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Los Asesinatos de Mama (1994): Amor de Madre Extremo



El siempre irreverente (por no decir el que más) cineasta John Waters, lleva hasta las últimas consecuencias el apelativo de madre coraje en esta divertida (y también sangrienta) comedia negra, donde una mujer es capaz de los actos más atroces con tal de salvaguardar el buen nombre de su familia.

La historia nos ofrece la vida de una simpática y dulce ama de casa (Kathleen Turner), con un pequeño problema; no duda en matar cuando alguien hace algo que no le gusta, y dado que todos (o casi todos) sus crímenes son bastante justos, nos divertimos mucho y disfrutamos tanto como ella.

Dividida en dos partes; una, la persecución de una implacable asesina casera de nulo metodismo y nula pulcritud a la hora de cometer asesinatos; y dos, el apoyo social que recibe en el juicio que se hace frente.

En ese juicio en el que ella, a todas luces culpable de las muertes de las que se le acusa con pruebas irrefutables; decide defenderse sola y uno tras otro ridiculiza a los testigos, haciendo que sus testimonios carezcan de credibilidad; recurriendo a incongruentes razonamientos, que solamente pueden funcionar en una comedia…¿o tal vez no?

La siempre polémica Kathleen Turner debió ganarse muchos detractores al aceptar este papel. Nadie mejor que ella, ha conjugado en su carrera obras maestras (Fuego En El Cuerpo),l con auténticos bodrios (La Joya Del Nilo).

Pero es que, a mi parecer, éste es uno de sus papeles estrella. Kathleen se ríe en esta película hasta de su sombra. Y borda el papel de dulce ama de casa norteamericana, que en su bipolaridad es capaz, por ejemplo, de asesinar a una vecina que no recicla.

Si no se conoce el casi apocalíptico Baltimore trazado por el excéntrico John Waters, desde sus primeras películas hasta el presente; todo resulta fresco, divertido e incluso rozando lo transgresor.

Ahora bien, en caso de haber seguido la filmografía de este director, la fórmula empieza a ser cansina, lo que no obsta que "Los asesinatos de mamá" se pueda recomendar, tanto a los novatos, como a los fans y seguidores habituales del director.

La película sirve como ataque contra la imagen de la familia feliz americana y que, además encierra también, una mordaz crítica contra algunas de las actitudes de la sociedad ante los problemas.

Una comedia negra y bizarra, que genera risa y desconcierto a partes iguales; creando una esquizofrenia mental muy agradable, ya que deriva hacia un humor demasiado ácido. No es ni será un clásico, pero como entretenimiento bien vale darle una oportunidad.





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Crash (1996): Fetichismo extremo y enfermizo.



 Acercarse al cine de David Cronenberg casi siempre termina por ser sinónimo de hacer un viaje al lado más oscuro del cine. Su obra siempre está salpicada de ambigüedad, de perversión, de riesgo; de ambientes asfixiantes y malsanos, de violencia, sangre... Cada película suya es un reto directo.

¿Qué pasa si sufres un accidente... y te gusta? Original idea que Cronenberg dirige, basándose en la novela de J.G. Ballard, construyendo una narración masoquista, que ronda la pornografía.

La historia comienza cuando James (James Spader) y Helen (Holly Hunter) tienen un accidente de coche en el que ella queda viuda y ambos marcados de por vida. 

Ya en el hospital conocen a un extraño tipo de nombre Vaughan (Elias Koteas), un hombre de aspecto grotesco (lleno de cicatrices y otras marcas), fascinado por los traumas y los accidentes automovilísticos. 
Vaughan les sumergirá en una espiral de sexo y violencia, tanto a ellos como a Catherine (Deborah Kara Unger), la mujer de James.

“Crash” es una búsqueda desesperada de nuevas sensaciones sexuales en unos personajes cansados de haberlo probado todo ya, pero que se resisten en caer en la monotonía. 

Los personajes de esta cinta no parecen conocer lo que es el amor. 
Viven en una continua búsqueda de la felicidad basada en el placer, quizá metaforizando la frenética monotonía de nuestro estilo de vida actual, en el que nada parece satisfacernos por completo. 

Tan sólo una experiencia nueva y arriesgada como la que se les presenta, que les exige ponerse al límite cada vez, salvando la delgada línea que les separa de la muerte para obtener así lo que buscan, parece llenarles de una forma distinta.

Aunque no hay una historia fantástica como suele ser habitual en el director; aquí te transporta a un universo distinto, donde la satisfacción sexual y el fetichismo gobiernan entre los personajes. 

