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Vania en la calle 42 (1994): Cuando Teatro y Realidad se funden


"Tio Vania" es una de las obras de teatro más conocidas de Chejov. Bueno, conocida por aquellos que aman el teatro. La obra habla de temas universales al fin y al cabo: las relaciones familiares, las oportunidades perdidas, el fatalismo y la resignación ante el paso del tiempo, todo ello servido en un híbrido de drama y comedia.
¿Qué nos encontramos en Vania en la Calle 42? Nos encontramos con una película de teatro filmado, quizá el género menos explotado por ser, seguramente, el más complicado de todos.
El director Louis Malle supo hacer un enlace entre teatro y cine tan bueno, que casi parece que las butacas del cine se convierten en improvisados bancos desde donde los espectadores contemplan el ensayo de la obra, allí, en un sótano en obras de la calle 42.

El proyecto de filmar la obra de Chéjov parte en el año 1.990 cuando el actor y director teatral André Gregory empieza un taller de teatro con unos pocos actores desconocidos, y ante un público selecto de la obra de Chéjov.
Cada año, él y los actores se reúnen en un destartalado loft neoyorquino (Victory Theatre), y exploran la obra del dramaturgo ruso, sin otro objetivo que profundizar en su conocimiento y mejorar en sus aptitudes escénicas y, por supuesto, sin ningún ánimo de lucro.
Tras cinco años de llevar a cabo de incógnito estos encuentros, Gregory contactó al director francés Louis Malle, y decidieron embarcarse en esta propuesta arriesgada.
Con la colaboración de David Mamet, (traductor del texto al inglés), que fue capaz de actualizar una historia que, originalmente acaece en una aldea rusa de finales del siglo XIX; la participación del propio Gregory y su compañía de actores, y una dirección sencilla y funcional, Louis Mallé nos ofrece un original experimento.

La obra empieza con los actores en la calle, enfrente de un teatro abandonado de la calle 42. Entran y se ponen a charlar como si tal cosa. 

De golpe te preguntas ¿pero qué están diciendo?. Entonces te das cuenta de que ya están interpretando. Así, en ropa de calle, sin escenarios y sin más atrezzo que los objetos de alrededor.
Entre el elenco de actores (Shawn Wallace, Larry Pine…), hay que destacar a Julian Moore, que fue aquí donde obtuvo su primer papel de relevancia, y lo bordó. Comedida, pausada (igual que la obra que representa), realiza un trabajo cargado de emoción contenida. Desde entonces su carrera despegó.
Puesto que, como en el teatro, la interpretación era lo más relevante y sabiendo de antemano que si fallaba, fallaba también la película; David Mamet hizo una adaptación cinematográfica donde todo el peso recaía en sus actores.

No hay en Vania nada más que eso. No busquemos una música espectacular, unos decorados soberbios (sólo hay uno), unos efectos especiales de quitar el hipo, ni siquiera un sonido vibrante. Esta película son sus actores, vive de ellos y ellos le dan la vida.
Es la recreación en celuloide de lo que pueden hacer unas personas para crear un universo imaginario de la nada, sin hacer otra cosa que ponerse a hablar delante de la cámara.




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Bitelchús (1988): Fantasmas novatos



Si tuviese que describir esta película con un adjetivo, sin duda alguna sería original. Han pasado ya unos cuantos años ya desde su estreno en 1988, pero Beetlejuice (o Bitelchús, como lamentablemente se tradujo aquí) sigue siendo igual de impactante, atrevida y pionera de lo que lo fue entonces. 

Realmente es una de mis películas favoritas de mi infancia, que trata el tema de la vida y la muerte, desde un punto de vista peculiar y divertido.

Una pareja joven, Bárbara y Adam, (Geena Davis y Alec Baldwin), tiene un accidente de coche en el río. 

Al volver a casa, todo parece normal hasta que descubren que en realidad han muerto y están obligados a vivir como fantasmas en su propia casa.

Tras conocer la personalidad de los nuevos inquilinos que compran la que fue su casa, deciden recurrir a la ayuda de un bio-exorcista que ayuda a los muertos llamado Beetlejuice (Michael Keaton) para echarles.

