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La Mosca (1986): La mosca que soñó ser un hombre



Seth Brundle, es un científico que se utiliza a sí mismo como cobaya en la realización de un complejo experimento de teletransportación. La prueba es un éxito, pero empieza a sufrir unos extraños cambios en su cuerpo. 

Al mismo tiempo, descubre que dentro de la cápsula donde realizó el experimento con él se introdujo una mosca. Poco a poco, irá transformándose en un insecto irremediablemente.

 Recuerdo muy bien mi impresión de esta película cuando solamente era un chaval, simplemente me sorprendió, me produjo asco, miedo y sobre todo, mucho interés.

La Mosca, es una película de terror, con sus dosis de gore y suspense. Pero esa es su superficie, si nos adentraremos en el mensaje que esconde nos encontraremos: un drama sobre el amor y la enfermedad, de cómo nos transforma la enfermedad y ello afecta a nuestro entorno. Nos muta y nos convierte en algo distinto a lo que éramos.

Las interpretaciones son bastante buenas a mi parecer. La interpretación de Jeff Goldblum, tímida y ambiciosa al principio y macabra y temeraria al final es realmente grande.

Geena Davis realiza también un gran trabajo como la periodista Verónica,  quién mantendrá una relación con Seth y será testigo impotente de sus cambios físicos, como consecuencia de sus experimentos.

Ella aporta el componente dramático que tanto peso tiene en la película y que, en cierto modo, me atrevería a decir que es lo que hace de La mosca una obra tan realista. El resto de los actores secundarios, en la línea de los anteriores, no desentonan para nada. 

Lo mejor que puede decirse de La Mosca es que, por momentos, consigue resultar claustrofóbica y angustiosa, la relación que se establece entre los protagonistas es una aberrante mezcla de asco y lástima. 

Si te gusta el cine de Cronemberg de toda la vida, esta película te va a gustar por que en esencia es lo que ha hecho siempre, películas que rompen con lo establecido, y con una temática extravagante dentro del mundo de la ciencia ficción.

Abstenerse espectadores sensibles, ya que algunas de sus escenas resultan desagradables e incómodas. Aunque se agradece la falta de escrúpulos al mostrar ciertas escenas, pues sin su asquerosidad no estaríamos hablando de una película de culto, en la que toda bizarrada viene justificada por el punto de partida. 

Que luego no se queje nadie, de que no lo advertí.





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Mad Max (1979): Violencia sobre el asfalto


En un futuro posnuclear, la raza humana ha sido víctima de un conflicto atómico entre las dos tribus más poderosas; y de esa guerra nuclear quedaron pocos sobrevivientes, en ciudades devastadas y con actitudes anarquistas. 

Max Rockatansky, un policía encargado de imponer la ley y el orden en una región desértica de Australia, tendrá que vérselas con una banda de desequilibrados y despiadados motociclistas, que van sembrando el pánico por las carreteras.

Película que marcó una época, y a ella le siguieron dos partes más. A uno le puede gustar o no, pero uno ha de admitir que fue una película muy original para sus años y que demuestra como si se sabe lo que se quiere conseguir, se pueden hacer grandes cosas con pocos medios.

Aunque la película es desigual y su narración es demasiado episódica (hasta el último tercio no sabes por donde va a ir la historia), no cabe duda de que tiene buenos momentos, una estética muy peculiar y, en definitiva, un estilo que te atrapa.

Por ejemplo, la banda de moteros, decadentes, extraños, locos, neuróticos, estrafalarios y malvados, tiene a la postre personalidad, lo que hace que su presencia te resulte inquietante. 

Por otro lado, ese mundo del futuro, sin artilugios tecnológicos ni demás simplezas, te resulta creíble con cuatro pinceladas. 

Es más, es hasta atractivo ya sea por la desolación que transmite.  La venganza en un marco impactante como el desierto de Australia, alejado de las grandes urbes. Se sustituyen las pistolas por las cadenas y las navajas. 

La justicia no puede frenar a los desalmados, cada vez más numerosos, en un mundo en el que la gasolina cada vez va siendo más importante por su gran escasez.

Un mundo cada vez más desértico, en el que, debido a la ausencia de esa justicia, triunfa el más fuerte y el más inteligente. 

Creo que el director George Miller logra transmitir cierta mística de lo que es la carretera, como símbolo de libertad, la independencia, como promesa del viaje, de otros mundos y otras realidades. 

Puro sabor a asfalto, tíos machos, violencia y venganzas como solo aquella época era capaz de entregar. La historia supuso el debut Mel Gibson en el cine, aunque aquí aparece soso y su interpretación deja bastante que desear. Aunque se lo perdonaré por ser su primera película.

