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El Carnaval de las Almas (1962): Más Allá de la Vida



Mary Henry (Candace Hilligoss) es víctima de un accidente automovilístico; desde un puente colgante su vehículo se ha precipitado a un río. Horas después, Mary aparece sola y desorientada en un banco de arena. En seguida notará que el mundo que le rodea ha cambiado. La línea que separa a los vivos de los muertos se hace cada vez más borrosa. Es entonces cuando aparecen… ellos.....

Original película de terror, de serie B. Dicha serie no es sinónimo de mala calidad, simplemente se trata de películas con un menor presupuesto y por ello con actores menos reconocidos. 

Al haber menos dinero en muchos de los casos, y a las pruebas me remito con este título, la imaginación es su mayor aval.

La película mantiene en todo momento una atmósfera de tensión y desasosiego. No es para nada una película gore, simplemente resulta inquietante con el argumento, la música, y los juegos de sombras. Todo sumamente sencillo, pero eficaz.

Convincente y destacable la protagonista Candace Hilligoss; una actriz únicamente reconocida por este papel, aunque luego haría otra película de terror en 1964, “La maldición del cadáver viviente”, pero esta última ya es otra historia y tuvo mucha menos repercusión.

Después de 50 años, el guión ya no resulta una sorpresa. El espectador intuye con claridad la situación de la protagonista apenas pasados los quince minutos. 

Pero como el terror no necesariamente se nutre de finales a base de golpe de efecto, en "Carnaval..." las fuerzas motoras se centran pura y exclusivamente en el período de transición que sufre la protagonista.

Bien es cierto que la historia en ocasiones resulta algo ingenua, pero a su favor diré que en otras, el aura de misterio e incertidumbre traspasa la pantalla y se hace cuasi palpable del otro lado.
 
No es habitual encontrar este tipo de películas, precursoras de tantas ideas nuevas que de una manera u otra se desarrollarán más tarde, con mejor o peor fortuna en muchas películas actuales de suspenso. 

Lo que está claro es que se hizo en una época en que empezaba el "vale todo"; los grandes estudios se tambaleaban, la censura también, y los jóvenes de la época querían entrar en este mundillo del cine, como fuera. 

Si bien, no es una película para morirse de miedo, es una película que logra transmitirnos un suspenso, acerca de la historia de la protagonista. Con un final a la altura del resto, me atrevería a decir que nos encontramos con una de las primeras grandes historias del género fantasmal.

Una película diferente a lo que acostumbramos ver hoy día. Y supongo que fue una gran experiencia para el año en el que se rodó. 





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Bienvenido Mr. Chance (1979): La ingenuidad que ascendió al poder



Chance (Peter Sellers) es un hombre peculiar. Su vida se reduce a cuidar el jardín de la mansión de un hombre adinerado y a ver la televisión el resto del día (su único contacto con el exterior). Pero, cuando el dueño de la casa muere y Chance es despedido, no está preparado para hacer frente al mundo exterior.

Cuando este extraviado personaje topa, debido a un pequeño accidente, con un alto economista de estado, será acogido en su casa por su esposa Eve (Shirley Maclaine); y sin ni siquiera quererlo ni proponerlo se va convirtiendo en su mano derecha.

Lo paradójico es que, poco a poco, este hombre analfabeto de insólita pasividad conseguirá engañar a muchos, haciéndoles creer que es un gran político. Los distintos políticos y hasta el mismo presidente, interpretan el silencio y las extravagancias de Mr Chance como signo de una singular inteligencia, pero... nada más lejos de la realidad.
Peter Sellers, actor camaleónico donde los haya, sabe mostrarnos aquí, su lado más bello y conmovedor; y es que no podremos sentir otra cosa en su personaje que la admiración. Combina lo divertido con lo dramático, lo cual le dota al personaje de notable humanidad. Es un hombre que no sabe absolutamente nada, aparte de algunos pobres conocimientos de jardinería.

No es culto, no sabe leer ni escribir… Toda esta cadena de atributos lo convierten en un personaje con una figura muy inocente y entrañable. Ese hombre sólo sabe decir la verdad y hacer el bien pues no conoce otra cosa.

La película plantea una interesante e inteligente crítica social con el hecho de que alguien bien vestido, sereno y parco en palabras, todo el mundo da por hecho que es alguien importante y una vez que alguien realmente importante lo dice públicamente, y aparece con él a su lado, ya todo el mundo lo cree.

Para algunos el encanto personal de Chance radica en su conformismo, su carácter retraído y dócil, su pasividad y debilidad. No molesta, no empuja, no da codazos, no inquieta. Se deja llevar por los acontecimientos y por los que mandan. Hace uso de toques surrealistas, que suelen ser vistos con ojos de humor e ironía.

Es una película que habla sobre el destino, el poder, la influencia y alienación que provocan en la gente los medios de comunicación (en especial la tv)... pero sobretodo es una gran reflexión sobre la soledad; Mr Chance es alguien que desde siempre ha estado extraviado y solo ante el universo. También el personaje de Shirley Maclaine es el de una mujer solitaria que ve en Chance una desesperada salida y escape de esa soledad.