El guión tiene detalles extraños que sin embargo te los crees a pies juntillas cuando estás viendo la película; como el desenlace algo precipitado y el propio hecho de que para los muertos, el salir de la casa suponga encontrarse con gusanos de arena. 

Una idea a priori rarísima que, sin embargo se entiende y parece coherente en el universo del filme.

Tim Burton crea un mundo a caballo entre lo onírico, la muerte y la fantasía que da lugar a este singular largometraje. Todo ello plagado de una espontaneidad y un humor característico y negro, no difícil de apreciar. 

Con respecto a las actuaciones, todos los personajes cumplen a la perfección lo que se espera de ellos en una comedia absurda como ésta. 


Geena Davis y Alec Baldwin interpretan a unos personajes que podrían haber resultado demasiado sosos en manos de otros actores. 

Ambos están encantadores en su papel de recién fallecidos que intentan poner un poco de orden desde la muerte; todo un universo que por supuesto desconocen. Apoyados por los organismos burocráticos del más allá y por el propio Beetlejuice.


Por otro lado, la genial interpretación de Michael Keaton como Beetlejuice, dejó huella con un personaje que va por libre sembrando el caos y la confusión; mientras exhibe su socarronería canalla. 
El éxito de la película, dió lugar a que este personaje tuviera su propia serie de dibujos.

Eso sí, el personaje de Bitelchús y su humor de tanatorio esperpéntico puede seguir resultando gracioso a unos y desquiciante y odioso a otros.

Por último, mencionar a Winona Ryder en uno de sus primeros papeles, como la adolescente introvertida y gótica que es la única que consigue ver y simpatizar con los antiguos dueños de la casa.

Es cierto que, dejando al margen la desbordante imaginería visual, “Bitelchus” se queda bastante corta en las posibilidades argumentales que tenía la historia, resultando todo de un tono bastante infantil.

El exceso de caricatura en la presentación de algunos personajes, impiden que la película tenga un tono más sombrío que le hubiera sentado mucho mejor. 

Decir también que el ritmo de la película es irregular y que, curiosamente, el personaje principal de Beetlejuice, apenas sale en toda la cinta, lo que hace que se le eche de menos.

Bitelchus” tiene más carisma que calidad y eso es ineludible; a pesar de los efectos especiales a la antigua usanza por falta de presupuesto, es un clásico y una de las grandes películas de la década de los 80. 


Cuenta con un humor negro y tan políticamente incorrecto que ningún productor se animaría a aprobarla hoy en día. 
¿Cuántas películas similares o con planteamientos de este tipo pueden encontrarse en la cartelera en la actualidad? Ninguna. Por qué será. 




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Los Viajeros de la Noche (1987): Vampiros de carretera






Western ochentero en el que los protagonistas no son los sheriffs ni los forajidos del siglo XIX. Son macarras vampiros y cowboys juveniles inmortalizados a través de una excelente fotografía y una impresionante ambientación. 


A pesar de la originalidad de la propuesta, a uno le da la sensación de que podría haber sido mucho más. Una obra imperfecta. Roza la grandeza, pero no llega a ella por un final de empaque, un final que deja la sensación de que no se ha sabido rematar la historia.


El argumento es el primer punto original: un chaval liga con una jovencita bastante misteriosa, y ésta le da un "beso" demasiado profundo. La mujer resulta ser una vampira y le ha convertido en uno de ellos. 


Se verá obligado a unirse a un grupo de vampiros salvajes a los que pertenece la chica contra los que deberá enfrentarse, al mismo tiempo que sentirá como el amor que siente por ella va en aumento. A partir de aquí, el protagonista comienza una etapa de aprendizaje en la que debe aprender a cazar para quedarse en el grupo. Sino, lo matarán. 


Observar los primeros pasos de un vampiro se torna algo tremendamente sugestivo y adictivo por saber como discurrirá todo a partir de ese punto. Hay que aclarar que el protagonista rehúye de cometer ese acto, manteniendo aún respeto por la vida humana. 


