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A Sangre Fria (1967): Frialdad Asesina



Dos golfos, Perry Smith y Dick, buscan dar un golpe perfecto. Un golpe que les permitirá retirarse de manera dorada en México. Asaltar la caja de caudales de una familia acomododa del Estado de Kansas. Sin embargo, el plan no funcionará. Todo acabará con la muerte de una adorable y religiosa familia, los Clutter. Y, por supuesto, el dinero no habrá existido nunca.

A partir de aquí, se establecerá la persecución por parte de la policía de estos dos asesinos. Tras una ruta de trotamundos, acabarán siendo atrapados en Las Vegas. Se les juzgará, y se les sentenciará a la pena de muerte.
La novela homónima de Truman Capote de la que se adapta la película es de 1965, una de las más influyentes novelas inspiradas en un caso real, el asesinato de la familia Clutter, del pueblo de Holcomb en Kansas, cometido por dos ex-convictos el 15 de noviembre de 1959.

Cuando Truman Capote decidió conocer a los asesinos de la familia Clutter lo hizo sin prejuicios, con inocente curiosidad, dispuesto a conocer las historias vitales de semejantes asesinos.

Cuando todos los trataban como la reencarnación del demonio él decidió escuchar sus historias.

Y descubrió que sus vidas habían sido turbulentas, con graves carencias afectivas. Su relato no era indulgente, pero les devolvía algo de humanidad. Al igual que hizo Capote, la película se centra completamente en ellos, en un intento por desentrañar los motivos de tan horrendo crimen.

No he leído la novela, pero despierta mucha curiosidad, tanto por la críticas favorables que la avalan, como los hechos que acontecen a su desarrollo.

Es por ello, que sin leer la novela y con tan solo ver la película, el efecto de conocer a las víctimas tanto como a sus verdugos, consigue llevarte a la reflexión sobre la pena de muerte.

De ese modo uno se puede posicionar sobre muchos factores emocionales que se desarrollan a lo largo de la película; así como valorar hasta que punto hay diferencias en el modo de actuar de algunas personas, respecto a los de la justicia.

Lo mejor es que quienes han leído la novela antes de ver la película quedan con gran satisfacción y admiración por el resultado.

El director Richard Brooks nos muestra de esta forma, sin ningún tipo de maniqueísmo, personas con grandes problemas para integrarse en la sociedad, que se quedan finalmente fuera de todo el sistema, y que se ven abocadas a delinquir porque terminan odiando todo y a todos.

Dos perfiles distintos (Perry es el loco, algo fantasioso, aunque a veces deja ver algo de cordura y Dick es el cerebro y el charlatán). En ningún momento se nos hace ver que la acción de estas personas es la correcta, pero nos hace sentir un poco culpable a todos por lo que estamos creando. No olvidemos el corte liberal y progresista del director.

La película está llena de detalles muy cuidados, se trabaja con delicadeza los sentimientos internos de los dos protagonistas, al igual que la investigación policial hasta llegar a la condena.

El reparto no cuenta con grandes estrellas. Se había barajado la posibilidad que Paul Newman y Steve McQueen, dos estrellas garantes de éxito, interpretasen los papeles protagónicos.

Finalmente se decidió que dos desconocidos, Robert Blake y Scott Wilson, asumiesen dichos papeles en aras de un mayor realismo. Al igual que el resto de actores, ninguno es relativamente conocido.

El ritmo es algo irregular, con partes más interesantes que otras. Los papeles de los protagonistas son notables, aunque es una pena que los investigadores sean simples espectadores que asienten y anotan en los interrogatorios y no le hayan dado algo más de trasfondo a esto.

También eché quizá un poco de menos que profundizaran más en sus vidas y su pasado, más allá de mostrarnos posibles elementos que los lleven a hacer lo que hacen, en eso si, un buen juego constante entre lo racional y lo irracional, lo que parte de algún motivo y lo que es por simple impulso o maldad.

Película básica del cine negro, donde muchos géneros se tocan de refilón (drama judicial, policíaco, carcelario, road movie...).