Holly Hunter, James Spader, Deborah Kara Unger, Elias Koteas y Rosanna Arquette hacen sus papeles creíbles, dejándose envolver por la oscura y casi dolorosa atmósfera que logra el film.

Demás está decir que este tipo de películas no es para cualquier paladar, y que lo más probable es que resulte desagradable y patológica a nivel general. De hecho el filme, a mi criterio llega a perder la conexión con la realidad, se transforma en una retahíla de situaciones muy traídas de los pelos.


Y es que da la sensación de que todo parece sin justificación aparente, faltando más claridad y precisión en el establecimiento de los objetivos del filme.

Dura, fácilmente detestable, tal vez incomprensible, tiene de todas maneras la fuerza propia de su director y si consigues entrar en ella puede ser que consiga fascinar de alguna manera. 

Algo en común que une tanto a quienes la repudian como quienes la disfrutan, es que consigue desconcertar.

A pesar de las críticas que ha ido cosechando con el tiempo debido a su bizarro argumento; es admirable que haya alguien (en este caso, Cronenberg) que habla directa abiertamente de cosas como el lado oscuro del ser humano. 

Explorando lugares del subconsciente nunca vistos; mostrando actividades humanas arriesgadas e inimaginables; sin tapujos, enseñando la miseria humana desde un punto de vista observador y voyeur, simple y llanamente. 

Lo que en cada cabeza, corazón o alma se retuerza... bueno, ese ya es problema particular de cada uno.






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Fargo (1996): Sangre sobre la nieve


Una mezcla entre el thriller y la comedia con rasgos de humor negro macabro y absurdo muy interesante. En este caso, nos encontramos ante una película dura, extrema, que gana en intensidad a cada minuto.

La acción se sitúa en Minesota y alrededores. Un tipo normal Jerry Lundegaard (William H. Macy) jefe de ventas de una empresa automovilística, Jerry necesita una fuerte cantidad de dinero para saldar unas deudas, y decide pedirseló a su suegro, el millonario Wade Gustafson (Harve Presnell), pero este se niega a dárselo.

Jerry decide contratar a dos secuestradores (Steve Buscemi y Peter Stormare) para fingir el secuestro de su mujer Jean (Kristin Rudrup) con el fin de pedirle el dinero para el rescate a su suegro, y después repartirse el rescate con los dos secuestradores.

Lo que en un principio parecía un plan sencillo se va complicando resultando varias personas muertas.

El caso de las extrañas muertes, lo lleva Marge Gunderson (France McDormand) la sheriff, una mujer embarazada que vive en el pueblo junto a su marido.

El desarrollo se reduce a una exposición de personajes en situaciones delirantes, en las que la degeneración moral y las conversaciones triviales son la mejor expresión de la indiferencia.

Los hermanos Coen suelen introducir algo de absurdo o de cómico en películas que bien podrían tener una trama muy dramática; lo hacen para relajar un poco al espectador, pero aún así sabes que cosas tan sutiles como esas se pueden dar en la vida real.

 Las interpretaciones están estupendas resaltando al trío protagonista; William H. Macy esta incomensurable, fuera de sí.

Steve Buscemi, como ya es común, simple y sencillamente sublime. Frances Mcdormand dando vida a una embarada policía cafeinomaníaca, lo realmente fantástico.
Los secundarios están fenomenales, comenzando por Peter Stormare, magnífico, cruel, es un monstruo. El arrogante Harve Presnell da lo suyo. Y John Carroll Lynch esta en su lugar.

Los hermanos Coen tienen una manera muy propia de acercarse a los problemas del mundo. El asombro está presente en sus películas; asombro ante una cotidianidad donde la insania se hace presente.

Los contrastes entre “normalidad” y “monstruosidad” son mostrados en todo su esplendor dentro de una fatalidad que ninguna voluntad humana es capaz de detener.

Como casi siempre, la codicia junto al dinero, termina por perder a unos seres egoístas y resentidos cuyo horizonte moral deja mucho que desear.





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Clerks (1994): Homenaje al gamberrismo juvenil freak



No creo alejarme mucho de la realidad cuando expongo que durante los años 90 se inició una reivindicación a hacer un cine más independiente y personal por parte de autores que mostraron su gran e irreverente talento, como pudieran ser Kevin Smith, el director de la cinta que ocupa esta crítica, o incluso Quentin Tarantino.

El original director Kevin Smith nos deleitó allá por 1994 con esta ópera prima. una historia cotidiana pero original; donde su autor únicamente colocó una cámara ante sus actores, filmándoles en un pobrísimo blanco y negro careciendo de todo tipo de medios y recursos.

