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El Botones (1960): El debut del cómico infantil




Stanley (Jerry Lewis) es un incansable botones del lujoso hotel Fountainbleau, ubicado en la turística ciudad de Miami. En la realización de su trabajo topará con multitud de diferentes situaciones y personajes.

Así comienza el debut (como actor y director), de un clown ensalzado por algunos y menospreciado por muchos… pero bueno ¿no es algo como eso lo que, en definitiva, nos pasa a todos?.

Jerry Lewis seguramente no quedará en la historia grande del humor, ya que su humor era demasiado sencillo, basado en la torpeza, estupidez, y bondad de su personaje (y sobre todo sus muecas), pero el lugar que la crítica especializada no le dió, lo ocupa en el corazón de muchos de los que de niños veíamos sus películas.
Primer e interesante trabajo como director del cómico Jerry Lewis (también guionista), construyendo un film que descansa más que en una trama en un encadenado de sketches, deudores de los grandes del cine mudo de Hollywood. Rueda la película en blanco y negro; su personaje es el de un "mudo" que hasta el final sólo silba, imita y se expresa con muecas. El personaje que interpreta Lewis es su clásico modelo de hombre infantilizado en demasía y despreciado por la sociedad, cuyo patrón se halla sin sobrado esfuerzo en cómicos clásicos como el francés Jacques Tati, Harpo, Laurel…

No en vano, un doble de este último se cruza con Stanley (ambos poseen el mismo nombre) hasta en tres ocasiones. A propósito de dobles, el propio Jerry Lewis interpreta dos papeles, el botones y él mismo, su dualidad de cómico y hombre personificada por separado; costumbre la de representar más de un personaje que retomaría en posteriores obras.
Sin duda, El Botones (The bellboy, 1960), es una de las más controvertidas, por lo inusual de su estructura, ya que en ella no hay argumento, ni historia que contar, solo un conjunto de gags de diversa calidad. Para algunos es una genialidad, y para otros el peor de sus films. Yo la ubicaría en el medio.

La “historia”, colmada de sucesivos gags, sobrios y muy ligeros, verosímiles y untados de rico absurdo, resultan en ocasiones muy regulares, pero otras bastante buenos. Lewis “peca” por tomar ideas de los viejos realizadores de comedias como Keaton (la señora que le golpea por meterse con el marido que le pega a ella), Capra (la gente que por montones sale de un auto normal), Los Hermanos Marx (el gentío que cabe donde no cabe)… y hasta se repite a sí mismo con la rutina de imitar a una orquesta imaginaria.

Incomoda también, un cierto ego del que todavía no consigue liberarse, pero, en general, el filme divierte y se pasa el rato con unas buenas risas.
Así y todo creo que daba para mas, pero desaprovechó la oportunidad, y logró un resultado bastante desparejo.

Pero el logro enorme de El Botones radica en la coreografía del invento y sus múltiples sorpresas con artistas invitados y golpes de efecto y números revisteriles muy pulidos: superjerry está en forma, lo hace todo y todo lo hace bien en un burla burlando capaz de poner el mundo boca abajo, incluso riéndose de sí mismo, de su fama y de las veleidades del mundo.

Estamos ante una notable obra sobre la locura de la sociedad moderna, entregada a un frenesí tecnológico y de lujos desmesurados, visto todo ello por un pobre infeliz épicamente trabajador pero despreciado por casi todos.

Todo ello con el peculiar humor del cineasta norteamericano, basado fundamentalmente en una capacidad inmensa para gesticular y liarse con cualquier cosa minimamente compleja. Una obra para reír, pero también para pensar.




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La Vuelta al Mundo en 80 Días (1956): Una odisea aventurera a nivel mundial




Basada en la novela “Le Tour du Monde en quatre-vingts jours” (1872) del escritor francés Jules Verne (1828-1905), considerado uno de los padres de la ciencia ficción. Su percepción futurista cautivó a todos sus lectores, ya que contempló en sus fantásticos relatos la aparición de algunos de los inventos modernos de la época.

