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Billy Elliott (2000): Querer hacer lo que uno ama


En 1984, durante una huelga de mineros en el condado de Durham, se suceden los enfrentamientos entre piquetes y policía. Entre los mineros más exaltados están Tony y su padre. Éste se ha empeñado en que Billy, su hijo pequeño, reciba clases de boxeo. 

Pero, aunque el chico tiene un buen juego de piernas, carece por completo de pegada. Un día, en el gimnasio, Billy observa la clase de ballet de la señora Wilkinson, una mujer de carácter severo que lo anima a participar. A partir de ese momento, Billy se dedicará apasionadamente a la danza.

Aunque el interés por el drama familiar y sobre todo por el social no llega casi nunca a interesarme, tengo que reconocer que la paz que busca el chico en medio de una infancia complicada y de la agitación del pueblo minero, llega a hacer sentir la magnífica música que rodea a una forma de expresión que no parece la más adecuada en medio de tal caos. 

Pero termina por convertirle en alguien valiente, que encuentra una oportunidad para la que quizás haya nacido y una vía de escape para desaparecer de la frustración, para hacer brotar el fuego interior y canalizarlo a través del ballet.

Los británicos, con su flema característica, son unos expertos consumados en recrear los años más duros del thatcherismo a guisa de eficaces melodramas. 

En estas obras las fronteras entre el llanto y la carcajada se difuminan para conseguir la empatía del espectador con la historia, y con el modo de contarla, Así le sucede a "Billy Elliot", un film de apariencia sencilla y no exento de tópicos, que, no obstante, se convirtió en un éxito incontestable en el año 2000.

Quizá sea precisamente ahí, en la sencillez de su factura y en la "normalidad" de las situaciones descritas- si normal es que el hijo menor de una familia minera inglesa tenga el ballet por vocación-, donde resida buena parte del éxito del llamado "cine social británico".

Pienso en unas cuantas quejumbrosas industrias cinematográficas- la nuestra, sin ir más lejos- que harían bien en tomar nota de la feliz falta de pretensiones característica de la británica. Tal vez algo más de flema, algo menos de Guerra Civil, y mucho menos de mendigar subvenciones, ayudarían a reverdecer unos laureles cada vez más marchitos.

Los puntos fuertes de la historia son: un Jamie Bell sencillamente soberbio muy bien acompañado por Gary Lewis, y unas escenas de baile muy bien montadas y con un planteamiento muy fresco.

El gran problema de la película es que la historia principal es previsible hasta límites insospechados: a los cinco minutos de proyección sabemos cuales van a ser las penurias y triunfos de Billy Elliot, y a mí personalmente me sacó completamente de la película, solo manteniendo mi atención el bastante más interesante trasfondo del Tatcherismo y la problemática minera.

Billy Elliot no es un cuento de hadas. Entre otras cosas, es una divertida y onírica disertación sobre los sueños y aspiraciones de juventud. 

La inocente y deslumbrante figura de Billy -magistralmente interpretado por Jamie Bell- es el catalizador de la manifestación de la angustia del resto de personajes, que deviene de vértigo que produce el hecho de saber que sus aspiraciones juveniles no pueden materializarse y el tiempo corre.

En definitiva, película ganadora con méritos y deméritos muy evidentes pero que se ve con agrado. Una gran película que te anima a superarte y a no dejarte detener por los otros.





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Melancholia (2011): El final de todo



Un hermoso planeta con el sugestivo nombre de Melancholia, colisionará (o no) con la tierra en breve, amenazando con borrar nuestra raza y otras más inocentes. A primera vista parece que vamos a encontrarnos una película más de corte catastrofista, pero nada más lejos de la realidad. Se trata de un estudio de personajes en situaciones extremas de los de toda la vida con el sello habitual del director Lars Von Trier.

Gracias a Lars, es la primera vez que veo una película apocalíptica sin ningún tipo de acción. Lo que interesa en este caso es cómo cada personaje acepta su destino, concretamente dos hermanas, Justin (Kirsten Dunst) y Claire (Charlotte Gainsbourg). 