Pese a que la película tiene una trama definida, ésta no es más que una excusa para mostrarnos el día a día de Dante, un vendedor de una tienda de 24 horas, su amigo del videoclub de al lado y su mini-universo.

A eso, se le suman los personajes más absurdos que puedas imaginar, pero todos ellos bastante realistas, que reconocerán si el espectador ha trabajado cara al público (de hecho muchos de los gags están basados en las experiencias de Smith trabajando en una tienda).

El resultado final es una película poco cuidada y no muy bien hecha, pero con un pulso narrativo y fuerza, que hacen de su visión algo obligatorio gracias a sus sinceros, ácidos y banales diálogos.
Casi se podría decir que es un collage de cortos, unidos por una leve historia general.

Escenas como la del representante de chicles que organiza una revuelta contra el tabaco, el accidente en el funeral, las menciones constantes al olor a betún o el hombre del cuarto de baño, perduran en la memoria gracias a su sencillez y genialidad. 

Además, la introducción de las “mascotas” de Smith Jay & Bob el Silencioso, que estarán a lo largo de toda su filmografía, es también bastante notable.

Pese a la continua sucesión de situaciones, el filme no llega a hacerse pesado en ningún momento. Más bien al contrario, estamos esperando cuál será la próxima ocurrencia o el siguiente tarado que entrará al local.

Sin pretensiones, esta película tarda muy poco tiempo en engancharte e introducirte en las vivencias de unos personajes honestos, a los que les pasa lo que a todo el mundo, con los que no es difícil empatizar.

Sin perder en ningún momento el ritmo, nos va regalando pequeños detalles de humor y filosofía callejera, todo sumergido en un ambiente noventero, muy grunge y punk, característicos de los 90. La nueva generación que estaba por venir, con sus preocupaciones e intereses.

Gracias a “Clerks”, ahora sé que una película "freak" puede llegar a ser algo tan sorprendente como un clásico - salvando distancias, claro -.



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La Muerte y La Doncella (1994): Terribles Fantasmas del Pasado


De Roman Polansky uno debe estar previamente avisado: con algunas excepciones, sus obras rodearán asuntos turbios, siempre muy turbios; en este caso, una historia centrada en un matrimonio, un apartamento y una larga noche en que se desvelan muchas cosas.

La venganza, la necesidad de olvidar, el dolor no reparado, son los temas con los que Roman Polanski enfrenta al espectador con sólo tres personajes, cuyas interpretaciones son inmejorables.

Durante el período de una dictadura en un país sudamericano, Paulina Escobar (Sigourney Weaver) fue torturada y violada por sus captores.

A pesar del trauma no delató lo ocurrido a su entonces novio Gerardo Escobar (Stuart Wilson), que participaba activamente como opositor al régimen, como editor de un diario clandestino. Más tarde contraerán matrimonio y se asentarán en la costa.

Un día Gerardo tiene problemas con uno de los neumáticos de su automóvil y es traído a su casa por un hombre desconocido. Una vez allí, Paulina cree reconocer la voz del desconocido como la de su torturador.

Deberá confiar en su oído, porque en las torturas llevaba los ojos vendados, y en evidencias descubiertas en el momento, para hacerlo confesar y al mismo tiempo convencer a su incrédulo esposo.

En esta historia el papel del recuerdo a través del oído juega un papel fundamental.

La protagonista, mientras era violada escuchaba “La muerte y la doncella”, pieza compuesta por Franz Schubert, que su violador ponía durante los abusos; de ahí el título de la película, y la recurrente aparición de esta pieza durante toda la película.

Sigourney Weaver, siempre efectiva (su narración de las torturas es de una conmoción brutal), elabora aquí un perfil de víctima torturada absolutamente creíble y revelador en su interacción con el personaje del supuesto torturador, encarnado magníficamente por Ben Kingsley.

Finalmente, Stuart Wilson cierra el trío actoral, con su correcta aportación de un mediador en un conflicto, en el que también se ve indirectamente implicado.

Es paradójico que estrellas consagradas como estas se presten a papeles tan poco populares como los que nos ocupan y sigan demostrando su valía sin fisuras, ya que demuestran ser buenos profesionales.

Una película muy bien recreada, con el toque magistral de Polanski quien nos regala una narración absolutamente inquietante, que termina constituyéndose en un juicio forzado y apresurado de una mujer que está marcada por las más horribles vejaciones a la que una mujer pueda estar expuesta.

Un thriller asfixiante, siniestro y altamente recomendable, que busca en el fondo ahuyentar fantasmas y recuerdos grabados en la memoria y que ni siquiera el paso del tiempo pudo borrar.




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