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¿Victor o Victoria? (1982): La delicada linea del deseo entre las personas



París, años treinta. Tras el fracaso de una audición en un cabaret, Victoria Grant (Julie Andrews) camina hambrienta y desolada por las calles de la ciudad. Acuciada por el hambre, decide utilizar una estratagema para disfrutar de una suculenta comida sin tener que pagar. 

En el restaurante, conoce a Toddy (Robert Preston), un homosexual que no sólo le ofrece hospitalidad, sino que tiene la brillante idea de convertirla en Víctor. 

Hacer que ella haga creer a todo el mundo que es un joven gay que se viste de mujer para actuar; para convertirlo así en el mejor transformista de todos los tiempos; aunque en realidad sea una mujer.

Divertida y hasta cierto punto entrañable película, la que nos traía Blake Edwards con su mujer en aquel momento, Julie Andrews, a la que muchos criticaban por no tener el suficiente sex appeal, como para interpretar a esta mujer, que se hace pasar por hombre para poder ganarse la vida como cantante.

A mí esta actriz no me apasiona mucho, pero tampoco hay que quitarle méritos y yo sí que creo que cumple bastante bien con lo que este tipo de papel, no tan fácil de interpretar como puede parecer, demanda.

Lo que nadie podrá negar es que la Andrews, junto con Liza Minneli y mi adorada Barbra Streissand, es una de las mejores voces de la pantalla y aquí deja constancia de ello. 

No soy muy amante de los musicales, pero aquí no se abusan de las canciones y las que aparecen no interrumpen el ritmo del argumento en ningún momento.

Un argumento tan enrevesado (una mujer haciéndose pasar por un hombre que finge ser un hombre) podía haber dado lugar a una cinta chabacana y llena de lugares comunes de dudoso gusto. 

Pero esta película la escribe y dirige Blake Edwards, director de "Desayuno con Diamantes" y "Dias de vino y rosas".

Llena de escenas entrañables donde la amistad, el humor, el optimismo, la voluntad y el hambre pueden hacer que tu vida cambie; además "¿Víctor o Victoria?" es pionera en el tratamiento de la homosexualidad en el cine: con total naturalidad y, a la vez, de modo reivindicativo a través de unos diálogos muy acertados.








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Cristal oscuro (1982): Fantasía épica para adultos



Permitiéndome una vez más gustosamente activar mi vertiente nostálgica; diré que en la actualidad, y de un modo deprimente, ya no existe esa magia que inundó esa época dorada, que fueron los ochenta en el campo de la fantasía.

Por razones que resultan inexplicables, ni en los setenta ni en los noventa se ha logrado esa fuerza plena de encanto, ternura, tenebrosidad y misticismo.

Obras en ligas menores como Legend lo han conseguido, así como también grandes filmes de la talla de La Princesa Prometida, Dentro del laberinto o La Historia Interminable. Todas ellas forman un conjunto perdido en el tiempo, como fruto de un milagro que ha encandilado (y encandilará) miles de generaciones.

Siempre me han gustado las creaciones de Jim Henson; su desbordante ingenio y su poderosa imaginación no es algo que abunde en nuestros días.

Este hombre fue un maestro de la creación de mundos de fantasía tiernos, surrealistas y hasta oscursos, para todas las edades. 

Ya se puede buscar y rebuscar en el cine que se hace hoy en día y no se encontrará nada parecido, ni en cuanto a imaginación, ni en cuanto a calidad, y eso que los medios eran entonces mucho más limitados.

Las creaciones de Jim Henson, (y hablo de toda su producción y no sólo de esta película) han recorrido medio mundo y forman parte de la infancia más feliz de varias generaciones.

 “Cristal Oscuro”, está compuesta por completo por marionetas, animatronics y con un escenario completamente móvil y lleno de vida, algo totalmente novedoso en su época; Jim Henson y Fran Oz tardaron cinco años en crear esta maravilla.

Encontramos una aventura ambientada en un mundo totalmente imaginado, repleta de un rico universo de seres fantásticos, donde reina una concepción minimalista de la eterna lucha entre el Bien y el Mal.

En este caso con dos razas al borde de la extinción, los “Sabios Místicos” y los malignos “Skekses”, que son una división de una raza mucho más antigua, los “Urskeks”.

Ambas razas son los polos opuestos de los “Urskeks” y se interconectan entre sí debido a un cristal mágico que antes les unía y que ahora está incompleto. 

Una antigua profecía cuenta que un pequeño ser, un Gelflin, será el elegido para completar el cristal y llevar así la paz y el Bien al mundo.