Este punto de vista me parece bastante interesante, mucho más que ciudades destruidas saturadas de efectos especiales, que suele ser lo típico.

Comenzando con un prólogo que, utilizando el Tristán e Isolda de Wagner como música nos muestra, en un contexto surrealista, mediante dos hermanas símbolo de toda la humanidad, y un niño, símbolo del futuro truncado, el posible fin del mundo.

La película, aparte del prólogo se divide en dos actos, uno sobre cada hermana. En el primero, Justine, por el personaje de Kirsten Dunst, vemos su boda y vamos conociendo, poco a poco su excéntrico carácter.

Aquí se realiza un retrato cruel, mordaz, ácido y especialmente pesimista sobre el ser humano. Mostrando lo inconsciente y dañino que puede ser hacía él mismo y lo que le rodea, el egocentrismo de este y lo ajeno que es al Universo en el que se encuentra.


Este acto, lleno de momentos naturales entre otros desquiciados y surrealistas, posee agradecidos toques de humor. Aún así puede resultarle muy irritante al espectador más incauto.

En el segundo se nos muestra la llegada del planeta Melancolía, parte más poética y filosófica, llena de momentos de gran belleza bajo la luz azulada que refleja el planeta. 


Podemos ver la desesperación de algunos y la aceptación de otros, el que el mundo tenga un final inevitable provoca unos fascinantes momentos de paz y tranquilidad.

Y es que la llegada de la muerte altera los instintos animales y los científicos, incomprensiblemente unos se relajan y otros mueren, unos lo pasan mal y otros parecen ofrecerse al apocalipsis, como si el mundo entero lo mereciera.
Mucho más que la muerte personal, es el final de toda vida, de todo lo que nos rodea. 

En esta segunda parte llamada Claire, por el personaje de Charlotte Gainsbourg, ella muestra sus debilidades mientras Justine se vuelve cada vez más apática y cínica.

El broche final de la cinta, viene a arreglar una segunda parte algo floja y deslavazada en el conjunto. No solo es uno de los mejores finales de la década para mí, porsu potencia dramática, en la que algo tendrá que ver el uso del Tristán e Isolda de Wagner.

El film de Von Trier es impactante (y donde saca su mejor provecho) desde lo visual, lo sensorial, desde sus intentos de diapositivas y fotogramas, también acierta con la (bucólica) actuación de Kirsten Dunst, pero abusa con recursos innecesarios, donde un corte en la edición hubiese logrado un mejor resultado.

A pesar de que las dos partes de la película no son igual de interesantes, sólo por su prólogo y sus minutos finales, merece la pena verla.



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Albert Nobbs (2011): El Sueño de un “hombre”



Debajo del disfraz del leal, diplomático y rígido mayordomo Albert Nobbs (Glenn Close), se esconde una mujer cuya condición le obliga a sobrevivir y tirar adelante con su vida. Sin embargo ese cambio de identidad le ha atrapado en su personaje masculino.

Su trabajo en la pensión de la señora Baker (Pauline Collins) le hace pasar inadvertida en el Dublin de finales del siglo XIX donde unos pocos privilegiados exigen demasiado para una gran mayoría de pobres que buscan un trabajo para sobrevivir. 

Dentro del contexto de una sociedad en suma puritana, y a la vez hipócrita, en lo que a modales y comportamiento social se refiere. La Inglaterra victoriana fue una sociedad encorsetada y modosita bajo los estragos de la Revolución Industrial y sus penurias; sobre todo, para aquellos desesperados por mantener el tipo y sobrevivir dentro de una sociedad competitiva y brutal.

Por lo tanto, tener un empleo, y mantenerlo, era una cuestión de vida o muerte. Además, en el caso del personaje de “Albert”, no sólo el sufrimiento es social, sino íntimo. Su soledad es terrible y su falta de amor diríamos que total.

La temática es interesante, sobre todo cuando vivimos en medio de sociedades que manifiestan ser abiertas en su planteamiento social, pero cerradas a la hora de aceptar las diferencias y de entender la diversidad.