Un film crítico, que quien no lo haya visto aún que intente visionarlo, pues no se arrepentirá; por ser éste un film de positiva simpatía, orientado a hacernos pensar lo poco extraordinarios que somos; lo necesitados que estamos de una cierta idiotez, incluso de la que nos meten por los ojos en las distintos canales de televisión, en las salas de cine y otros medios. 







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Tootsie (1982): El lado femenino


  
Michael Dorsey es un actor neoyorkino sin éxito. Además, en los círculos artísticos tiene fama de conflictivo. Como su mala racha no se acaba, un día toma una importante decisión para reafirmar su condición de buen actor; decide presentarse a un casting para el papel de una mujer en una telenovela muy popular, disfrazado y maquillado como tal.

Gracias a su talento, consigue el papel sin que nadie sospeche que en realidad es un hombre. Pero su nueva identidad le traerá no pocas complicaciones en su vida diaria, a partir de ése momento. 
 
La verdad es que la película fue una grata sorpresa, ya que, en lugar de estar llena de clichés sobre la llamada “lucha de sexos”, o de situaciones muy explotadas en las comedias del estilo, me encontré algo entretenido y original.

La película, a su vez, defiende los derechos de una mujer de carácter en medio de una sociedad machista, que simplemente ve a la mujer como un ser inferior y sexual, sin poder ser ésta una mujer independiente e independiente del hombre, una brindis a la mujer independiente.

Eso sí, el problema del film es que su feminismo apasionado es un poco atropellado, en su intento efervescente de demostrar que las mujeres están a la altura de los hombres termina por caer en un recurso que me parece incoherente.

Es muy tierno que un hombre encuentre su lado femenino y se dé cuenta de que las mujeres merecen el mismo respeto que los hombres; pero el hecho de que este hombre sea el impulsor del movimiento liberador femenino es lo contradictorio. 

Da a entender que las mujeres no se pueden autodefender y necesitan a este hombre para que les dé el impulso necesario.

No sé cómo sería en su época, pero la situación esta en la que un hombre se trasviste me resulta muy típica, como si la tuviese ya muy vista. 

Sin embargo, con Dustin Hoffman es difícil que no te guste. Dejando aparte al protagonista, que cumple sobradamente como casi siempre, al respecto a los demás actores, todos contribuyen con sus actuaciones al buen hacer del filme.

El mejor amigo del protagonista (Bill Murray) que mira con escepticismo y aburrimiento la doble vida de su amigo. Su representante (Sydney Pollack) que está cansado de la tozudez de su representado e intenta aconsejarle de la mejor forma posible.

La atractiva compañera del rodaje (la bella Jessica Lange), madre soltera que toma como una amiga al personaje interpretado por Hoffman, pero con la que cada vez tiene una relación más complicada.

Todos y cada uno contribuyen en la trama, que consigue fluir de forma agradable sin recurrir a enredos y líos exagerados, y que tiene un final muy adecuado con las personalidades mostradas.

 “Tootsie” en realidad nos habla de muchas cosas, como la dificultad de encontrar trabajo para centenares de actores, del escaso nivel de las telenovelas, de las complejas relaciones entre hombre-mujer y por supuesto de lo semejantes y a la vez diferentes que somos los dos sexos. 


El director y actor Sidney Pollack realiza una película memorable que cada vez que se vuelve a visionar, transmite la fuerza individual y la importancia de pensar por uno mismo.






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La Calumnia (1961): Dos mujeres y un rumor



Karen Wright (Audrey Hepburn) y Martha Dobie (Shirley MacLaine), regentan un colegio para niñas de buena sociedad junto a la tía de la última, Lily Mortar (Miriam Hopkins). Karen está prometida con el doctor Joe Cardin (James Garner) y se dispone a casarse con él.

Sin embargo, todos los planes se verán trastocados cuando una niña, en venganza por los castigos impuestos por sus maestras, oiga por casualidad un comentario y lo utiliza, distorsionándolo, para acusar a sus profesoras de una conducta reprobable. Los escandalosos rumores se extenderán velozmente por la comunidad escolar…

Excelente película que se atreve a tocar un tema tan tabú en la sociedad de la época. pero la película trata mucho más que sobre la homosexualidad; trata del daño que pueden causar las habladurías, interesadas o no interesadas.

Y como estas se propagan como una enfermedad que contagian a todos y a todo, destrozando la vida de las personas a las que se calumnia, pudiendo llevar a que sean rechazadas o ser objeto de burla; sin pensar que absolutamente todos tenemos alguna falta, o que somos de una determinada manera, sin que eso sea motivo de reproche.

No se trata solo de que lo que se diga sea verdad o no, sino de la incomprensión social ante a todo aquello, que según ellos, se salga de unos parámetros establecidos que marcan lo correcto y lo incorrecto.

Valiente cinta del director William Wyler, arriesgada y valiente por tratar el lesbianismo en los años 60. La película es una valiente apología sobre el derecho a la libre autodeterminación sexual de cada persona, la cual fue mal acogida en su momento por el conservadurismo de la época.