Un retrato de una sociedad falsa y violenta, que al menos se ve ¿recompensada? para el espectador con su final, para algunos el correcto destino de los asesinos, para otros una cruel forma de vengarse y ponerse a la altura de los susodichos.

Recomendable (y por supuesto, leerse el libro también).









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El Diario de Ana Frank (1959): Supervivencia


Adaptación al cine del famoso diario de Ana Frank. La adolescente judía que junto a su familia permaneció escondida durante más de dos años, huyendo de la barbarie nazi. 

Se trata de una historia de superación personal de dos familias acomodadas y un dentista, que se escondieron en el trastero de la fábrica de Otto Frank.

Durante el tiempo que pasaron cautivos tuvieron que arreglárselas para sobrevivir en condiciones cada vez más precarias con la ayuda de un matrimonio, empleado de confianza del señor Frank. 

Siempre manteniendo un estricto silencio ante el temor a ser delatados. 

El 12 de junio de 1942, Annelise (Ana) Frank cumplió trece años y recibió el regalo que ella convertiría, en uno de los testimonios más desgarradores sobre la tragedia del holocausto judío, durante la Segunda Guerra Mundial.

Aquella chica de despierta inteligencia, de espíritu alegre e inquieto, dotada de un carácter fuerte y de una desarrollada capacidad para analizarse a sí misma y su entorno con aguda precisión.

Imaginaos a una chica de trece años, plena de sueños y de ansias por empaparse de la vida que palpitaba ante sus ojos, obligada a privarse de su libertad física (ya que no espiritual).


Confinada en el reducido espacio de una casa oculta, forzada a convivir las veinticuatro horas del día con otras siete personas.


Imaginaos a esa chica, que día a día experimentaba el terror de que los descubrieran, que tenía que pasarse horas y horas de absoluta quietud para evitar cualquier ruido delator.

Cotidianamente soportaba las rencillas, las discusiones, los roces que lógicamente surgían entre tantas personas que sólo se tenían las unas a las otras.

Pero su carácter optimista y activo no le permitía deprimirse seriamente, y además contaba con varias vías de escape: su imaginación poderosa, las abundantes lecturas y su diario.

Durante dos años de impenitente encierro, veinticinco meses de enclaustramiento. Su diario fue su gran refugio, el consuelo de las horas muertas que ella veía desgranarse, con la esperanza de que toda aquella pesadilla terminaría para encontrar la libertad anhelada.

La película es bastante fiel al libro, exceptuando los pasajes en los que Ana manifiesta sus sentimientos amorosos, que en el filme son apenas descritos. 


Aunque puede hacerse algo larga, debido a sus casi 3 horas de duración y no resulta a veces tan dramática, como la obra original en la que se basa.


Es una película bastante reflexiva sobre el ser humano y sus sentimientos, sobre la guerra, la familia, el amor, la amistad, la fraternidad... Todo ellos visto por los ojos de una adolescente.





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Buenas Noches, Madre (1986): ¿Suicidio o Vida?




Partiendo de una premisa muy atractiva, con mínimos recursos técnicos y con un guión basado en una gran y reconocida obra teatral; se desarrolla un encuentro entre madre e hija que parece ser el objetivo muy preparado de esta última, y al que la primera asiste obligada.

En "Buenas noches, madre", todo sucede en una casa y en una misma noche; la historia nos adentra poco a poco en la destrozada vida de Jessie, una mujer de mediana edad, cuya vida es una pesadilla: la epilepsia la incapacita para conservar cualquier trabajo, además tiene un hijo drogadicto y arrastra un matrimonio fracasado. 

Es por ello, que un día determinado, antes de acostarse, decide suicidarse. Junto a su madre, como testigo involuntario de toda su desgracia existencial, vivirá una noche, donde sentimientos y confidencias saldrán a la luz entre ambas.

La madre, desesperada, le intenta convencer de lo contrario por activa y por pasiva, y se suceden unos diálogos entre las dos, que convierten la película en algo teatral, pero bastante interesante.

Eso es todo y todo eso, es mucho más. La película es fulminante en su sencillez, en la humanidad que desprenden sus personajes.

Sin duda es una pequeña gran obra maestra. Porque sin un gran presupuesto y con un formato rozando el telefilm, logran crear una película sobresaliente, diferente, harto difícil de guionizar de forma tan magistral.

