta descubrir de dónde venimos.

Esta idea es lo único que le ronda y preocupa en la vida, en contraposición a su mujer (Blair Brown), científica también pero deseosa de sentimientos humanos como el amor, la seguridad y la comprensión.

Para conseguir tener acceso a esa especie de subconsciente común de la especie humana, nuestro protagonista deberá de sumergirse en un tanque de aislamiento y consumir una potente droga alucinadora utilizada por chamanes mejicanos.

El mensaje empírico de la película queda así patente, abogando por la utilización de drogas si es necesario por el bien de la experimentación sensorial.

Sin embargo, en una de estas pruebas los resultados serán inesperados cuanto menos, ya que el protagonista sufrirá una transformación, una involución hacía una forma homínida anterior.

Al poco de comenzar la película veremos ya algunas de las imágenes psicodélicas y surrealistas que se proyectarán a lo largo del film, y en ellas veremos símbolos religiosos, símbolos como la biblia o el matrimonio que el protagonista rechaza; artificios del hombre que no tienen cabida en su mundo.

La parte final de la cinta nos muestra los resultados finales de los experimentos, un difícil estado mental plagado de oscuridad en el que costará distinguir verdad de ficción. 

Para ello, el director recurre a efectos especiales muy elaborados que le dan un toque siniestro, junto a la banda sonora de John Corigliano, igual de inquietante, a esta parte final de la película.

Es una pena el rumbo que toma la película a partir de la mitad, convirtiéndose en un film que abandona la idea inicial para tomar un rumbo que termina siendo una frenética muestra de efectos especiales deslumbrantes para la época.

Creo que la temática del filme daba para más, pero es una pena el tratamiento que le da el director Ken Russell a la misma. Y es que no aprovecha la oportunidad de intentar abordar más profundamente los caminos de nuestra consciencia e inconsciencia.

Aunque hay que decir que lo logra en ciertos momentos, con paranoias alucinógenas de extraordinaria tensión, quedando relegadas a un segundo plano con la historia melodramática de los protagonistas, echando al traste la cinta con un final supuestamente terrorífico. 

Eso sí, como opinión personal, puede que bastara un único visionado de esta cinta para que a cualquiera se le quitaran las ganas de experimentar con drogas alucinógenas, ante el torrente de imágenes que aparecen en los momentos de experimentación del protagonista.




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Heavy Metal (1981): Universo Animado de Aventura, Sexo y Música Heavy



La película Heavy Metal está basada en una serie de cómics de fantasía y de ciencia ficción que hoy en día siguen editándose. La recopilación de varias de sus historias dio lugar a éste film de animación transgresor, adelantado a su época.Recuerdo esta película con ese velo reparador que proporciona la perspectiva del tiempo.

Vista en su día por mí con 12 años por televisión, (ya que por lo visto los canales creían que todo dibujo animado era infantil) tenía esa intranquilidad que tiene quien sabe que está haciendo algo malo... música rock, violencia gratuita, sexo en exceso… vamos, lo contrario a los dibujos animados que ponían normalmente en la tele.

El año 1981 es un año temprano si hablamos de películas de dibujos y efectos especiales, de tal modo que no podemos pretender que en ese sentido sea un film sobresaliente.

No obstante la película ofrece aspectos interesantes que pueden llevar al equívoco interpretativo si tenemos en cuenta que se trata de historias que tienen una conexión puntual, por no mencionar que el propio director trata de hacer que a los espectadores les cueste entramar el hilo argumental de la serie de historias.


En mi cómoda ignorancia no tenía muy claro hasta qué punto se podía sacar un proyecto así en 1981, época del desvarío estético y comercial por excelencia.

Supongo que no era fácil convencer a nadie con el subtítulo "animación para adultos"...

En la película se cuentan 6 historias diferentes unidas por un hilo argumental, que es el que vemos al principio: un astronauta regresa a casa y le regala a su hija una esfera luminosa verde que ha traído del espacio exterior.

La esfera, llamada El Lornack, se rebela contra el astronauta, lo reduce a polvo y le cuenta a la niña las 6 historias de las que consta “Heavy Metal”, que lo único que tienen en común es que en todas aparece El Lornack, representación del mal, y que todas son historias de ciencia-ficción de tono adulto.