Creo que es una buena lección para las sociedades agazapadas e intolerantes que no entienden, que ante sus cerradas posiciones conllevan a la mentira, la infelicidad y sobre todo a la desesperación del negar quiénes somos en verdad.

La propuesta de Rodrigo García empieza a marcar un camino de exploración de muchas personas reales que han tenido que mentir para poder sobrevivir, de personas que por el temor de ser apabulladas o excluidas y temerosas a la censura; llegan a al extremo del negar quiénes son en realidad. Hay máscaras adoptadas, pero hay máscaras impuestas. 

Me parece que el tema de la homosexualidad de los personas podía ser tratado en la película de mejor manera, ya que no hay nada que lo pueda justificar. Se es quien se es y punto.

"Albert Nobbs" nos habla sobre la búsqueda de nuestra propia identidad por encima del rol que se supone nos haya tocado desarrollar en la vida;
y lo hace a través de la compleja personalidad del Sr. Nobbs.

La película plantea una historia arriesgada, aunque la dirección de Rodrigo García carece de la fuerza necesaria, quedándose en una plasmación correcta pero algo sosa. 

Sin embargo, el empeño de Glenn Close por sacar adelante este proyecto (también es co-guionista y co-productora) consigue salvar el resultado del producto.

Gracias a la sobria interpretación que hace de su atormentado personaje, interpretándolo desde una aparente inexpresividad que termina siendo increíblemente expresiva, en una de las mejores interpretaciones de su carrera.

Close, nos regala momentos magistrales donde las ansias de encontrar su lugar en el mundo y sus frustraciones se condensan al limite a punto de explotar en una actuación contenida y peculiar. El resto del reparto femenino lo borda. Desde la genial Janet McTeer, pasando por la ascendente Wasikosvska, hasta Pauline Collins como la avispada Sr. Baker.

El final resulta precipitado y bastante más mejorable, hubiera podido dar mucho más de sí. De todas formas, no me sentí decepcionado, pues tampoco tenía grandes expectativas. Una película triste pero con un mensaje muy importante.





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Un Dios Salvaje (2011): Las Falsas Apariencias hacen Perder los Papeles



Adaptación del texto teatral de Yasmina Reza "Le dieu du carnage", (quién colabora además en el guión del propio filme); Roman Polanski saca su lado más malévolo y mordaz para hablarnos sobre la hipocresía de lo cotidiano, partiendo de un incidente de lo más común entre dos niños.

En el Parque del puente de Brooklin, un grupo de chavales se divierte con juegos inofensivos... o no tanto. Lo que parece una charla amistosa se torna en un cada vez amargo intercambio de empujones y -presuntos- insultos. Sin saber bien cómo, uno de los críos agarra con fuerza un palo y golpea a otro en toda la cara, rompiéndole dos dientes.

Posteriormente los padres del chico agresor, Michael (John Reilly) y Nancy (Kate Winslet), se reúnen en la casa de los padres del niño agredido, Penelope (Jodie Foster) y Alan (Cristopher Waltz) para tratar este incidente. Todo muy formal, muy políticamente correcto... en un principio.

La conversación se complica, y van saliendo a flote los caracteres más íntimos de cada uno de ellos. Aparecen los egos, fuertemente instalados; las frustraciones, los resentimientos personales y de clase, llegándose a la destrucción de esos egos, a veces disimuladamente, a veces cruel.

Se producen así una serie de situaciones, a veces serias, a veces tremendamente cómicas, que hacen que el film sea estupendamente divertido.

“Un dios salvaje” no oculta sus orígenes, así tenemos prácticamente una única habitación, cuatro personajes y diálogos sin parar, sin apenas música. 

En principio da cierta pereza enfrentarse a una película con estas condiciones, pero sabe sacar partido de sus limitaciones.

En este caso son sólo cuatro los personajes, con lo cual el éxito de la historia tiene que basarse en las interpretaciones de los actores y en un guión que mantenga el interés sin decaer.
Los papeles y roles del cuarteto son atractivos y también domados por cuatro de los más grandes actores del momento, quizás debería decir de la última década.