Su lucha irá encaminada a escapar de esa existencia, basada en una vida nómada por los peores antros del medio-oeste americano asesinando y chupando la sangre de todo aquel que se les cruce. 


Al mismo tiempo, no querrá separarse de su joven amada, a la que tratará de salvar para que pueda escapar con él de ese infierno al que fueron introducidos.


La principal baza del filme consiste en el perfecto acercamiento del vampiro a la sociedad actual. Se aleja de estereotipos clásicos, modernizándolos y aportando verosimilitud en sus actos. 


Me gusta la estética, me gustan sus personalidades, me gusta que salga un vampiro niño, me gusta que no enseñen los colmillos ni actúen como pequeñas fieras a dos patas y, sobre todo, me gusta la atmósfera general durante el filme, donde parece posible que existan los vampiros.


La fotografía es muy buena y la música tres cuartos de lo mismo. Las interpretaciones, muy solventes. La ambientación, magnífica. ¿Lo malo? El final. La re-humanización, por así decirlo, no me acaba de gustar ni me parece que cierre bien una película. 


Es un final desastroso que por mal remachado y sentimentaloide, vapulea todas las metas alcanzadas en aquel momento. 


Las deja a una altura que no hace de "Los Viajeros de la Noche" nada suficientemente digno como para ser nombrada como una de las grandes sobre vampirismo, ni nada suficientemente catastrófico como para denigrarla y no darle al menos una oportunidad.


Por poner algún pero más, a pesar de que las actuaciones son correctas; ciertos personajes resultan excesivamente estereotipados (el vampiro chulo, el niñato vampiro, etc..). 


Aunque la pareja protagonista se perfile como una de las principales bazas de esta propuesta, la cosa sólo funciona intermitentemente. El problema es haber querido combinar el sentimentalismo cutre con la acción trillada y violenta.


Aún con todo, "Los viajeros de la noche" es una road movie con ecos al western de lo más original, con una vertiente romántica poco explotada en el género y que funciona realmente bien. Una de las películas de vampiros más curiosas que se han hecho.





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La Rosa Púrpura del Cairo (1985): Sueños de Celuloide



En ocasiones, todo el mundo hemos tenido la necesidad de evadirnos de la realidad. Sobretodo en aquellos momentos en los que la vida diaria y cotidiana nos supera, es necesario para mantener nuestra cordura tener ensoñaciones y fantasías con otras vidas, mundos y escenarios que nos muestra el cine.

Muchos aficionados al cine confiesan que su pasión por el séptimo arte proviene de esa magia que la gran pantalla desprende, permitiéndonos así que durante la proyección nos olvidemos de preocupaciones y problemas.

Y es que la fantasía es necesaria para vivir, ya que sin ella la vida estaría insufriblemente condenada a la cotidianeidad.

Estados Unidos. Gran Depresión durante los años 30. Cecilia (Mia Farrow) es una mujer desgraciada, cuyo marido Monk (Danny Aiello) la golpea, le es infiel y se gasta el dinero que ella apenas alcanza a ganar como sacrificada camarera.

La única actividad que alegra sus días son sus constantes visitas al cine Jewel, donde disfruta viendo películas y evadiéndose de su adversa realidad.

Un film en especial le causa fascinación: “La rosa púrpura del Cairo”, que narra las aventuras de un intrépido aventurero por la ciudad del Nilo.

Un día, y en plena proyección, el protagonista de la película, Gil Shepperd (Jeff Daniels), abandona su rol de Tom Baxter, héroe del film, y traspasa los límites de la pantalla. De pronto, ha sido hechizado por la constancia de la dulce espectadora que, cada día, acude a ver la película a la sala...

Woody Allen escribe una comedia no solamente divertida y original, sino también inteligente. Lo que en apariencia parece ser una entretenida comedia, en su interior encierra una dura crítica al mundo de Hollywood.

Y es que a este director nunca le gustó demasiado Hollywood y eso siempre lo puso muy claro en sus películas, a pesar de que le han dado varios premios por ellas.