Para mi gusto, las mejores historias son “Harry Canion”, “B-17” y “Taarna”, que se corresponden con la primera, la cuarta y la última respectivamente.
Los famosos mitos del Heavy Metal como el sexo, las drogas y el rock and roll aparecen en toda la película de una manera directa y también subliminal, con lo cual serán más apreciados cuanto más cercano sea el espectador a esa cultura.

Buenas intenciones, un espíritu que se agradece (estamos algo cansados de las pelis sosas de dibujos a lo Disney), pero poco más. La animación es irregular, con trazos rápidos o gruesos según convenga, sin seguir un estilo definido, no ya en cada una de las historias, sino en general.

Los personajes no poseen enjundia o carisma alguna y su comportamiento resulta absurdo, además de que se ve a la legua que las mujeres solamente aparecen para satisfacer fantasías sexuales (líbido disparada, pechos enormes, etc).

A partir del momento en que el erotismo no pasa del porno fácil, sino que está allí por puro pretexto sin que importe porqué ni cómo, conviertes el sexo paradójicamente en algo aburrido y repetitivo.

Ésto empobrece la película, porque no esta respaldado por una intriga que lo apoye y le dé más suspenso, más interés, y más dramatismo o belleza a la película. Lo mismo pasa con la violencia súper morbosa: está sólo para salpicar sangre y ya esta.

Las historias son intrascendentes y en cuyos elementos más interesantes se profundiza poco debido al tiempo disponible de cada historia...

No obstante, pienso que merece el aprobado por su atrevimiento, una banda sonora bastante buena (haciendo honor a su título con grupos tan conocidos como Black Sabbath) y la estética, que según cambia de relato pasa de ser de ciencia-ficción a aventuras medievales-fantásticas en una mezcolanza con un toque "freak" que tiene su encanto.


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Fahrenheit 451 (1966): Cultura en Llamas



FrancoisTruffaut adaptó la célebre novela fantástica homónima de Ray Bradbury, en la que se planteaba un fascinante y tristísimo futuro en el que los bomberos eran sustituidos en su misión de apagar fuegos, para encenderlos y quemar los libros (el colmo de la irracionalidad y de la ironía). Es un planteamiento en el que hay una nueva Inquisición moderna que destruye los libros.

Notable es también otra prospectiva que el autor de "Fahrenheit 451" tuvo al escribir esta novela: nos presenta una sociedad civilizada donde la comodidad de "matar el tiempo" es lo máximo en logro existencial (algo nefasto, pues "matar el tiempo" no es lo mismo que VIVIR).
Una sociedad vacía, manipulada por los medios de comunicación, dependiente de "medicamentos" estimulantes y automatizada por la autoridad.

La novela de Ray Bradbury alertaba, ya en 1953, contra la más poderosa de las armas del totalitarismo, la ignorancia.

El fuego de los bomberos purifica la angustia del conocimiento, la innecesaria inquietud que pueden proporcionar las letras.

La felicidad consiste en ignorar los rincones desagradables de la vida, no saber nos hace inmunes a la inquietud y el dolor. Sin sufrimiento no hay preguntas. Y sin preguntas, ¿quién puede cuestionar el modo en que es gobernado?

Los bomberos de la brigada “Fahrenheit 451” persiguen los resquicios que quedan en la sociedad que posee libros; prohibidos por el gobierno por sus supuestas palabras malintencionadas y su pretenciosa retórica.

Muchos de los que no están de acuerdo con estas normas deben huir al bosque memorizando en clandestinidad, algunas obras para perpetuar el conocimiento humano (gran momento de la película, la aparición de estos “hombres-libro”).

Montag (el solvente actor Oscar Werner), es un bombero con aspiraciones de ascenso que conoce a una maestra (la actriz Julie Christie, que aquí hace un doble papel de dos personajes opuestos entre si), de la que se enamora.

Gracias a ella, y sobre todo a partir de empezar a leer uno de los libros confiscados; abrirá los ojos y querrá escapar de la realidad que le rodea, en aras del conocimiento.