Kate Winslet, en un personaje tan reprimido como disparatado, gracias a unas gotas de alcohol; Christopher Waltz, para mí el mejor, con un personaje inquieto y muy solicitado; Jodie Foster, en un personaje sollozante y egocentrista; y por último John C. Reilly, un personaje contenido pero con carácter.

Así, al que se define como alumno aventajado de maestros como Ivanhoe o John Wayne, le da asco coger con las manos un hámster. La que critica la relación de dependencia entre el hombre moderno y los teléfonos móviles, se desmorona cuando alguien destroza su kit de maquillaje.

La que tilda a los demás de hipócritas, despotrica a la espalda de sus invitados a las primeras de cambio. Por su parte, el que se gana la vida en las cortes de justicia, tiene la firme creencia (nada exenta de cinismo) que nuestro mundo está gobernado por el caos, la violencia y la brutalidad.

La educación de la que presumen los cuatro padres, se rompe mientras avanza la película y asoma el legado del "Dios salvaje" anunciado en el título de la película. Él es el verdadero protagonista de este film.

Si algo está por encima de la realidad, si existiese un Dios que nos trascendiera y al que nos pareciéramos a imagen y semejanza, creo que sus características serían la irracionalidad, la soberbia, el egoísmo y la locura.

Tan solo hay algo que me ha desconcertado de la película de Roman Polanski, y es que todavía no he entendido qué clase de pretensión tiene. Si pretendía mandar algún tipo de mensaje o simplemente pretendía entretenernos.

Si era lo segundo, lo ha conseguido con 80 minutos de comedia de la buena, de la mejor que se puede ver hoy en día (lástima que sea tan corta). Si sus pretensiones iban más allá, si quería dotar a la película de mensaje y cierta profundidad, ha quedado alejada de “El Ángel Exterminador” de Buñuel, película con una situación parecida.

Polanski nos deja una secuencia final que abre a un futuro esperanzador con los protagonistas condenados a entenderse, al mostrarnos un tierno hámster y a los niños detonantes del argumento, jugando de nuevo.

Una película que te mantiene fijo a la pantalla durante todo el metraje. Y eso es mucho decir en el cine de hoy en día.





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Millenium (2011): Las mujeres que no conocieron a los buenos hombres



No es fácil redirigir una película basada en un best-seller y con una exitosa versión rodada pocos años antes. El director David Fincher levantó gran expectación e incertidumbre al realizar la nueva adaptación cinematográfica de "Millenium: Los hombres que no amaban a las mujeres"; primera novela de la exitosa saga del escritor sueco Stieg Larsson, la cual ya había sido previamente adaptada en 2009 por el también sueco Niels Arden Oplev.

La trama principal versa sobre la farragosa investigación que lleva a cabo el periodista Mikael Blomkvist (Daniel Craig), quien, tras intentar alejarse de las acusaciones por difamación que pesan sobre él, es contratado por el rico Henrik Vanger (Christopher Plummer), ex-director de la Corporación Vanger -una de las empresas más importantes de Suecia-, para que investigue, bajo el pretexto de escribir un libro sobre la familia, el supuesto asesinato de su sobrina 40 años atrás.

Para ello, Michael se traslada a una cabaña próxima al hogar de los Vanger y desde allí va descubriedo los secretos y mentiras que inundan la familia, con la ayuda de la hacker Lisbeth Salander (Rooney Mara), una excéntrica joven punk totalmente tatuada y con numerosos piercings decorando su cuerpo.

Como fan declarado de la trilogía, sobre todo escrita, aunque también de la llevada al cine, y de Fincher, estaba ansioso por ver qué hacía con Millennium y cómo justificaba un remake a los pocos años del boom mediático de la saga.

Resulta imposible no comparar el film con la adaptación sueca, la cual solo la levanta la magistral interpretación de Noomi Rapace como Lisbeth Salander.
A la versión de Niels Arden Oplev se le hecha en falta el ritmo que sí ha conseguido Fincher.