Mantiene una tensión frustrante y desesperante llena de altibajos bien estructurados, para crear un ritmo que no decae ni un ápice en más de hora y media.

Trata un tema peliagudo como es el del suicidio; con intimismo, naturalidad, realidad y sin frivolidades ni clichés típicos en otras obras de semejante carácter.

Con un reposado aunque lírico diálogo, la película sondea profundamente en la relación de madres e hijas, mientras que hace una declaración humana e inquietante acerca de la responsabilidad y la valentía.
 
El filme se hace muy interesante y agradable de ver; muy ameno para el amargo tema del que trata, y transcurre de forma desenvuelta y natural.

A destacar el duelo interpretativo entre sus actrices, quienes estaban en sus mejores momentos. Ellas son las únicas actrices en toda la historia.

Por una parte, tenemos a una veterana Anne Bancroft, tal vez bastante sobreactuada y una Sissy Spacek, que a veces parece muy gris, a pesar de ser la protagonista.

Pero el excelente trabajo de ambas, hacen de este real y escalofriante retrato de la depresión, una obra a tener en cuenta y para reflexionar.

Recomendable para los que quieran ver una visión del suicidio creíble, sin bullicios y en un ambiente íntimo y familiar.






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Alien (1979): Terror Sideral




La que en otras circunstancias no hubiese sido más que otra vuelta de tuerca al manido y prescindible cine de extraterrestres de los años cincuenta y sesenta, se convirtió en la película definitiva del subgénero.
A Ridley Scott le encargaron dirigir un film de terror, pero Scott no se conformó con crear un monstruo horrendo y hacerlo corretear por una arquitectura ferrogótica aislada en el espacio hostil.

Además de eso presentó la situación como coherente y probable, cualidades que no distinguen justamente a sus hermanas del género. 
No hay nada sobrenatural ni arbitrario en la historia.

Al parecer, una cultura alienígena desconocida fabricó un arma biológica: una criatura sumamente agresiva, adaptable a entornos extremos, de muy rápida reproducción. 

Pero durante su transporte perdieron el control e hicieron un descenso fatal en un planeta desierto.

Mucho tiempo después, una corporación humana descubre el naufragio y valorando el potencial militar de las criaturas supervivientes, desvía una de sus naves industriales a recogerlas, con la excusa de investigar una señal de auxilio.

La tripulación del Nostromo, ignorante de su verdadera misión, da así una chance a los rápidos reflejos de la criatura.

El resto es la conocida y desigual lucha entre los desprevenidos seres humanos y una máquina biologica perfecta, nacida para matar. Y ese no es el único horror. 

Luego de la muerte del capitan, la más helada desolación cae sobre la segunda al mando al descubrir que todo fue convalidado por la empresa; condenándolos a ser el alimento de su nuevo proyecto.


Entre los varios aspectos notables de Alien, figura que por primera vez en el género se eligieron buenos actores, y no marionetas de cartón haciendo las “caras de ciencia ficcion” habituales (consistentes en dibujar la “O” con la boca y los ojos durante 90 minutos).

Excelentes el dubitativo John Hurt y la temerosa Lambert (Veronica Cartwright). Harry Dean Stanton y Yaphet Kotto, el dúo de haraganes cascarrabias siempre escudados en reglamentos gremiales, son el arquetipo de muchos empleados que conocemos; Tom Skerrit mantiene la dignidad en su rol de capitán conciliador pero firme.

Sigourney Weaver está directamente fusionada con su papel y solo una terapia de varias décadas podría escindirla de la teniente Ripley.

Ian Holm, compone un androide exactamente dosificado: conspirador, calculador y carente de emociones, al servicio de sus amos, sin estridencias, con la obstinación serena propia de una máquina programada para tal fin.

"Alien" es la esencia de la mejora de los efectos especiales como elemento tan importante como el guión o los actores a la hora de construir la película. 

Quién le iba a decir al señor Ridley Scott que el monstruo al que dio a conocer al mundo en 1979 en su "Alien" iba a dar tanto juego en las pantallas hasta nuestros días. 