Debo decir que Fahrenheit 451 sin ser una obra perfecta consigue lo que pretende, que es lo mismo que pretendía la novela de Bradbury: Concienciar a la sociedad del gran legado que tenemos en nuestras manos: La cultura.

Esa cultura que se concreta en los libros, en la música, en el teatro, en el cine, en el lenguaje... Esa cultura que es la fuerza y la esperanza de la humanidad ante el futuro.

Básicamente, se defiende la lectura contra un mundo despersonalizado, donde la cultura “borreguil” campa a sus anchas, y donde se persigue cualquier atisbo de independencia de criterio que pudiese desestabilizar esa sociedad de teórica máxima igualdad.

En “Fahrenheit 451” son las ideas las que protagonizan la narración. Y en cuanto a las ideas, me parece genial como se confrontan dos discursos:
el de la defensa de la lectura y el de su vituperio. Los argumentos de ambas partes están lanzados al aire con saña. Obligan al espectador a elaborar su propia reflexión.

Truffaut, pese a que se deje cosas en el tintero (porque nunca se puede superar a un libro bien hecho, y sin llegar a ser fiel al cien por cien), plasma la idea original con maestría y ayudado por la música, ingrediente indispensable y efectista en toda película que se precie de estar bien hecha.

La película en cierta manera la encuentro algo inverosímil, en ocasiones lenta y mediocremente actuada, aunque el argumento es original, está bien filmada y tiene buenos momentos.

Resulta lamentable que aún no se haya realizado una nueva versión más lograda y con mejores efectos especiales que la que hizo F. Truffaut, cuya puesta en escena parece en demasiados momentos la de un aficionado.
Hay que reconocer que la película no ha envejecido muy bien.

Si el argumento de la novela "Fahrenheit 451", lo tomaran en sus manos hoy en día, directores de la calidad técnica y detallista de Steven Spielberg, o los hermanos Larry y Andy Wachowski, estoy casi seguro que ensombrecerían el producto de Truffaut, además pondrían de máxima actualidad la reflexión acerca del desinterés por la lectura de libros en los jóvenes contemporáneos.

Desde luego si hay algo que valga la pena recordar de esta película, es que gracias a ella vamos descubriendo el valor de la lectura como fuente de conocimiento, como fuente de reflexión, como instrumento para provocar emociones y placer. Una película muy didáctica.




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El Baile de los Vampiros (1967): Humor Rojo y Terror




Recuerdo perfectamente la mezcla de terror, sexualidad y sonrisas que acompañaron al primer visionado de esta parodia del mítico mundillo del vampirismo y sus creencias. Ahora sigue pareciéndome curiosa, aunque algo anticuada en determinados gags y tópicos sexuales.

El profesor Ambrosius (Jack MacGowran) y su joven ayudante Alfred (Roman Polanski), viajan a Transilvania con el fin de iniciar una investigación que los lleve a probar la existencia de vampiros en la zona.

En una noche de estancia en la posada de la villa, la hermosa hija del propietario ha sido raptada y llevada a un castillo cercano, propiedad del conde Von Krolock. El profesor y Alfred partirán en busca de la damisela.

A partir de ahí, se sucederán una serie de aventuras, a través de las cuales iremos conociendo a variopintos personajes, desde el arquetípico Conde Von Krolock hasta su amanerado hijo Herbert, pasando por el caricaturesco jorobado que les sirve, el desgraciado Koukol.

Lo que hace especial a esta obra, es que se advierte un cierto tono sombrío en algunos pasajes del relato, los cuales parecen beber del terror clásico más tradicional. Probablemente se deba, a la magnífica ambientación que adorna el film, la desasosegante atmósfera de ciertas escenas y la inquietante banda sonora, a ratos siniestra, a ratos burlona.

La película coquetea entre la comedia y el terror; predominando el terror por encima de las escenas de risa, que están distribuidas con cuentagotas, para que las situaciones no den grima ni saturen al espectador y no hacer el filme excesivamente tragicómico sin poder diferenciar una cosa de la otra cosa.

Es obvio que la comedia no es el fuerte del director Roman Polanski, ya que las situaciones resultan previsibles, y los personajes anodinos.

