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La Misión (1986): El Cielo en la Selva



Hispanoamérica, siglo XVIII. La acción se desarrolla en la jungla tropical próxima a las cataratas de Iguazú. Allí un misionero jesuita, el padre Gabriel (Jeremy Irons), sigue el ejemplo de un jesuita crucificado, sin más armas que su fe y una flauta. Al ser aceptado por los indios guaraníes, Gabriel crea la misión de San Carlos.

Hermosa película que supone un alegato al trabajo realizado por los jesuitas en la evangelización de Sudamérica; quienes sin más armas que la fe, llevaron a cabo la encomiable tarea de cristianizar a unos indígenas, hostigados por españoles y portugueses en el tráfico de esclavos. 

El estreno de "La misión" parecía que traería, por fin, la realización de películas sobre la colonización iberoamericana. Un futuro cargado de historias de conquistas, resistencias, traiciones, ocaso de culturas, choque de civilizaciones..., todo un nuevo género aun no explotado.

Más de un cuarto de siglo después sigue siendo una de las pocas incursiones que ha dado el cine sobre esa parte de la historia.

Dentro del ámbito de la filmografía pocas obras nos pueden hablar de forma tan inspirada de temas como la culpa y la redención, las luces y sombras de la sociedad humana, como lo hace “La Misión”.

Es en definitiva la trágica lucha de un hombre de fe y un hombre que logró escapar de su infierno personal por una visión imposible, que se desvanece inexorablemente en los fuegos de la traición.
Considero que esta película muestra como eje principal, la posición de la iglesia ante el Estado y frente a la población indígena, justificando lo que sea necesario para mantenerse evangelizando.
 
También muestra las contradicciones y debates durante la evangelización indígena como agente determinante en América, la evolución de la población indígena frente a la colonización, así como también la sensibilización de algunos misioneros en favor de la causa indígena.

Además se destaca la resistencia y resguardo de los indígenas sobre su cultura y territorio del cual fueron despojados sin tomarlos en consideración como individuos de una sociedad propia de esas tierras. 

Esta es una película que apela a la espiritualidad del espectador, a través de escenas de gran carga emotiva y estética.

Decir que la película posee un ritmo pausado, y proporciona un gran placer estético. Su historia es dura pero está rodada con una gran sensibilidad, y su banda sonora resulta muy acorde, con el espíritu poético de la película. 

Robert De Niro y Jeremy Irons están inconmensurables. Son dos personajes muy distintos. El primero es un aguerrido mercenario capaz de asesinar a su hermano por celos y el segundo es un pacifista convencido cuya actitud está guiada por el amor a Dios.

Que para algunos esta película resulte algo sobrevalorada y pretenciosa… pues quizá, para qué nos vamos a engañar. Pero la intención creo que es buena, y a veces hay que arriesgarse haciendo historias así.

La película en definitiva, es una oda al amor y al arrepentimiento, con la Iglesia de por medio ofreciendo las dos caras opuestas que han ofrecido a lo largo de la historia; con sus misioneros iluminados por la fe del Señor y sus obispos y cardenales vendidos a los quehaceres políticos y mercantiles.





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En el Nombre del Padre (1993): En el nombre de la verdadera justicia



Asusta pensar que está basada en hechos reales y que pasen cosas así, aunque me imagino que habrán pasado más, y todas las que no sabemos.

Refleja los hechos reales del mayor fallo conocido de la justicia británica y a sus víctimas, al condenar injustamente a una familia de Irlandeses por pertenecer presuntamente a la banda terrorista del IRA. 
La película se centra en uno de ellos, Gerry (espectacular Daniel Day Lewis), que hasta el momento que es acusado, era un rebelde adolescente.

A mediados de los años 70, el enfrentamiento entre el IRA y los soldados británicos movilizados en Irlanda del Norte, se encuentra en un punto álgido de violencia: se suceden las detenciones de personas a las que se vincula con el IRA, mientras sus miembros contragolpean detonando bombas en suelo británico.