Es una de esas cintas que genera más misterio que miedo (que también, pero en menor medida).

En las películas de terror clásicas muchas veces es más importante sugerir que mostrar... y el "Alien" de Ridley Scott le saca todo el provecho a esa herramienta. Dió paso a una nueva era en el cine fantástico y ha dejado detrás suya un mito, una cultura, un mundo que aún ahora, deja marca en muchos de los fans de la saga. Un clásico del terror y la ciencia ficción.




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Con Faldas y a lo Loco (1959): Nadie es Perfecto



La comedia es un género bastante denostado en el cine. Pueden mencionarse sólo unas pocas comedias que son una excepción y pueden ser consideradas auténticas obras maestras: este es el caso.
El estilo de no tomarse en serio... pero tratar una temática que lo es mucho; estas son las buenas comedias, las que son capaces de reír sobre la desgracia.

Tarea difícil la de tener que hablar acerca de una película de este calibre, de la que posiblemente ya se ha dicho todo lo habido y por haber.

De entre todas y casi innumerables virtudes de este film, la mayor es tratar temas como la duda sobre la identidad sexual, el intercambio de rol de sexos y el travestismo en pleno años 50 de la entonces aún más conservadora sociedad americana.

La historia es, como en las mejores comedias, absurda, increíble y hasta surrealista, pero gracias al genio del director y guionista nos la creemos sin generarnos ningún atisbo de duda y sin parecernos ridícula.

Años 20. Joe (Tony Curtis) y Jerry (Jack Lemmon) son dos músicos que actúan en la orquesta de un club nocturno. Tras huir de una intervención policiaca en el local, ambos son testigos involuntarios de la célebre Matanza del Día de San Valentín.

Perseguidos por los mafiosos y desesperados por protegerse y ganar dinero para sobrevivir, se disfrazan de mujer y se unen a una orquesta femenina, que viaja con destino a la soleada y cálida Florida.


La cantante de la orquesta es Sugar (Marilyn Monroe), de la que Joe se enamora al instante, por lo que se inventará un papel de millonario para enamorarla, mientras que Jerry trata de escapar del acoso de un verdadero millonario que le ve como la mujer perfecta.

La película se atreve a parodiar una época y un género emblemático: el de gánsteres. Y lo hace de la mejor manera posible, a través de un guión increíblemente original, que firman Billy Wilder y I.A.L. Diamond, para el lucimiento de unos personajes geniales interpretados por auténticas leyendas del cine: Jack Lemmon (Jerry) y Tony Curtis (Joe).

Tony Curtis metido en su salsa, interpreta a un pícaro caradura y seductor, que lo maneja todo a su alrededor con la seguridad del que siempre se sale con la suya; y Jack Lemmon le hace la réplica cómica a Curtis, siendo el amigo con cabeza pero inseguro.
Se reserva a Marilyn Monroe el que sería el papel más a su medida, el de sensual e ingenua, pero con innegable encanto bien dosificado.

Los expertos vaticinaron que la cinta sería una ruina porque hacía añicos varias de las pautas establecidas en la historia del cine cómico.

Y es que, por citar algunas: la trama desemboca a partir de un espantoso asesinato en masa, el guión no estaba acabado cuando se comenzó a rodar o que la película se alargase hasta las dos horas.  

Billy Wilder hizo caso omiso de las objeciones a filmar en blanco y negro,  para subrayar la ambientación de la época y aparte, poder disimular astutamente el maquillaje de los hombres. 

Su transformación es muy divertida, sin embargo en technicolor resultaría grotesca y un tanto violenta por aquellos tiempos.

No obstante, el público se volvió loco -nunca mejor dicho- y aún lo hace cada vez que tiene oportunidad de verla,

He de decir que se trata de una película con unos diálogos sencillos, con una trama sencilla pero divertida, y en mi opinión es de ahí de donde surge su éxito.
Si bien, el hecho de ser una de las películas más comerciales, plagiadas y versioneadas, la ha podido perjudicar.

Actualmente sus gags no tienen el brillo que tuvieron, por todos los lados hemos visto versiones de los mismos lo que hace que la película resulte previsible. Pero aún así, a quién nos entusiasma los diálogos de Curtis y Lemmon, en sus grandes comedias, debemos recomendarla.