Sin embargo, cabe admirar su uso del slap-stick y el fast-motion, con fin de otorgarle cierta hilaridad a la pieza.

Se logra una mezcla entre cine mudo, los clásicos de terror de la productora Hammer (especializada en películas de terror, suspense y ciencia ficción de la época), y un cómic de "Mortadelo y Filemón".

Los dos personajes principales de la película se muestran como los típicos anti-héroes; Jack MacGowran está a un nivel fantástico como el anciano simpático y muy gracioso Ambrosius.

El propio Roman Polanski comparte protagonismo con MacGowran como el joven romántico y extremadamente miedoso Alfred, y parece aprender mucho de su "mentor", en cuanto a interpretación.

Polanski supo además colar un casting bastante atractivo, donde el morbo lo puso su novia y mujer al año siguiente, la actriz Sharon Tate, tristemente famosa dos años después por su asesinato.

En definitiva, es una película para dejarse llevar y ver cómo Polanski juega con el mito sin caer en lo chabacano ni en lo manido, valiéndose de la estética como principal sustento de su historia.
Desde luego no es este un film que aspire a la grandeza y probablemente nunca estará en las cumbres del Olimpo cinematográfico.

Tiene el encanto de la tradicional historia de vampiros, la auténtica, la de los ajitos y las astillas de madera. Nada de novedades estúpidas de vampiros contra hombres lobo, vampiros entrevistados o vampiros crepusculares.

No es mala, pero tampoco es buena; en realidad es una pequeña rareza, pero que posee en su esencia un "algo" difícil de definir, que la hará ser recordada por muchos de los que la visionen.



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Treinta y Nueve Escalones (1978): Espionaje con humor




Nueva adaptación de la novela de John Buchan que ya adaptó Alfred Hitchcock en su famosa película del mismo título. No soy demasiado partidario de los remakes; no obstante, para toda regla hay excepción y en lo que a mí respecta, nos hallamos aquí frente a una de ellas.


Es el año 1914 y Richard Hannay, ingeniero de minas, que está de visita en Gran Bretaña por poco tiempo antes de regresar a Sudáfrica, se sorprende cuando uno de sus vecinos, el coronel Scudder, irrumpe en su habitación una noche y le relata que unos agentes prusianos tienen previsto el asesinato de un ministro extranjero de visita en el país.
 

Scudder es asesinado y Hannay se convierte en sospechoso del crimen. Huyendo a Escocia, Hannay intenta limpiar su nombre y al mismo tiempo, detener a los agentes prusianos con la ayuda de Alex Mackenzie.

Básicamente es una historia de intriga en la que el protagonista se ve acusado por un asesinato cometido por una organización internacional de espías.

La película sí es novedosa, debido a que en ningún momento la historia se vuelve melodramática por la situación.

Muy al contrario, la historia está llena de humor sarcástico e inteligente; esto consigue que la película te intrigue y a la vez te divierta de una manera única.
  

Utilizando al divertido actor Robert Powell como protagonista, el director Don Sharp dota a la historia de más acción, coreografiándola de modo admirable, en la misma dirección y con el mismo espíritu con que Hitch lo había hecho dos décadas antes en "Con la muerte en los talones".

De tal combinación resulta un híbrido a la vez simpático, entretenido y con enormes dosis de aventura romántica (en más de un sentido).

Escenas como la persecución del protagonista a cargo de los agentes prusianos por los bosques de Escocia, o sus peripecias en el reloj de la torre londinense, constituyen motivos para dedicarle una buena revisión.

 

Además del protagonista, ingeniosamente interpretado, como queda dicho, por el expresivo Robert Powell, destaca la intervención de David Warner, "villano" habitual en un gran número de producciones inglesas.

La "cara bonita" corre a cargo de Karen Dotrice, una actriz británica de carrera muy breve que, curiosamente, interpretaba a la niña protagonista en la "Mary Poppins" de Julie Andrews.

Los paisajes de Escocia, la niebla londinense, algunas persecuciones magistrales, la magnífica banda sonora y una trama de espionaje que el gran Hitchcock no quiso reflejar con el suficiente realismo, todo ello hace de esta película una de las grandes del género, aunque esté muy poco valorada por la crítica.






