En una casa aislada y próxima a las vías del tren vive la
señora Wilberforce, una venerable anciana que alquila dos habitaciones al
misterioso profesor Marcus y a los cuatro miembros de su siniestra banda de
música.
Conseguir que una comedia funcione a la perfección, y que
el mecanismo por el que eso sucede no se note en pantalla, es algo a lo que
cualquier director debe aspirar.
Puede haber muchos gags y situaciones brillantes, pero que
esa suma de momentos aislados den como resultado una obra redonda, en la que
todo fluye sin aparente esfuerzo, es algo que muy pocas veces se consigue.
Todo esto que comento en el párrafo anterior se cumple a
la perfección en El quinteto de muerte, deliciosa comedia, con toques muy
negros, que funciona de manera precisa y brillante, ofreciendo elevadas dosis
de originalidad y un acabado visual impecable.
La historia de "El quinteto de la muerte", tiene como
protagonista a una entrañable anciana, de modélicos modales, que vive en una
peculiar casa con vistas a las vías del tren.
Allí recibe la visita de un
extraño caballero que busca alquilar una habitación donde vivir y, además,
poder ensayar con su quinteto de música.
La anciana le acoge en su casa, encantada con la posibilidad de escuchar los
ensayos.
La intención de este hombre y su quinteto de música es
bien distinta, ya que su idea es cometer un robo por todo lo alto, en el que la
ancianita tendrá un papel importante sin ella saberlo.
A partir de ese momento, la sucesión de equívocos
provocarán un desarrollo de los acontecimientos realmente desternillante, donde
los ladrones se darán cuenta, que su mayor problema no será hacerse con el
dinero, sino soportar a la “tierna” anciana.
Esta sucesión de situaciones cómicas, con algún grado de
tensión incluido, desembocan en un final más negro que el carbón, como el
transportan esos vagones que tanto protagonismo, adquieren al final de la
película.
Es evidente la maestría del “casting” en la configuración
física de los cinco esperpénticos ladrones, con escenas que
definen claramente su personalidad:
Marcus (Guinness) es hipócrita y vehemente,
de mirada ratonil y gestos expresionistas; Louis (Herbert Lom), es el más
caricaturesco de todos en su indisimulada maldad, vestido como un gánster de
Chicago, incapaz de mantener en la postura correcta, el violín que le ha tocado
en suerte.
Después tenemos a Lawson (Danny Green), que simula ser
contrabajista dada su corpulencia, la misma que le convierte en un gigantón
entrañable y algo corto de luces; Harry Robinson (Peter Sellers) es el menudo y
amable del grupo, el más cómico y convincente.
Por último, el mayor Courtney
(Cecil Parker) resulta en cambio el más asustadizo y el más incrédulo en cuanto
al golpe.
Una comedia británica original y corrosiva, que sabe sacar partido a
situaciones cruentas, para convertirlas en humor chispeante.
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