El plano argumental no es el punto fuerte de la película, ya que contiene algunos desaciertos probablemente ya presentes en el material original, pero sí lo son sus actores y actrices, además del plano técnico y la banda sonora.

Sin el elenco de actores que han participado en el film, no sería posible el positivo y efectivo resultado de este oscuro thriller.

Daniel Craig se enfunda en la piel del periodista Michael Blomkvist, un papel en apariencia simple; pero al que Craig imprime carácter y va evolucionando a medida que avanza la investigación, y va descubriendo muchos de los oscuros secretos de la familia Vanger.

Por otra parte, Rooney Mara nos regala una buena interpretación muy rica en matices, algo nada sencillo de afrontar dado el listón tan alto que ha dejado Noomi Rapace, pero Mara lo ha superado y con nota. Enfocando su trabajo de una manera diferente, pero sin embargo armónica con el legado fantástico de Rapace, Mara aporta un halo trágico diferencial.

La cinta debe superar el obstáculo de que tal vez, mucha gente conozca la trama anteriormente a través de los libros. 

Es un filme que recuerda a su predecesor sueco (lo cual tampoco es de extrañar pues los dos parten del mismo material), aunque pienso que este es el homenaje y la adaptación que se merecía la obra de Larsson.

"Millennium 1" es acertada en tocar temas sociales y religiosos, económicos y políticos, se basa en la corrupción y llega hasta el final con ella. 

Pero sobre todo es un relato negro sobre pasados oscuros, personajes con derrotas, espinas clavadas, dolores, secretos, el odio de los hombres hacia las mujeres, el odio de las personas hacia las personas. Una brutal crítica a la mugre que palpita en el corazón de la Europa más próspera.





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El Perfecto Anfitrión (2010): El Arte de la Hospitalidad



El ladrón de un banco (Clayne Crawford) está en busca y captura por la policía tras el asalto. Herido y sin saber a dónde ir, da con una urbanización de chalets y con la casa de un tal Warwick (David Hyde Pierce), al que llama haciéndose pasar por el amigo en común, de una chica que se encuentra en Australia (de la que encuentra una postal en el buzón).

Lo que empieza como una invitación cordial acaba con el anfitrión secuestrado a merced del invitado criminal... aunque no tardan en cambiarse las tornas.

“El perfecto anfitrión” es una película curiosamente entretenida e intencionadamente inverosímil. Limitada, pero efectiva gracias a su mejor baza, un sentido del humor sino ingenioso, al menos retorcidamente atractivo.

La verdad es que esta película prefiere el asombro a la coherencia. Prefiere descolocar al espectador.

Como si de una montaña rusa se tratase, la ópera prima de Nick Tomnay es un subir y bajar constante e incoherente. Como si de un cebo se tratase, "The Perfect Host" está llena de trampas para que piques el anzuelo.

Inteligentemente enfermiza en su desarrollo pero fatídica en su objetivo. 
Empezando por el histrionismo de David Hyde Pierce, que literalmente hace lo que quiere con su personaje, como si fuera plenamente consciente de que este no tiene pies ni cabeza.

"El perfecto anfitrión" es una película que desconcierta muchísimo. O te la crees a pies juntillas o la detestas en absoluto, ya que es una propuesta muy arriesgada, con múltiples giros de guión que rozan lo inverosímil.  

La trama está bastante sobrecargada con múltiples situaciones y giros, que hacen que la cinta sea entretenida pero que al mismo tiempo sacrifican los momentos impactantes del film.

A mí me ha gustado porque me ha sorprendido, y todo lo que consigue sorprenderme consigue mi beneplácito, pero también hay algunos puntos que me resultan imposibles de concebir, muy cogidos por los pelos e incluso fuera de lugar. 

Es absurda a conciencia, arriesgada sin un propósito claro. No termino de ubicarla, y tampoco tengo claro si es una genialidad o una tomadura de pelo, o una torpeza aderezada de ingenio. 

Un film extravagante, que recomiendo con reservas, pero que no a todo el mundo le entusiasmará.











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