En 1872, Phileas Fogg (David Niven), un excéntrico noble británico apuesta 20,000 libras con los miembros de su club londinense, en que es capaz de dar la vuelta al mundo en exactamente ochenta días.
Acompañado de su fiel criado Passepartout (Mario Moreno “Cantinflas”), vivirán toda clase de aventuras para ganar tan particular apuesta.
El día de su salida coincide con un espectacular robo en el Banco de Inglaterra. La Policía de Scotland Yard, sospechando del excéntrico noble, envía un inspector tras él, para seguirlo durante todo su viaje por el mundo.

Me resulta difícil valorar una película como ésta, impecablemente realizada, pero completamente desfasada para el espectador de hoy en día.

Las interpretaciones me convencen, empezando por un David Niven que hace de perfecto caballero inglés, arrogante y quisquilloso hasta la exasperación, y un Cantinflas que -hasta sus críticos tendrán que reconocerlo- demuestra que es un gran cómico y que puede con todo lo que le echen encima, incluso con una superproducción norteamericana que, a priori, debería achantarlo, teniendo en cuenta que procede de un cine mucho más modesto.

Los exteriores y paisajes en general son sublimes, parece mentira que estemos ante una película de 1956. Un fallo en el que recae la película es el de no centrar algo más la relación de sus personajes, aunque su caracterización es más que buena, solo podría decir que Fogg es algo más frío incluso y Passpartout no es tan torpe, aunque es una licencia que queda bien en el resultado final.

Su primera mitad es colosal y atrayente, uno tiene la vasta impresión de estar realizando el viaje de Phileas Fogg; las sensaciones son brillantes y se vuelve cada vez más interesante. No obstante, pese a que su segunda mitad se parezca mucho, quizá la formula se antoje un tanto repetitiva, tiene ciertos altibajos en su ritmo, quizá algo natural en un film de casi tres horas, pero no se contempla el film con el mismo entusiasmo.


Lo mejor del film son los curiosos cameos de grandes actores de antaño (Marlene Dietrich, Frank Sinatra, Peter Lorre…), su ritmo aventurero y la aparición de Cantinflas, que es el eje conductor del viaje gracias a sus peripecias y a su inocente y entrañable carácter.

En esta cinta encontramos una síntesis de géneros: aventura, policial, misterio y exotismo. Es un film muy atractivo pero tiene defectos de guión durante toda la historia, dejando aparte los topicazos en algunos lugares de visita (especialmente España, con el flamenco, las guitarras y los toros de Andalucía).
Aunque el apartado técnico es sublime, se vuelve en contra de la película y el abuso de ciertas escenas la hacen tediosa y pesada.

Probablemente, y en la medida que el mundo ha empequeñecido, a lo cual no es ajeno el auge de los transportes, el boom de Internet y la supremacía sobre los demás, del llamado cuarto poder (el de las comunicaciones) la vuelta al mundo puede darse, virtualmente, en 80 nanosegundos y hasta en menos, que uno no anda muy puesto en milimétricas temporales y además aquellas fotografías en sepia de Verne se han quedado desenfocadas a velocidades vertiginosas.

Ello no implica que la película haya desmerecido sino simplemente que hay que cambiar nuestra mentalidad y verla, si es posible, con ojos infantiles. De esa forma se podrá disfrutar su visionado.



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La Tentación Vive Arriba (1955): El sueño de un día de verano





Comedia costumbrista basada en una obra de teatro adaptada al cine. Puedo imaginar que su estreno, 1955, sería una bomba en un reparto en el que su actriz principal era, nada más y nada menos que, Marilyn Monroe. Además de eso, como no podía ser de otra manera tratándose de Billy Wilder, hay inteligencia e ironía a raudales.

La historia está contada en una especie de monologo de un Tom Ewell como el americano medio, que vive anclado en la rutina (incluso en verano que envía a su familia al campo, mientras el se queda aguantando el veraniego calor neoyorquino enfrascado en su trabajo).