Lo de que "ahora no hace gracia, es antigua" me lo han dicho. Evidentemente, no saben lo que dicen.





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La Huella (1972): El Duelo


Y no me refiero a los duelos a los que nos tiene acostumbrados Hollywood en sus westerns o a los de honor, con pistola o espada, de las películas históricas de la época imperial, sino al interpretativo.

Hay películas tocadas por una magia especial, algo que cada vez que vuelves a recurrir a ellas para llenar un rato de tu vida te sigue acercando y enamorando de su historia, de sus personajes y de ese recuerdo que de ellas tenías.

En esta ocasión, tenemos una película capaz de enganchar al espectador más escurridizo con una historia aparentemente simple de juegos e interpretada por unos actores con uno de los tour de force interpretativos más destacados en la historia del cine.

El gran error del prepotente es que subestima a sus contrincantes basado en toda suerte de prejuicios. 
Se obnubila con su grandeza, se cree sin rival, y vive en un pedestal mentalmente construido, sin llegar a reconocer que, entre los “pequeños” que él mira sólo de arriba hacia abajo, hay siempre un individuo sorpresa que, un día cualquiera, sabrá ponerlo en su lugar.


Andrew Wyke (Laurence Olivier) se parece a uno de estos caballeros.

Escritor de novelas policíacas en las que ha subestimado hasta el cansancio la labor de los oficiales, siendo invariablemente un investigador amateur - su alter ego - quien resuelve cada caso.
Vive solitario en una inmensa mansión donde abundan los más sofisticados juegos y donde él se solaza retándose a sí mismo y, de tanto en tanto, retando a alguien que considera digno de que sea su rival.
Sus juegos son sofisticados, excéntricos y, podría decirse que con una pizca satánica y perversa, pues la trama se asemeja cruelmente a la realidad. El último invitado acaba de llegar, se llama Milo Tindle (Michael Caine), es el amante de su esposa, y tiene la pinta de un italiano con aire de perfecto conejillo de indias.

Contrariamente a lo que cabía esperar, la relación entre ellos parece ser del todo cordial, incluso Wyke propone a su nuevo “colega” un plan para solucionar su nueva vida en pareja.
Basada en la obra teatral homónima de Anthony Shaffer, ‘La huella’ trata sobre un encuentro sin igual. Con la única presencia de dos personajes y un solo decorado, Joseph L. Mankiewicz construye un film rico en matices, interesante, y tremendamente absorbente.


Aquí plantea un simple entretenimiento psicológico llevado hasta el límite, una confrontación entre dos mentes que sólo quieren una cosa: jugársela de la manera más astuta posible a su rival.

Es muy interesante el juego que realiza Mankiewicz con el espectador de dobles sentidos, de apariencias engañosas y sobretodo de ambiguedad de ambos personajes.

Durante su enfrentamiento dialéctico, nuestra visión de ambos personajes va cambiando, a medida que también cambia su relación entre ellos (que pasa de la aparente cordialidad al enfrentamiento directo).

Pese a que ambos personajes parten de estereotipos (el aristócrata de clase alta y el plebeyo arribista de clase baja), el director les supo dotar de personalidad propia y sobretodo supo elegir a los actores que tenían que darles vida.

Con estos dos actores y una puesta en escena mayoritariamente en interiores, ambos personajes están siempre rodeados de curiosos (y en algunos casos exóticos) ingenios lúdicos.

Incluso a veces, parecen estar siendo observados por (perturbadoras) máscaras y muñecos, que le sirven al director para enfatizar su mensaje de juego de apariencias en un tono burlón.

Eso sí, decir que el exagerado metraje puede acabar restando dinamismo e interés a la cinta y, aplicando el sentido común, la trama es por completo inverosímil, por lo que si no aceptamos las reglas del pasatiempo no la vamos a disfrutar, y merece la pena.


Me cuesta mucho encontrarle fallos, ya que el guión (de la obra de teatro) es ingenioso, creativo, imaginativo, cuidado, sagaz, irónico... y siempre encuentra sorpresas para el espectador. 
Un trabajo cuidado al detalle, cosa que ya no se ve en el cine de hoy, acostumbrado a las prisas, estrenos, marketing.... a lo fácil y rápido.


