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Gremlins (1984): Macabra y divertida navidad





Los años ochenta nos regalaron una comedia negra que tiene lo mismo de tonta como de entretenida, y lo mismo de irreverente como de inolvidable.


A pesar de ser un típico producto de los primeros ochenta, al estilo de los Goonies o Regreso al Futuro, la película está hecha con cierto talento (Joe Dante, Steven Spielberg y Chris Columbus), lo que le ha hecho envejecer medianamente bien.

El filme cuenta la historia de un inventor de pacotilla, que descubre en una vieja tienda china una encantadora criatura, un Mogwai (En el lenguaje Cantonés, significa demonio o duende). 

Decide comprarlo como regalo para su hijo, su anciano dueño se niega, pero su nieto se lo vende a escondidas porque necesitan el dinero, no sin antes prevenirle de que debe cumplir a rajatabla tres reglas básicas.

La primera de las reglas se refiere a que no debe mojarlo con agua, la segunda es que debe evitar que le de la luz del sol porque dicha luz lo mataría y la tercera y más importante es que jamás debe comer después de medianoche.

Ni que decir tiene que las reglas no se cumplirán y enseguida empezarán las complicaciones. 


Al comer después de las doce, el inocente animalito (al que llaman Gizmo), se multiplica y convierte en peligrosas y gamberras criaturas que arrasan con todo lo que pillan. 


Después de zambullirse en una piscina y multiplicarse, cientos de gremlins atemorizarán a todo un pueblo poniendo en jaque a la policía.

Me gusta el lado oscuro de los mogwais cuando se transforman en "gremlins", y se convierten en unos "punkies" gamberros, muy por encima del ñoño Gizmo; hasta el punto de que llegan a robar protagonismo a los actores.

“Gremlins” equilibra muy bien la comedia, el cine infantil o propiamente dicho familiar, con el terror (las fechorías de los monstruos son a la par de macabras, también divertidas, como la secuencia en el cine viendo “Blancanieves” o el acecho del último gremlin en la juguetería).

Es un producto muy bien adornado con la tensión justa, ya que las escenas críticas tratan de no ser demasiado explícitas, una labor muy difícil porque entre tanto bicho criminal hubiera sido fácil sacar alguna escena desagradable.

La película falla en tener un ritmo lento en su introducción que nos ofrece situaciones y momentos de escaso interés, pero por lo demás no hay mucho que objetar. 

El hecho de ambientarla en un pequeño e idílico pueblo en Navidad siempre es un buen recurso como queda demostrado, y su poca iluminación genera el misterio que busca.

Aunque la historia del filme sea bastante plana y escasa de elaboraciones, entretiene porque es fácilmente llevadera, no aburre, y siempre nos mantiene atentos a su dinamismo tan particular.
Porque a día de hoy, podrán invadirnos extraterrestres o mutantes, atacar cocodrilos de dentaduras inmensas, fastidiar serpientes kilométricas o machacarnos con psychokillers de medio pelo, que jamás conseguirán lo que se logró con "Gremlins": 
Atemorizar y divertir premeditadamente a una generación.






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