Lo raro es que una vez acabados esos menos de noventa minutos no puedo afirmar que haya visto una película de humor y sin embargo no deja de ser una comedia. Es una combinación muy lograda, mezcla de un drama absoluto, de surrealismo y de comedia sana.

Cabe destacar la calidad y el buen hacer de todos los miembros del reparto. Farrow, lleva adelante uno de sus mejores papeles de toda su carrera, dotando al personaje de Cecilia, de mucha ternura y sinceridad.

Jeff Daniels, de gran proyección por aquel entonces, firma un doble papel de enorme solvencia ante las cámaras. Los demás intérpretes demuestran estar a la altura.

Woody Allen ama el cine y el objetivo que pretende con esta película no es plasmar la realidad, donde el mundo sufre por la crisis y el paro sino evadir de ella a los espectadores. Dentro de la pantalla, todos tienen dinero, amor y los besos son perfectos.

Sin embargo, al tiempo que la historia causa mucha gracia, también nos atiza donde más nos duele a los amantes del cine: poca frontera queda, poco paraíso más allá del patio de butacas.



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Silkwood (1982): Los Peligros de la Energía Nuclear


Bajo el logotipo de miedo a la radioactividad, este film destacara para siempre en las listas de mejores historias que abordaron con tacto y emoción este tema, candente hoy y siempre, y del que nuestro planeta no cesa de resentirse a pesar de nuestras profundas mentalizaciones.

Es un drama biográfico de la vida de Karen Silkwood (1946-1974), una líder obrero y trabajadora en una planta nuclear en Oklahoma, EEUU.

En la década de los 70, Silkwood (tras resultar contaminada de radioactividad su compañera Thelma), emprende una campaña para que la empresa adecue los niveles de seguridad de la planta, que utiliza plutonio y óxido de uranio en sus procesos de producción.

Las sustancias altamente tóxicas eran expuestas a los trabajadores con el único fin de una producción mayor y unos mayores beneficios. Karen no apela a principios ecologistas: reclama lo que pide por razones obvias de seguridad de las personas.

Cuando se disponía a denunciarlos a la prensa, sufrió un accidente de tráfico en donde murió bajo circunstancias sumamente sospechosas.

Ella misma pagó con su vida, no sin antes desmantelar, a través del comité que le dio soporte, a la corrupta fábrica.

La película nos presenta a sus protagonistas como unos jóvenes felices y sanos.
El espectador puede imaginar y meterse extremadamente bien en la piel de estos entrañables protagonistas, pues podríamos ser cualquiera de nosotros.

En un contexto, por un lado la relación romántica, de amistad, fiesta diaria con cervezas y felices dentro del hogar que creen haberse situado y ganado el cielo en vida.


Esta felicidad contrasta, con el ambiente cada vez más vulnerable, sórdido y surrealista que se va apoderando del interior de la fábrica y de todos los trabajadores.

A pesar de conocer la amenaza que sobre ellos se cierne, los trabajadores anteponen la necesidad de mantener un empleo a cualquier movimiento que pudiera ser utilizado por la empresa para despedirles. Pero es verdad que siempre hay gente que cree en sus ideales y es capaz de luchar por sí y por los demás, y desde un sindicato si es necesario.

Meryl Streep hace este papel como pocas veces he visto yo trabajar a una actriz. Eso sí, sin negarle méritos a Kurt Russell y Cher, los co-protagonistas, que aportan todo su talento a una historia por demás interesante.

El director Mike Nichols, lleva la película por el tema fundamental de la contaminación laboral y de la deshonestidad empresarial, pero va dejando retazos de la vida de los personajes de una manera sutil y cuidada para que vayamos conociéndolos.

Sabemos de sus amores y de sus desamores, de sus relaciones familiares, amistosas, laborales, sindicales, etc. pero nunca nos deja olvidar el peligro de la contaminación.
Dentro del tema de concienciación medioambiental, yo pondría esta película entre las primeras.

El filme fue candidato a cinco Oscars, pero se quedó sin ninguno; y es que el tema era lo suficientemente espinoso como para que ni siquiera la liberal Hollywood lo premiara con sus más preciados galardones.

