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Treinta y Nueve Escalones (1978): Espionaje con humor




Nueva adaptación de la novela de John Buchan que ya adaptó Alfred Hitchcock en su famosa película del mismo título. No soy demasiado partidario de los remakes; no obstante, para toda regla hay excepción y en lo que a mí respecta, nos hallamos aquí frente a una de ellas.


Es el año 1914 y Richard Hannay, ingeniero de minas, que está de visita en Gran Bretaña por poco tiempo antes de regresar a Sudáfrica, se sorprende cuando uno de sus vecinos, el coronel Scudder, irrumpe en su habitación una noche y le relata que unos agentes prusianos tienen previsto el asesinato de un ministro extranjero de visita en el país.
 

Scudder es asesinado y Hannay se convierte en sospechoso del crimen. Huyendo a Escocia, Hannay intenta limpiar su nombre y al mismo tiempo, detener a los agentes prusianos con la ayuda de Alex Mackenzie.

Básicamente es una historia de intriga en la que el protagonista se ve acusado por un asesinato cometido por una organización internacional de espías.

La película sí es novedosa, debido a que en ningún momento la historia se vuelve melodramática por la situación.

Muy al contrario, la historia está llena de humor sarcástico e inteligente; esto consigue que la película te intrigue y a la vez te divierta de una manera única.
  

Utilizando al divertido actor Robert Powell como protagonista, el director Don Sharp dota a la historia de más acción, coreografiándola de modo admirable, en la misma dirección y con el mismo espíritu con que Hitch lo había hecho dos décadas antes en "Con la muerte en los talones".

De tal combinación resulta un híbrido a la vez simpático, entretenido y con enormes dosis de aventura romántica (en más de un sentido).

Escenas como la persecución del protagonista a cargo de los agentes prusianos por los bosques de Escocia, o sus peripecias en el reloj de la torre londinense, constituyen motivos para dedicarle una buena revisión.

 

Además del protagonista, ingeniosamente interpretado, como queda dicho, por el expresivo Robert Powell, destaca la intervención de David Warner, "villano" habitual en un gran número de producciones inglesas.

La "cara bonita" corre a cargo de Karen Dotrice, una actriz británica de carrera muy breve que, curiosamente, interpretaba a la niña protagonista en la "Mary Poppins" de Julie Andrews.

Los paisajes de Escocia, la niebla londinense, algunas persecuciones magistrales, la magnífica banda sonora y una trama de espionaje que el gran Hitchcock no quiso reflejar con el suficiente realismo, todo ello hace de esta película una de las grandes del género, aunque esté muy poco valorada por la crítica.






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