El mundo que se nos pone delante es completamente creíble y uno olvida, que lo que está viendo son marionetas desde el principio hasta el final. 

Resulta muy fresco ver una película hecha así, estando como estamos inmersos en la era de los incontanbles efectos por ordenador y 3D.

Sin embargo, encuentro dos puntos flojos que hacen que esta cinta para mi haya sido interesante y entretenida únicamente, y solo le de el aprobado raspado.

Lo primero es que el guión está contado de una forma un poco enrevesada, hay detalles que quedan poco claros y en ocasiones uno se pierde un poco, lo que puede llegar incluso a aburrir por momentos.

Y lo segundo y lo más importante para mi, es que la acción transcurre demasiado lenta, cosa que también puede llegar a resultar aburrida, según el espectador.

Un monumento a la imaginación, demostrando que por muy grande que uno sea y por muchos años que pasen; la fantasía y la épica pueden durar para siempre en el corazón de una persona.

Una rareza para descubrir, quién no haya tenido la oportunidad de haberlo hecho ya.







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Sola en la oscuridad (1967): Peligro entre tinieblas



El fotógrafo Sam Hendrix conoce en un avión a una modelo. La joven lleva consigo una muñeca llena de droga y la cambia por una muñeca de regalo que lleva Sam sin que éste se dé cuenta.

Más tarde, en Greenwich Village, dos delincuentes que tratan de recuperar la droga se encuentran en el apartamento del fotógrafo con Roat (Alan Arkin), un despiadado criminal que ha asesinado a la modelo porque intentaba traicionarlo. 
Su conversación se ve interrumpida por la llegada de Susy (Audrey Hepburn), la esposa de Sam, que es ciega.

Interesante historia con un guión que podría haber sido firmado por el mismísimo Hitchcock, porque se desarrolla, casi en su totalidad en un pequeño apartamento de Nueva York, y tiene 5-6 personajes y una trama muy sencilla.

La diferencia está, claro es, en la trama en sí: el malo, malísimo, intenta recuperar una muñeca con droga (para los ojos de esta época, en mi opinión, se ve una cantidad de droga muy ridícula para tanta historia), que tiene, circunstancialmente, la mujer ciega de un fotógrafo que se ha ido de viaje.

Suzy es un personaje astuto, a pesar de su discapacidad visual. Ella aprovechará sus otros sentidos, para desatarse en las situaciones que se le presentan, y conseguirá engañar en varias ocasiones a sus atacantes.

Siendo Audrey Hepburn una de las actrices más reconocidas en la historia del cine, no se puede esperar menos que una actuación espléndida. Sorprende gratamente la capacidad de deducción de su personaje, que presenta un sexto sentido a la hora de obtener información a través de los aromas, sonidos, las conversaciones y la intuición propia.

Con respecto al resto de actuaciones, Richard Crenna está irreprochable en su labor y Alan Arkin frío y destacable en su tarea. El resto de secundarios están simplemente correctos y no restan calidad a la película.

Como curiosidad, decir que la historia está basada en la obra de teatro homónima de Frederick Kont, autor de "Crimen perfecto" y otros éxitos policíacos.

En la original representación teatral de ‘Sola en la oscuridad’: en el momento de mayor tensión, apagaron las luces de toda la sala y los espectadores se quedaron completamente a oscuras. 

El director Terence Young ,volvió a repetir para la gran pantalla este mismo experimento. Y le funcionó a la perfección.


Una pequeña gran película que logra camuflar bastante bien el origen teatral de su argumento, manteniendo estupendamente la tensión en el ánimo del espectador, que quiera degustar una producción tan asfixiante como bien elaborada.





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El Quinteto de la Muerte (1955): La anciana de la muerte



En una casa aislada y próxima a las vías del tren vive la señora Wilberforce, una venerable anciana que alquila dos habitaciones al misterioso profesor Marcus y a los cuatro miembros de su siniestra banda de música.

Conseguir que una comedia funcione a la perfección, y que el mecanismo por el que eso sucede no se note en pantalla, es algo a lo que cualquier director debe aspirar.

Puede haber muchos gags y situaciones brillantes, pero que esa suma de momentos aislados den como resultado una obra redonda, en la que todo fluye sin aparente esfuerzo, es algo que muy pocas veces se consigue.

Todo esto que comento en el párrafo anterior se cumple a la perfección en El quinteto de muerte, deliciosa comedia, con toques muy negros, que funciona de manera precisa y brillante, ofreciendo elevadas dosis de originalidad y un acabado visual impecable.