Fuertemente presionados por una sociedad atemorizada y radicalizada ante el terrorismo; policías y políticos deciden encontrar a la carrera un “chivo expiatorio”, que devuelva a la sociedad su confianza en las instituciones, aunque ello suponga condenar a unas personas, contra las que no se tienen las pruebas necesarias.

En poco tiempo, Gerry y varios amigos y familiares (incluyendo a su padre, Giussepe) acaban en la cárcel por unos delitos que no han cometido.

Cuando todos ellos ya han pasado 15 años en prisión, aparece una inconformista y batalladora abogado inglesa, Gareth Peirce (Emma Thompson), que desea reabrir el caso... 


Uno de los muchos aciertos de "En el nombre del padre" está en el brillante personaje de Giuseppe Conlon (Pete Postlethwaite, el padre de Gerry). Y con él, el gran retrato psicológico de la relación con su hijo.
La pareja consigue crear un mundo particular a base de recuerdos y diálogos.

Y es que la relación da para muchísimo pues la película, realmente versa sobre la maduración de Gerry, de cómo pasa de ser un auténtico tarambana a un hombre hecho y derecho. 

Todo esto gracias al ejemplo constante, callado y de entereza de su padre; y sobre todo, por su fe, su bondad y su entrega a los demás sin pedir nada a cambio. 
Su grandeza es de tal calibre, que se gana el respeto y la admiración de los propios presidiarios.

Hay sitio para un contundente drama judicial basado en hechos reales, en una denuncia tanto a los corruptos métodos policiales, la impotencia ante los abusos de un estado o la farsa en la que se puede convertir la justicia.

Al igual que se habla del terrorismo irlandés, en una postura equilibrada difícil de mantener en aquella época en la que el terrorismo del IRA (y no sólo ese) tenía un crédito extraordinario a todos los niveles, cosa que cambió radicalmente tras el 11 S.

Capítulo aparte para las interpretaciones: abrumadores Daniel Day-Lewis y Emma Thompson, muy bien secundados por el íntegro papel que encarna Pete Postlethwaite y el odioso inspector de policía Robert Dixon (brillantemente encarnado por Corin Redgrave). 

Films como este dejan patentes que algo falla en el sistema judicial actual; que cuando la sociedad y el Estado necesitan una víctima es cuando se producen las mayores injusticias sociales. 
Porque ¿a dónde puede llevar buscar un culpable sin suficientes pruebas, solo porque la sociedad se siente insegura ante los crímenes que se cometen?. 

Esta película nos enseña que el miedo crea injusticias, y las injusticias crean mártires demostrando que el sistema judicial falla, y en ocasiones de forma muy grave.




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El Fugitivo (1993): Persecución sin respiro


Entre los años noventa y la primera década de 2000, se desató una moda en el cine, propia de la preocupante falta de ideas de la que hacen gala muchos guionistas hollywoodienses: adaptar exitosas series de televisión del pasado al mundo del celuloide.

En el caso que nos ocupa aquí; a partir del caso real de un médico que en los años cincuenta fue acusado de haber asesinado a su esposa y que siempre negó haber cometido dicho crimen, fue realizada años después una celebérrima serie de televisión, El fugitivo, que como era previsible tuvo su adaptación a la gran pantalla.

La historia nos cuenta los mil y un avatares del sufrido doctor protagonista una vez consigue fugarse, procurando no solo escapar de sus perseguidores, sino también desentrañar el misterio que envuelve el asesinato de su esposa, además de capturar a su asesino.

Por un lado Harrison Ford es el atormentado Richard Kimble, quien se desenvuelve muy bien en el cine de acción (ahí están Han Solo e Indiana Jones para demostrarlo).

Pero este rol requería algo más: un paulatino cambio de sentimientos desde el dolor provocado por la muerte de su amada esposa, hasta la resolución de hacer justicia, pasando por la consternación producida por ser el principal sospechoso del crimen.

Junto a él, tenemos a Tommy Lee Jones en su papel del duro policía Marshall. 