Eso sí, la oportunidad le valió para que Hollywood pusiese sus ojos en él para un sinfín de buenas e incluso grandes películas a posteriori.


Está claro que con los años, “Mad Max” no ha envejecido muy bien, pero como buena película de serie B, en este caso envuelta en asfalto, arena y violencia, ahí reside gran parte de su encanto.




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El Gran Lebowski (1998): Un estilo de vida absurdamente cómico


Nueva película de humor surrealista de los hermanos Coen, tal vez la más representativa de su estilo y quizás, la de más éxito de crítica y público después de "Fargo" (1996).

Se nos presenta a Jeffrey Lebowski alias "El Nota" (Jeff Bridges), un individuo holgazán y descuidado cuyo único interés por la vida se reduce a jugar a los bolos con sus dos mejores amigos, Walter (John Goodman) y Donny (Steve Buscemi).

Un día, dos matones lo confunden con un ricachón multimillonario que se llama como él y le estropean la alfombra de la entrada, con lo que "El Nota" decide ir a ver a dicho ricachón, para ver si le puede solucionar su problema. 

Pero esa visita llevará a "El Nota" a meterse en un lío del que le va a costar mucho salir de una pieza.

El humor socarrón de los Coen hacen de "El gran Lebowski" una comedia negra con personajes absurdos, dentro de un marco bastante crítico de la sociedad estadounidense: el impacto de la Guerra del Golfo sobre los ciudadanos, el desprecio que sufren los veteranos de guerra, y un largo etcétera que ponen en entredicho el deseado "american way of life".

El Nota se inmiscuye en una trama de secuestro por azar y confusión. En manos de otro director el material que presentan hubiera sido un auténtico caos, una aberración del séptimo arte.

Pero los Coen firman con su sello y consiguen el equilibrio tan difícil de una comedia gamberra combinada con ironía humor inteligente y grandes dosis de estupidez. Y el resultado es maravillosamente estúpido, una obra maestra.

El filme cuenta con buenas interpretaciones: John Goodman destaca sobre los demás en su papel de excombatiente del Vietnam, una persona inestable y violenta, pero con un gran sentido de la amistad y una auténtica devoción a su esposa judía.

Jeff Bridges también brilla en su papel de "El Nota", acertando con su estilo zarrapastroso y hippie. Steve Buscemi , con su aspecto alicaído y su papel de "pringado", también hacen soltar alguna carcajada que otra.

Y, por último, la escasa pero hilarante aparición de John Turturro, haciendo de un extravagante jugador de bolos pederasta. Personajes surrealistas para dar y tomar, vamos.

Puede que la veas y no te guste, o que no te parezca para tanto, pero eso es porque no te has identificado con el nota, hay que comprenderle, porque la vida es demasiado compleja y dura como para tomársela en serio.

A todos nos vendría muy bien que actuemos como el nota, le pasan cosas agobiantes y locas, pero el tranquilo siempre, a veces se altera, pero muy poquito. Sólo pero feliz, sin plan de futuro pero sin apuros de subsistencia, así es el nota.


El cine de los cohen, puede ser mejor o peor, pero todas sus historias tienen algo de mensaje, a veces abstracto... ninguno de sus trabajos es sólo para ver, si no también para analizar detenidamente.





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La aventura del Poseidón (1972): Catástrofe Marítima



En la víspera del año nuevo, el crucero S.S. Poseidón es golpeado por una enorme ola de 90 metros de alto. 

Todos los pasajeros deberán de superar el fuego, el agua en ascenso, los vapores calientes que se encuentran en su recorrido desde el salón principal hasta llegar a la parte mas baja del barco que se encuentra completamente de cabeza. 

Con un reparto de primera categoría, la película se filmó completamente en el orden de la historia (algo no muy habitual en cine, para que así los actores se fueran ensuciando conforme avanza la historia). 

Es sin duda unas de las mejores películas de la historia del cine, cuyo éxito en taquilla de tanto público, dio origen a todo un gran desfile de un subgénero de películas de catástrofes durante la década de los 70.

Este género fue explotado hasta las últimas consecuencias desde todos los puntos de vista, con diferentes resultados más o menos logrados, contando para ello con un reparto de actores y estrellas de “Hollywood” consagrados cuyas carreras cinematográficas estaban en auge o en declive. 

En este caso, la historia cuenta con actores de la talla de Gene Hackman, Shelley Winters, Ernest Borgnine o Roddy McDowall.