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Perros de Paja (1971): La violencia inherente al ser humano



David (Dustin Hoffman, en uno de sus mejores y primeros papeles) es un matemático americano que abandona su país a principio de los setenta huyendo del clima violento que había entre los estudiantes a finales de los años 60, para refugiarse en un pequeño pueblo ingles, que es el pueblo natal de su mujer Amy, (Susan George).

Lo que David se pensó sería un remanso de paz y tranquilidad para poder trabajar se convierte en un lugar hostil donde se desencadenara la violencia, cuando una banda de pueblerinos borrachos y salvajes, humillen repetidas veces a David, mientras su mujer se dedica a calentar la entrepierna a dicho grupo.

Las humillaciones y faltas de respeto son cada vez mayores y más vergonzantes. Para colmo su misma mujer se vuelve contra él, al verle como un cobarde que no quiere defenderse. 


Amy genera todo tipo de pasiones en el grupo de jóvenes ociosos, y ella, sabedora de la situación, lo aprovecha para coquetear con ellos hasta que la situación comienza a irse de las manos.

No es fácil clasificar esta película, ¿es un drama, thriller, película de suspense?, creo que es al mismo tiempo todo, y al mismo tiempo nada.
Había oído hablar mucho de Perros de Paja y su polémica violencia, y, efectivamente, violencia hay, pero no más ni peor que otras películas y no más que la mayoría de las actuales.

Sam Peckinpah es uno de esos directores que no se vende a los personajes de sus filmes. Me explico: Si son todos unos malnacidos, no va a dulcificar la trama para que tú soportes mejor la película. 
Ningún personaje merece tu respeto, no puedes sentirte identificado con ninguno. En cambio, comprendes todo lo que sucede y te sientes seducido por ellos.

A mi juicio Peckinpah habla sobre la violencia, sobre los distintos tipos, en distintos contextos y por distintas razones. Casi todos los personajes ejercen violencia y casi todos lo hacen por razones distintas. El director no pretende justificarla, tan sólo, nos dice que las cosas suceden y que cada persona tiene una conciencia diferente.


Es demoledor pensar que estos personajes no tienen salida y sólo pueden usar la violencia para empezar a sentirse libres, ya sea tomar lo que les plazca, erguirse sobre los demás o tomarse la justicia por su mano. Todo ello en un ambiente hostil, duro y seco...

La película en principio nos muestra un David tranquilo, el típico científico/matemático metido en si mismo que intenta pasar inadvertido por la vida felizmente con su mujer.
Juega durante la primera parte de la película, el papel de víctima propiciatoria.


Sin embargo, llevado al extremo de humillación, se revela brutal y rotundamente; y los inicialmente fuertes, y temibles enemigos son totalmente aniquilados.

Por otro lado tenemos a Amy, una mujer que desde el principio se nos presenta como una mujer provocadora e infantil, a la que la gusta que la miren, y para ello se pasea sin sujetador por el pueblo. 


Es la esposa, decidida y segura de sí misma, que reprime la frustración ante la falta de acción de su marido; ella que había crecido en el pueblo es el centro de atención de los hombres (machos), y la pareja pasa a ser un juguete en una partida muy violenta.

La película fue un gran escándalo ya que fue tachada de obra machista, fascista, que hace una apología de la violencia (cuando es más bien todo lo contrario). Aunque la palma se la llevó una escena de violación cruda y bastante ambigua.

El filme no termina de arrancar del todo hasta la hora de metraje. Si bien no sería justo calificar esa primera hora de aburrida, ya que conocemos las motivaciones de todos, y vamos siendo testigos de los continuos roces que se van generando. 
Si bien hay situaciones absolutamente irreales y confusas que pueden llegar a desconcertar al espectador.

Yo no critico la violencia en la película, si no el malestar que crea, un desasosiego permanente en todo el film, en un pueblo en el que todos miran mal al vecino, se emborrachan, se pelean y linchan a los culpables.