Él debe estar sin fumar ni beber y, aún encima se le suma la gran tentación de la llegada al edificio de su nueva vecina: una chica hermosa e inocente. Si aún fuera poco, descubre un estudio que habla sobre los graves inconvenientes que se suceden al séptimo año de matrimonio.


Y esto aumenta aún más su paranoia ya que antes de sucumbir a la tentación y pecar, ya se siente dominado por la culpa. Y mientras él se tortura inútilmente, a la joven vecina, una chica simpática y poco inhibida, solo parece preocuparle de verdad el calor asfixiante y la imposibilidad de dormir en Nueva York. 

El autor construye un retrato mordaz del marido que queda solo en la ciudad con una libertad que permite poner de manifiesto el grado de represión sexual del ciudadano medio.

La famosa actriz, convertida por muchos incluso en un icono de suntuosidad y glamour, realiza un papel de acorde a sus características: el de jovencita inocente, pero con un alto contenido de sensualidad innegable, que lleva a los hombres rutinarios como Tom Ewell a perder los estribos de su rutinaria vida y que deje volar su, por otro lado, elocuente imaginación (lo que conlleva excelentes guiños cinematográficos).

Aunque el papel de Tom Ewell a veces resulta un poco pedante, ya que encarna a un personaje más neurótico que los que se inventa el señor Woody Allen, aunque  es prácticamente un papel de teatro y lo representa de forma muy cómico. Por otra parte la guapa Monroe es a veces chirriante pero no exagerada.

Por supuesto hay que hablar del momento que se haría legendario en ésta película. Caminando con Ewell por las calles de Nueva York, tras haber visto en un cine "La mujer y el monstruo" (Jack Arnold, 1954), Marilyn Monroe se refresca sobre una reja de ventilación del metro. Su vestido blanco se eleva y nace una de las imágines más simbólicas de la historia del cine.

Es una comedia simple, en cierto sentido previsible, sin mayores sorpresas; no es una mala película pero cuenta con un argumento poco original. En cualquier caso, es una comedia que sorprende por su tema nada puritano para la época, lástima que la censura de la época malogró la versión cinematográfica de una historia que en el original teatral era mucho más atrevida y explícita.

Desde mi punto de vista, la mejor película de Marilyn, la "tentación" más sexy de la historia del cine, viva donde viva.


   

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Los Pajaros (1963): Apocalipsis Aviar




Alfred Hitchcock fue una vez más un paso por delante de sus contemporáneos, y con "Los pájaros", inspirada en un relato de Daphne Du Maurier, con el que no obstante guarda ligeras diferencias, demostró que era posible llenar de tensión una película sin necesidad de mostrar los elementos aterradores.
Casi me imagino al malévolo genio del suspense mientras maquinaba esta obra maestra disfrutando con toda la carga irónica que tiene y ese punto de mala leche y peor intención.

Melanie es una chica rica mimada acostumbrada a realizar todos sus deseos. Mitch Brenner es un abogado que va en busca de unos periquitos para su hermana. En la pajarería conoce a Melanie. Ella se encargará de llevar los periquitos hasta su casa, pero por una extraña y desconocida razón los pájaros empiezan a atacar, montando algo parecido a un Apocalipsis, a partir de la llegada de ella al tranquilo y sereno pueblo de su amado.

Aunque luego Alfred le dé mucha importancia a sus personajes principales y su relación no nos engañemos, la premisa es clara: los adorables y entrañables pajarillos que nos rodean (a menudo enjaulados egoístamente para mantener su compañía) se han rebelado sin causa aparente o a lo mejor sí.

Ese es el punto más favorable de una obra que también cojea por determinadas partes principalmente por una historia bastante plana al principio. Además, un guión que no explica el por qué de las cosas ni su desenlace, siempre tendrá un carácter y una dificultad menores. Y éste es el caso.

De todos modos hay tensión provocada por los enfurecidos pajaritos, terror, pero también interesantes relaciones personales, de carácter sexual entre los protagonistas o por la influencia de la posesiva madre que siempre intenta expulsar a las hembras que acuden a la jaula en la que acoge y se siente protegida por su hijo.