Vista hoy en día ha quedado como una entretenida película sin más. Sin embargo en su momento fue todo un éxito y hemos de señalar que no resulta aburrida, aunque en la actualidad, con la saturación de efectos especiales, a que nos ha acostumbrado Hollywood, pueda resultar un poco pobre.

Lo mejor de la película es ante todo su puesta en escena, llevada a cabo con mano firme, intensa y sólida por el director británico Ronald Neame en las secuencias dramáticas; y por Irwin Allen en las de acción, mediante el uso nada habitual de las cámaras en su realización, mediante movimientos oscilantes para dar la sensación de estar en plena alta mar. 

Gene Hackman y Ernest Borgnine son los protagonistas, dos hombres enfrentados en todo momento a pesar de que ambos quieren lo mismo: salir con vida del accidente. 
Hackman es un reverendo que verá puesta a prueba su determinación y su fe para continuar adelante y Borgnine es un policía, con un matrimonio un tanto peculiar, que no soporta recibir órdenes de nadie.

Con sus buenas actuaciones confieren el grado de dramatismo necesario para que la película funcione sin llegar a convertirse en ningún paño de lágrimas.

Ambos, junto a un reducido grupo de pasajeros, vivirán fuertes emociones en su búsqueda por la tan ansiada libertad, lo que hará que conforme avance el metraje, el espectador se sienta cada vez más identificado con los personajes. 


Esta producción demuestra que, incluso en el cine de acción, un buen guión es muy preferible a cualquier efecto especial, por espectacular que éste sea. Es cine palomitero de aventuras narrado como ya no se hace, con mimo y con empatía.





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Belle de Jour (1967): Apariencia y realidad




Sévérine, una joven casada con un atractivo cirujano, descubre la existencia de la prostitución diurna. Impulsada por la curiosidad, ingresa en la casa de citas de Anaïs y termina acostumbrándose a llevar una doble vida. La aparición de Marcel, un delincuente que se enamora de ella, complicará la situación de la protagonista.

Belle de jour, es una de las películas más conocida y más aclamadas de Luis Buñuel, se trata de una obra erótica, considerada la primera en explotar el erotismo femenino. Es considerada como la obra más accesible de Buñuel, a pesar de su mezcla de realidad y fantasía que hace un tratamiento complejo y ambiguo sobre el deseo.

La protagonista central es una mujer que se enfrenta a un dilema, (debe elegir entre el deseo y el estatus en la sociedad, ya sea a renunciar a su vida de desenfreno o bien a renunciar a su puesto en la sociedad).

Cuando conocemos a Séverine en su vida normal, ella es fría e inexpresiva como un maniquí, pero todo cambia cuando da rienda suelta a su otra vida llena de erotismo, mostrando los primeros destellos de emoción.

Las imágenes son eróticas, no por lo que muestran, sino por lo que significan. Probablemente, si se hubiese filmado ahora la estética sería muchos más “hard”. De lo que se trata es de contar el mundo de las apariencias, la hipocresía de una burguesía que se funda en las apariencias.

Vida “normal”, fantasías sexuales y prostitución se mezclan con naturalidad. Por ejemplo, en el burdel de Anais, los clientes hablan y ejecutan sus caprichos sexuales con desparpajo, como si fuese la cosa más normal del mundo; a la vez, entra la hija de la empleada doméstica, que vuelve del colegio y saluda a las trabajadoras sin más. No hay mirada reprobatoria.

Poco a poco, a medida que va viviendo su erotismo, Sévérine se va soltando, sonríe y ríe a veces. Esa doble vida le permite llevarse mejor con su esposo. Incluso en su look hay cambios; vamos, se ha emancipado. 

Con respecto a las actuaciones, tenemos a Catherine Deneuve correcta y convincente, aunque algo fría y apática en su personaje. Francisco Rabal, natural y remarcable, a su estilo propio de actuar, tan conocido por todos. 

Finalmente Pierre Clémenti resulta insustancial y vacío, sobreactuando en todo momento.

Ciertamente la historia llama la atención y hasta genera intriga pero al mismo tiempo es extravagante, falsamente transgresora y decadente sin más sentido que serlo.
Una película fría, distante y con un final confuso con tanto sueño, imaginación, deseo y no sé qué más, que uno no sabe qué sucede realmente. 

Nos muestra esa lucha entre la persona que supuestamente uno es y la que en realidad se desea ser. En definitiva, la lucha por ser uno mismo.


Séverine convive con la culpa igual que todo el mundo, pero al dejarse llevar por sus verdaderos deseos vemos un cambio en ella, es mejor persona y realmente feliz. Tal vez lo que nos pasaría a muchos de nosotros, si nos dejáramos llevar por lo que sentimos y deseamos...





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