Muchas películas han tratado de enseñarnos el lado oscuro del ser humano, pero para entenderlo y asimilarlo que mejor que aceptarlo, y ver desde dentro los más bajos instintos humanos. En este caso, evitar la violencia con violencia. Ahora, no creo que esta película nos diga que debamos actuar de un modo u otro. 

No nos alecciona para que nos compremos un rifle ni para que pongamos la otra mejilla, solo nos dice que somos, entre otras cosas, animales con ropa. De cada uno depende la decisión de si debemos poner por encima la razón, la moral, o lo que sea.





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El Profesor Chiflado (1963): El deseo de querer parecerse al que no se es




El humor del famoso cómico Jerry Lewis es amplísimo e inteligente, pues guarda esta última cualidad en sus constantes caracterizaciones de ser humano estúpido y patoso.

En este caso, y tomando como base el personaje dual creado por el novelista R. L. Stevenson, Dr. Jekyll y Mr. Hyde, la película cuestiona con perspicacia la cultura de la apariencia reinante en la sociedad americana y en consecuencia, en toda la occidental.

Julius Kelp (Jerry Lewis), es un profesor universitario de química no muy agraciado y con poco éxito en sus contactos sociales, lo que lo hace víctima del escarnio de sus alumnos y lo lleva a considerar imposible, que la alumna por la que se siente atraído, pueda fijarse en él. 

Por lo que inventara una fórmula que le convierte en otra persona muy diferente, arrogante y seductora: Buddy Love.

Todos, en algún momento de nuestra vida, hemos sentido el deseo de ser otro, alguien más guapo, más listo, más fuerte, alguien "mejor" en una palabra. 

Jerry Lewis hizo realidad ese gran sueño colectivo en El Profesor Chiflado al transformar al inofensivo, desvalido y ridículo Profesor Kelp en el definitivamente seductor Buddy Love.

Pero Lewis se permitió también denunciar el horror posible de ese sueño... 

Porque ese Love, todo lo contrario que el amor promete su nombre, es un ser egoista, narcisista, agresivo e inhumano...en definitiva alguien odioso.

Love materializa las fantasías y deseos reprimidos del tontorrón y caótico Kelp y desvela su terrorífica dimensión en el desesperado machismo que le hace ser absolutamente atractivo e infinitamente detestable.

Kelp no ha hecho más que liberar el monstruo que todos llevamos dentro, el Hyde que anida en el corazón de Jekyll, tal y como lo describió Robert Louis Stevenson en su inmortal relato, del que El Profesor Chiflado constituye una inteligente e imaginativa versión.

Y es que sólo Lewis podía abordar con éxito un proyecto así, ya que el desdoblamiento es el rasgo fundamental de su personalidad y su carrera. Por un lado estaba el Lewis bobo e infeliz y por otro estaba Joseph Levitch, empresario real, creador incansable y megalomaniaco del control absoluto.


Pero el desdoblamiento no termina ahí, si no que se prolonga en todos los órdenes: el payaso de comicidad burda y violenta y el técnico minucioso y competente.

Entre el fabricante de tontas películas para niños y adolescentes "retrasados" como siempre, se le consideró en America y el cineasta completo, ambicioso y original, como siempre se le ha considerado en Europa.


Jerry Lewis realiza su comedia más celebrada por su hábil acomodo de narración y comicidad. No obstante, no faltan los peculiares momentos en los que el hilo narrativo queda suspendido en favor de una serie de gags absurdos y fantasiosos, como suele ser habitual en su cine.

Lewis quiere hacernos reír de forma imparable, pero no es menos cierto que quiere, entre tanta carcajada elaborada, que pensemos. 

A pesar de que pueda ser una película previsible; de fondo la cinta nos brinda un análisis –liviano obviamente- sobre las inseguridades y los complejos de inferioridad.

Entre toda la variedad de muecas lewisianas aquí utilizadas, lo que aparece es una sátira sangrante de la sociedad USA del momento, del culto a la belleza y al cuerpo.

Además de esto, es una solemne y nada divertida lección humana: seamos cada uno nosotros mismos, crezcamos en nuestra estima, mostremos nuestra intransferible personalidad en todo momento y no aspiremos a artificializar lo innato y que hemos ido adquiriendo día a día.









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