El reparto es creíble y, sinceramente, es algo muy difícil si tenemos en cuenta que los efectos especiales fueron puestos en postproducción. “Tippi” Hedren realiza una buena actuación llegando al nivel de notable hacía los minutos finales de la película. Lo mismo pasa con Rod Taylor.

El problema al menos para mí, es que cuando los dos están juntos en pantalla, no me transmiten toda la química que deberían de transmitir. ¿Creíbles? Si, lo son, pero nunca he llegado a simpatizar con ellos como pareja. 
También destacar a la madre protectora y conservadora Jessica Tandy.

Viendo una película así la verdadera pregunta es: ¿importan los efectos especiales? Pues si el film es tan bueno como éste a mi no me importa en absoluto que los efectos estén tan desfasados. Se prescinde de la música durante todo el metraje, un recurso arriesgado pero acertado (aunque sí tiene multitud de efectos sonoros). 
 
Los artificios visuales también son excepcionales (no olvidemos que ahora todo es muy fácil con el ordenador,) y creemos que aparecen miles y miles de pájaros que atacan aunque esto no era así y muchos estaban disecados o no eran reales.

‘Los Pajaros’ es una película arriesgada y atrevida, de esas de las que ya no se hacen. Desde luego que nada es serio ni científico, es una ficción disparatada, terrorífico entretenimiento. Aunque hubiese querido, Hitchcock no podía ser más explícito en aquellos años. Nadie excepto una mente loca se atrevería a realizar algo así y mucho más la de Hitchcock, teniendo en cuenta del año en que se realizó. 





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La gata sobre el tejado de zinc (1958) : Pasado, Familia, Rencor y Amor.




Adaptación al cine de una de las obras teatrales de mayor éxito del dramaturgo norteamericano Tennessee Williams y premiada con el premio Pulitzer en 1955.

Sucede durante un caluroso día de verano en una rica mansión sureña, es el día que del poderoso patriarca de la familia (majestuoso Burl Ives) vuelve a casa después de un exhaustivo examen médico, es también su cumpleaños y sus dos hijos con sus respectivas esposas se han reunido para celebrarlo.

Uno de los retoños es Brick (soberbio Paul Newman), es ojo derecho de su padre, deportista frustrado, que acaba de tener un percance por lo que tiene una pierna enyesada. Es una persona atormentada que no para de beber por Skipper, su amigo suicidado, y destila amargura e irascibilidad además de que las riñas con su esposa son continuas.

Su esposa es Maggie (espectacular Liz Taylor), quien desea tener un hijo, y pelea como una gata por no perder posiciones por la herencia ante la posible muerte del suegro, y es que tiene en los cuñados unos duros competidores.

La cuñada es Mae (Madeleine Sherwood), una persona mezquina, que aprovecha que le ha dado al patriarca 5 nietos y viene otro de camino para ganárselo. Su esposo es Gooper (Jack Carson), es el mayor de los hermanos e hijo modélico, que entra en el juego de su mujer.

Con estos ingredientes se desarrolla una película de gran intensidad dramática que nos habla de temas universales, la hipocresía, la codicia y el amor; siendo un retrato demoledor de la avaricia, de la envidia, y lo hace en el seno de una familia que se está pudriendo por un doble juego moral y a través de esto, las relaciones familiares se convierten en una farsa, un juego decadente por ganar el favor del dueño de la caja fuerte.

La cinta asienta sus sólidos cimientos sobre un magno guión con una evolución fluida, que hace te atrape desde el minuto uno. Este guión hace que su elenco actoral tenga un material del que saca provecho de modo extraordinario, aunque eso sí, la época que la concibió era mucho más conservadora. 

Esto provocó los difíciles malabares que tuvo que sortear la película por causa de la censura, al no hacer explícita la algo más que íntima relación de Brick con Skipper. Pero los censores no se dieron cuenta de que los personajes de Williams están tan bien escritos que hablan por si mismos.