La Huella acaba resultando una película arriesgada, que se mueve en un filo muy peligroso, pero del que sale triunfante gracias al talento enorme de todos los que intervinieron en ella.






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El Diablo Sobre Ruedas (1971): Crónica de una persecución



La película nos pone en primer plano la angustia de un conductor, David Mann (Dennis Weaver), en el que un inofensivo viaje de negocios a bordo de su coche por carretera se convierte en su peor pesadilla. Sufrirá el acoso incesante de un camión descomunal que constantemente pone su vida en peligro.

Desde el principio uno se hace una única pregunta: ¿porqué? No se entiende la obsesión de ese camionero hacia el conductor del coche, una obsesión que para él es un simple juego. El problema es que el juego cada vez se va volviendo más peligroso y uno sabe que la solución no puede ser buena.

Inquietante y arrebatador ejercicio de suspense de un debutante Steven Spielberg, el niño mimado de Hollywood que ya apuntaba maneras por aquel entonces demostrando un talento superior en este film de bajo presupuesto.

Es una película primeriza y como tal, no es perfecta, sin embargo, Spielberg consigue una película entretenida y que crea una gran tensión. Nadie que la haya visto se olvida de ese terrorífico camión, que es como si fuera un monstruo.

El principal atractivo de la película radica en que, careciendo prácticamente de argumento, logra un grado de suspense al estilo Alfred Hitchcock. La cinta es meramente visual, con escenas de carretera y con una tensión magníficamente plasmada en las tomas de persecución.

El miedo y la locura hacen mella en un creíble Dennis Weaver enfrascado en un juego del gato y el ratón contra un enemigo totalmente impersonal.

El conductor del camión no aparece nunca, delegando el papel de asesino al propio camión; es otro elemento inquietante que ayuda a incrementar el suspense.

Los aspectos meritorios de esta cinta pasan más bien por la forma de contar la historia que por el contenido o la elaboración de la misma. Es encomiable el frenético pulso narrativo de un Spielberg que supo demostrar su incipiente talento con un original y sugestivo uso de cámaras, con una atmósfera opresiva y claustrofóbica a pesar de estar rodada en escenarios abiertos, por algunos momentos de verdadera perturbación psicológica y por abstenerse de un gran presupuesto. 

Mediante una acertadísima voz en off conseguimos meternos dentro de la cabeza de nuestro sufrido héroe de carretera, pensar como él y sentir su misma desesperación ante una situación que lo desborda, no comprende y ante la que se siente completamente indefenso. 

El conductor del coche no entiende porqué a él le ocurre dicha situación, y porqué nadie es capaz de ayudarle.

Es un personaje que se encuentra solo dentro de un paraje inhóspito, y que se encuentra con personas que entienden que tiene un problema grave, pero que ellos no quieren tener ese problema.

Ahora bien, para achacar se puede decir que la narración se torna por momentos demasiado bizarra, liviana, redundante y monótona. 

Es cierto que Spielberg consigue transmitir la inquietud y desasosiego del protagonista mediante el montaje; pero la excesiva cantidad de escenas de carretera acaba mermando la tensión, y por más maniobras de planos que realize llega un punto en que el espectador se habitúa y las imágenes pierden fuerza e impacto.


Quizás el formato de hora y media le quede demasiado largo para las alternativas que desarrolla el relato, las mismas se limitan a una furiosa persecución e intento de supervivencia del más débil.
Suerte que detrás de cámaras había un director que supo darle chispa y pimienta ante tantas limitaciones que el filme ostenta desde su guión.

Una idea bastante simple que para mí, está muy bien llevada a cabo. Hecha para el género 'intriga' más que 'terror'. Sin efectos especiales, sin argumentos profundos, sin sangre, sin vísceras...

Steven Spielberg demuestra que se puede crear un clima de tensión, suspense y nervio creíble, con pocos medios y un guión de hierro.
Pienso que está sobrevalorada aunque para la época en que se hizo debió ser un auténtico peliculón y actualmente aún se deja ver con dignidad.





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