La historia de "El quinteto de la muerte", tiene como protagonista a una entrañable anciana, de modélicos modales, que vive en una peculiar casa con vistas a las vías del tren. 

Allí recibe la visita de un extraño caballero que busca alquilar una habitación donde vivir y, además, poder ensayar con su  quinteto de música. 

La anciana le acoge en su casa, encantada con la posibilidad de escuchar los ensayos.

La intención de este hombre y su quinteto de música es bien distinta, ya que su idea es cometer un robo por todo lo alto, en el que la ancianita tendrá un papel importante sin ella saberlo.

A partir de ese momento, la sucesión de equívocos provocarán un desarrollo de los acontecimientos realmente desternillante, donde los ladrones se darán cuenta, que su mayor problema no será hacerse con el dinero, sino soportar a la “tierna” anciana.

Esta sucesión de situaciones cómicas, con algún grado de tensión incluido, desembocan en un final más negro que el carbón, como el transportan esos vagones que tanto protagonismo, adquieren al final de la película.

Es evidente la maestría del “casting” en la configuración física de los cinco esperpénticos ladrones, con escenas que definen claramente su personalidad:

Marcus (Guinness) es hipócrita y vehemente, de mirada ratonil y gestos expresionistas; Louis (Herbert Lom), es el más caricaturesco de todos en su indisimulada maldad, vestido como un gánster de Chicago, incapaz de mantener en la postura correcta, el violín que le ha tocado en suerte.

Después tenemos a Lawson (Danny Green), que simula ser contrabajista dada su corpulencia, la misma que le convierte en un gigantón entrañable y algo corto de luces; Harry Robinson (Peter Sellers) es el menudo y amable del grupo, el más cómico y convincente. 

Por último, el mayor Courtney (Cecil Parker) resulta en cambio el más asustadizo y el más incrédulo en cuanto al golpe.


Una comedia británica original y corrosiva, que sabe sacar partido a situaciones cruentas, para convertirlas en humor chispeante.







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Gente Corriente (1980): Dramas familiares de gente normal



Conrad acaba de salir del hospital después de haber intentado suicidarse a raíz de la muerte de su hermano en un accidente. Mantiene una relación muy tensa con su madre y vive atormentado por sentimientos de culpa.

Aunque visita todas las semanas a un psiquiatra, no se siente a gusto hasta que conoce a una compañera del coro y empiezan a salir juntos.

Ordinary people", primera película dirigida por Robert Redford (con una no muy extensa, pero interesante filmografía), está basada en la novela del mismo título de la psicóloga estadounidense Judith Guest.

La autora, que había tenido en su despacho a un buen número de adolescentes, sintió que las crisis familiares que suelen darse entre estos y sus padres, daban para unas interesantes historias.

Podemos discutir si era la mejor película del año, pero de lo que no tengo dudas es que estamos ante un muy buen film.

Yendo formalmente a contracorriente del cine de la época, por su ritmo soegado, y sin aspavientos, consigue conectar con las únicas herramientas de la palabra y los silencios.

Las actuaciones son un punto a favor, Timothy Hutton en una composición magistral, dando vida al personaje más acomplejado por la desgracia, en parte por sentirse culpable, y por otro lado por la etapa de su vida en que se produce esta pérdida. Merecido su Oscar como mejor actor de reparto.

Mary Tyler Moore y Donald Sutherland consiguen hacer creíble cada escena del filme, y aportan la cuota de experiencia para darle a la cinta el toque aplomado y sobrio necesario para este tipo de filmes.

Me gustó mucho cómo están retratados cada uno de los personajes, muy bien caracterizados, interactúan en un argumento solvente y sólido desde el aspecto lógico.

La mayor virtud de la cinta es que es realista. Es el retrato de una familia que se cae a pedazos fruto de una tragedia pasada, y de un joven que no consigue salir de la depresión en la que se encuentra sumido, víctima de su propio hundimiento, culpa y desolación.

Lleno de dudas y desesperación, Conrad sufre, como sufre su padre, su madre, su amiga, y como todo el mundo. 

Porque ellos, con su tragedia, y a pesar de todo, no son más que eso, gente corriente.

Gente corriente de clase media-alta, que llena sus vacías vidas con lujos y caprichos (teatros, fiestas) que no palian la pena que sienten en el fondo.

Película muy recomendable y de visión obligada para entender un poco de las relaciones familiares, pues en toda familia se esconden dramas a la luz del día o a puertas cerradas.


Puede que después de verla, echemos una ojeada a nuestra propia familia y nuestros pequeños dramas.





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