De hecho su personaje tuvo tanta aceptación que cinco años después se estrenaría una secuela, con él de protagonista en la búsqueda de otro fugitivo: U.S. Marshalls.

La verdad es que Jones, a pesar de tener un pequeño punto de villano (en definitiva era él quien quería meter entre rejas al protagonista, independientemente de que fuera culpable o no) supo dotar a su personaje de ese tipo de carisma con el que se logra empatizar con el gran público.

En los aspectos técnicos y visuales la película aprueba sobradamente, con algunas escenas que podrían considerarse ya clásicas dentro del cine de acción. 

Con un buen ritmo, “El fugitivo” constituye un notable ejemplo de cine de acción, y está muy bien rodado y montado, aunque cabe reprochársele que se le tienda al espectador alguna que otra trampa.

Y es que la cosa pierde enteros cuando se adentra en los pantanosos terrenos del "thriller farmacéutico", ya que lo que realmente llama nuestra atención es esa persecución, el hombre solo contra su perseguidor, rodeados, eso sí, de una buena cuadrilla de secundarios (entre los que podemos ver a Julianne Moore en uno de sus primeros papeles).

Por supuesto, siempre habrá alguien al que le parezca demasiado fantasioso, que un cirujano vascular sea tan inteligente y tan escurridizo como para escapar de un experimentado agente federal; el cual mueve cielo y tierra para dar con él y ve cómo siempre se le escapa de las manos.

Pero esto es puro cine de evasión señores, y quien ve esta película espera disfrutar con ella sin pensar en lo raro que resulta una escena o lo imposible que parecen ciertas cosas.




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Esencia de Mujer (1992): Sentimientos Encontrados




Interesante película que reflexiona sobre la vida, sobre buscarle un sentido cuando todo parece perdido, sobre la esperanza, sobre comenzar a vivir y aprender a madurar.

Un estudiante de pocos recursos económicos, Charlie Simms (Chris O’Donnell), encuentra un empleo para hacerse cargo de un ex militar ciego, Frank Slade (Al Pacino), durante un fin de semana. A la vez, debe afrontar muy seriamente su futuro, pues se halla en una situación sin salida alguna.

Durante ese fin de semana, al joven estudiante se le irán disipando las dudas, a la vez que adquiere importantes conocimientos de la vida a través de la persona que tiene a su cuidado.

Al Pacino como el Coronel Frank Slade, es una de las mejores actuaciones que he visto hasta el momento con sus enormes frases y sentencias, donde en ellas se mezclan la acidez y la ironía con una sinceridad aplastante.
Lo de Chris O'Donnell también es muy meritorio; su sentida actuación es para ser tenida en cuenta. A pesar de que cualquiera se oscurece ante la gran figura de Al Pacino, consigue estar a la altura.

Son dos personalidades completamente distintas. Charlie es un joven tímido, inocente y honrado, que en un principio sólo soporta al irrespetuoso hombre por que necesita el dinero.

En cambio el Coronel es un hombre astuto, egoísta, algo enganchado a la bebida y a las mujeres y consumido por la amargura.

El desarrollo de los personajes es correcto, tenemos por un lado la frustración, el orgullo de haber sido alguien importante y el deseo de no dejar de serlo en la actualidad cueste lo que cueste.

Mientras que en la otra cara visible, tenemos un ser humilde, de bajo perfil que busca a toda costa poder solventar sus estudios para llegar a ser alguien en la vida.
A pesar de ser un filme extenso al que le sobra metraje, consigue hacerse ameno. Tiene circunstancias muy entretenidas a las cuales sólo le encuentro el engaño típico que uno puede encontrar en el cine de Hollywood: lo edulcorado que resulta.

Es de ese tipo de películas que cierran redondo, donde los discursos son muy bonitos y buscan el aplauso y la emoción final.

En ello me pareció que es pretencioso, además de ciertas escenas que resultan algo forzadas e inverosímiles.