Y es que a ver quién es capaz de abandonar la película a medias y quedarse sin saber porqué Brick es tan desgraciado, porqué aborrece tanto a su esposa, al resto del mundo y a sí mismo como para no poder soportar la realidad sin estar borracho. Pero lo cierto es que, con su labor, el director del filme, Albert Brooks, revaloriza más si cabe la obra de Williams, por saber escoger con acierto los actores que interpretarían sus personajes.

Y es que Elizabeth Taylor y Paul Newman (los ojos femeninos y masculinos más bonitos del cine, o al menos eso se ha dicho de ellos), presentan con una química perfecta, sus personajes llenos de indiferencia y frustración.
Vista la película, uno piensa que no se podía haber elegido a otros protagonistas que no fueran ellos, al menos mi imaginación no alcanza a sustituirlos. Newman borda ese personaje tenue, frustrado y confuso y Taylor derrocha sensualidad y coraje a partes iguales.

Estamos ante una historia de extraños que forman una familia, dónde sale lo mejor y lo peor de cada uno. Cine del bueno para disfrutar, admirar y reflexionar. Esto de reflexionar... ¿nos acordaremos de lo que es?


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El Hombre Elefante (1980): La injusticia social más conmovedora de la historia



Bellísima película. Refleja y transmite la compasión y la humanidad de un ser aparentemente "anormal", pero que puede ser más humano que un ser normal.

David Lynch, después de su debut en el largometraje con "Eraserhead", decidió llevar a la gran pantalla la historia real de John Merrick "el hombre elefante". Supuso su consagración y su reconocimiento por parte de crítica y público siendo un éxito comercial.


El guión está basado en el libro escrito por el verdadero Dr. Treves (que en la película interpreta Anthony Hopkins) y cuenta una historia cruda, dura y todos los adjetivos parecidos.

La historia se basa en la vida de John Merrick, un inglés nacido en la época victoriana con una enfermedad congénita horrible que lo convierte en poco más que un monstruo a los ojos de todo el mundo. 

Tal es así, que sólo puede trabajar en un circo, en el que le obligan a exhibir su malformación.

El doctor Treves lo sacará de ese mundo para ayudarle y estudiar su enfermedad, mejorando considerablemente su calidad de vida. 

Una vez despojado de los malos tratos recibidos por su "dueño" en el circo, y dándose cuenta de la amabilidad con la que lo tratan, Merrick (un irreconocible John Hurt) mostrará que tiene un nivel intelectual superior a la media y un refinamiento y sensibilidad excelentes.

Decir que "El hombre elefante" es una película atemporal que bien pudiera haber sido rodada en 1980, en 1970 o en en año 2000; el hecho de que narre una historia real y de manera bastante fidedigna tanto en los hechos como en la personalidad de Merrick que debía ser tan amable y cortes como se nos muestra, en la Inglaterra de finales del s.XIX también juega a su favor.

Si bien sus últimos años de vida fueron los mejores, al mundo le costaba mucho respetarlo e incluso el mismo doctor Treves, con toda su buena intención, no se daba cuenta de que también lo utilizaba para exponerlo como curiosidad científica a sus colegas del gremio.

En cuanto al director, David Lynch, no podemos decir que sea un película de su particular firma (quienes sean seguidores de su filmografía sabrán a que me refiero).

Es un excelente director, pero El hombre elefante se sale un poco de su extravagante y complicado estilo, aunque se nota en toda la película, pese a su (atípico para el director) argumento lineal.

Gracias a la escenografía surrealista, fotografía en blanco y negro y a escenas como aquella en la que una mujer es atacada por un elefante;

(descubrí después de verla, que el verdadero Merrick justificaba su deformidad con esa anécdota -en la que su madre, embarazada, había sido atacada, tal vez incluso sexualmente, por un elefante).

Sin caer en la temida sensiblería y morbosidad que esperaba antes de ver la película, es como David Lynch logra un film sorprendentemente emotivo, con un profundo mensaje. 

Todos queremos sentirnos identificados como John Merrick, pero la realidad es otra. Porque en realidad somos como todos esos morbosos que se acercan a ver lo que se cuece cuando aparece alguien como el protagonista en la calle; unos sentirían miedo, otros asco y también compasión.

  

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