Aparte de la capacidad del director de contar una historia sencilla y hacerla grande y entretenida, hay que destacar sobre todo el guión y el elenco, encabezado por Meryl Streep, que está increíble, componiendo a una Karen inteligente, graciosa, fuerte y luchadora en su evolución desde una posición de pasotismo hasta una de total compromiso.

Un año después de su estreno, la catástrofe de Chernobil escandalizó a medio mundo. ¿Casualidad o premonición?. Una película que deja pensando, imposible no verla.


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Un Hombre Lobo Americano en Londres (1981): Lobos Adolescentes



David (David Naughton) y Jack (Griffin Dunne) son dos estudiantes de Nueva York que disfrutan de sus largas vacaciones recorriendo Europa. En el norte de Inglaterra se cruzan con las advertencias de los lugareños. 

Al rehuirlos debido a su fría acogida, se adentran en los páramos siendo atacados por un lobo. Jack muere a consecuencia de las heridas y David es hospitalizado de gravedad en Londres.

Allí conocerá a la enfermera Alex (Jenny Gutter) mientras empieza a padecer visiones de David advirtiéndole de que en la próxima luna llena se convertirá en licántropo. En la noche señalada, empiezan a sucederse una serie de asesinatos por las calles y parques de la capital inglesa.

Las películas de terror, en su mayoría, tienen la mala suerte de marchitarse con el tiempo. Pasados unos años, pierden mucho de su encanto y nos parecen anticuadas, risibles, inocentes o, peor aún, ya no dan miedo.

En el caso de un "Un Hombre Lobo Americano en Londres" la cosa felizmente no es así.

Dentro de que se plantea el tema del hombre lobo, y que toda la historia está tratada con un halo de misterio y suspense (sin llegar a caer en el terror), es cierto que tiene una base muy divertida.

El gran acierto de Landis es atrapar un mito del terror anclado en tiempos pasados y que se desarrollaba en el medio rural y trasladarlo al Londres de principios de los 80. Parte de la falta de prejuicios molestos y se plantea ¿qué pasaría si...?

Después de un inicio soberbio y demoledor, con una lograda ambientación sobria y terrorífica, el film da un giro completo para pasar a ser un cinta con toques de suspense, al igual que trata de hacerse graciosa con un humor negro realmente muy logrado.

Uno de los mejores ejemplos sería el siguiente: las victimas del licántropo, incluido su amigo, apareciéndosele en todo tipo de situaciones cotidianas al confundido y muy a su pesar hombre lobo, devenidos en una especie de fantasmales zombies, recriminándole a través de unos descacharrantes diálogos el estropicio que ha hecho con ellos (entre aparición y aparición, el desmejoramiento físico deveniente de la putrefacción, es cada vez más evidente).

Quizá de hecho, lo que más queda grabado después de ver la película es su visión tan ácida y sarcástica de la muerte.

La transformación en hombre lobo, realizada por el equipo de efectos especiales a ritmo de la magnífica canción “Bad Moon Rising” de Creedence Clearwater Revival, fue para los espectadores de la época toda una conmoción, habiéndose ganado por derecho propio el calificativo de icono cultural.

Aparte, a fecha de hoy no ha sido superada en cuanto a atmósfera y credibilidad por ninguna de las que han venido después (ni lo será, por muchos bits que pongan en el empeño).

El problema es que, a mi criterio, la película no termina de definirse en ningún momento. Por ello creo que pierde contundencia, ya que no termina de asustar ni cumple a la perfección con provocar risa. 

Pero este mix tampoco disgusta, y aunque quizás hoy día resulten bastante toscas sus alternativas y su presentación luzca bizarra, la película entretiene sin grandes pretensiones.

Quizá no tenga los efectos especiales mas buenos del género, quizá sus actores no nos suenen mucho, quizá no sea una película de puro terror. Pero es, si género de duda, una de las mejores películas de hombres-lobo de la historia del cine. A ratos terrorífica, a ratos casi paródica, sorprende la primera vez que se ve.





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