Con respecto al argumento, pudo haber sido mejor, pero qué mas da: un actor excelente logra salvar en ocasiones hasta los guiones más mediocres, como es éste caso.

No obstante, destaco el tratamiento del contraste subyacente, entre una vida que se apaga y una que perfila su futuro; allí es donde se da la magia del filme.

Pese a los años transcurridos, es una película que sigue gozando de cierta frescura, no estamos ni mucho menos ante una obra maestra, pero sí que hay que reconocer que todo aquel que piense en ella, seguro que la recordará con una sonrisa y con un buen sabor de boca.



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¡Qué Ruina de Función! (1992): La vida es puro teatro

 
¿Qué es ser actor? Actor es ser aquello que no eres y aparentar serlo, al menos un buen actor es aquel que no pierde los papeles, y el mejor actor es el que mejor sabe aparentar. Y todos los actores de esta divina comedia son los mejores. 

Cada uno de ellos interpreta dos papeles, el propio de la película y el que va asociado a la obra de teatro de que trata la película. Todo un reto para cualquier actor.


En el lapso de poco más de hora y media, el director Peter Bogdanovich, plasma el microcosmos de la farándula de la que él mismo participa. Miedos, dudas, celos ambición, piedad, traiciones, whisky y . . . un plato de sardinas. 


El guión es realmente excelente y nos habla de una compañía teatral que está intentando poner en marcha una obra, “Noisses Off” (En Cueros). Asistimos a los ensayos de la misma y a la posterior gira que realizan en diversos teatros de Estados Unidos.



La película se divide en tres partes:


- La primera: se ve el ensayo de luces a unas horas del estreno, y en él se conoce a los personajes y sus relaciones, y como la obra está cogida con pinzas, esperándose un desastre total al día siguiente.


- La segunda parte: a pesar de todos los pesares, la Obra se estrena bien y nos sirve para conocer cómo es en realidad la Obra original. 

Se centra en lo que ocurre entre bastidores durante una de las representaciones, meses después del estreno; y uno puede ya apreciar el caos enorme que existe entre los actores y el odio que sienten entre ellos. 


- Tercera parte: las relaciones entre los actores se han deteriorado hasta tal punto que llevan todo ese caos al escenario en una función. Todos ellos pasan de todo, de sus interpretaciones, del texto, de TODO, para mostrar sus enfados y riñas ante el público.


Se exige mucho ingenio, mucha planificación y mucha coordinación para rodar una historia así, lo mismo pero tres veces, con una decena de personajes que van y vienen y se atropellan. 


El peso del film se reparte entre todos siendo un conjunto muy sólido y equilibrado; me sería muy difícil destacar a uno más que otro, ya que todos son imprescindibles y complementarios (Michael Caine, Carole Burnett, Christopher Reeve, Nicollete Sheridan, John Ritter…). 


Los gags son graciosos, muy graciosos (Caídas, equivocaciones, enredos). 

El segundo acto, aunque no puedo negar que se inspira en el cine mudo, lo hace a su manera y en una época en que es más fácil apoyarse en el sonido. 

Es un momento genialmente actuado donde los actores, para evitar que se les oiga, actúan prácticamente con gestos y muecas, ya que esta parte transcurre detrás del escenario.


Insisto, mantiene el ritmo, es divertida, retrata muy bien unos personajes, si bien es cierto que desde la parodia, pero ¿quien dice que eso no es un genero? 

Desarrolla las relaciones personales en un espacio reducido de manera extraordinaria y muestra las pasiones que mueven los hilos de la gente a la perfección.


Como curiosidad, mencionar que la obra de teatro en la que se basa la trama de la película, estaba escrita inicialmente como posible obra de teatro, pero al autor le pareció que quedaba un poco desaprovechada y pensó cómo discurrir esas situaciones para darle un punto diferente. 

Así que la repitió 3 veces, cada una más hilarante que la anterior.

En resumen, la película podría considerarse, el mejor homenaje al teatro que se puede haber hecho jamás en el cine.


 

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