Y es que en una sociedad puritana y más todavía en la primera mitad del siglo pasado, cualquier manifestación de amor que no fuera de hombre-mujer era considerada una aberración y una monstruosidad. Algo lamentable y vergonzoso.

Relevantes son, aparte de la misma trama (con un desenlace que no deja indiferente), la cinematografía y las actuaciones de todo el reparto.

Con respecto a Audrey Hepburn y Shirley MacLaine como las dos maestras; ambas muestran su gran potencial dramático y talento en escenas de gran dificultad en las que se compenetran a la perfección.

Destacar también a la niña más malvada y odiosa de la historia del cine, causante de todo el conflicto. El novio que sin quererlo le corroe la duda de lo que se dice sea verdad. 

A esa tía gorrona y chismosa que solo actúa en su beneficio como si fuera un parásito y a esa anciana acomodada que erróneamente, se cree capacitada para juzgar a los demás porque se encuentra en una situación moral más elevada.


Las consecuencias de la mentira son de toda índole: social, económica, humana y amorosa y aquí se despliegan en toda su crudeza. Llega a ser agobiante el clima en que se mueven los personajes y ello alcanza al espectador. 

En definitiva, un drama que impacta y que sacude con fuerza nuestros más rezagados prejuicios frente a los sentimientos y derechos de los demás. 






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Los Crimenes del Museo de Cera (1953): Terror tras la Cera


El escultor de un museo de cera tiene una fuerte discusión con su socio, porque éste pretende incendiar el local para cobrar el seguro. Años después, mientras el profesor Jarrod intenta reconstruir el museo, se producen extrañas desapariciones.

Todo un clásico del cine de terror interpretado por uno de los actores más prolíficos del género, el gran Vincent Price. 

Rodada en 3D cuando era toda una osadía (hablamos de la década de los 50), nos encontramos con una producción cuidada, donde el terror es mostrado en pequeñas dosis y el suspense es el verdadero protagonista.

La historia es una perfecta mezcla de “El fantasma de la Ópera”, “Frankenstein” o “El Doctor Jekyll”. 

Pero lo que le da el plus es sin lugar a dudas las figuras de cera, ¿quién no ha visitado un museo de cera y le ha parecido que algunas de sus figuras parecían cobrar vida?

Se puede ver la historia, como si fuera un documental de como se construyen paso a paso las figuras de cera en aquellos tiempos. 

Y si se le añade a ello, una macabra historia de terror que sin verse ni una sola gota de sangre, da mucho mas inquietud que todas esas malas películas de serie Z, que se hicieron en los años 70 y 80.

Las sensaciones de esta película hicieron fijarme en Vincent como el genio de películas de bajo coste de todos los tiempos, gracias a su versatilidad, refinamiento y elegancia.

Pese a que tiene un histrionismo limitado, su papel en esta película así como en otras más conocidas como: "El Cuervo", "El abominable Dr. Phibes"... hacen de este actor uno de los más camaleónicos del género de la época.

Por cierto un tal Charles Buchinsky, que luego se llamaría Charles Bronson, hace aquí uno de sus primeros papeles en esto del cine.

En conjunto, es una obra correcta, pero se intuye pronto todo el supuesto misterio. 

No logra reunir grandes ratos de horror sanguinario ni truculento, sino que más bien intenta basar su propuesta en sugerencias. 

Algo que le resta capacidad de impacto y hace que en algunos momentos las escenas nos parezcan previsibles.

Tal vez la antigüedad de la película sea la responsable de que no me haya dado el más mínimo miedo, pero no voy a negar que es entretenida y emocionante al principio y al final. Recomendada tanto a los fans del terror, como a los buscadores de cine clásico.





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La Parada de Los Monstruos (1932): Freaks muy humanos



En un circo lleno de seres deformes, tullidos y personas con diversas amputaciones, Hans, uno de los enanos, hereda una fortuna. A partir de ese momento, Cleopatra, una bella contorsionista, intentará seducirlo para hacerse con su dinero. Para lograr su objetivo, traza un plan contando con la complicidad de Hércules, el forzudo del circo...
 
Por lo que he podido ver, los monstruos -reales o imaginarios-, han suscitado principalmente dos tipos de miradas en el cine. Una que explota el elemento terrorífico que de ellos se deriva y los convierte en asesinos sanguinarios, y otra de vertiente melodramática encaminada a la comprensión y compasión por la desgraciada vida de estos individuos.

"La parada de los monstruos" es de las pocas películas que combinan esas dos miradas, entregándonos un espectáculo onírico y cruel donde los monstruos tan pronto nos inspiran piedad como miedo.

Ochenta años desde su estreno ha cambiado mucho el cine como para valorarla por sus virtudes técnicas y artísticas, pues juega con una gran desventaja con el cine que vino después, con más medios. Sin embargo, tiene algo que no se ve en el cine de hoy día, mucho atrevimiento (tanto como el sistema cinematográfico de la época al permitir un rodaje como este).

Tratando el controvertido tema que trata y teniendo en cuenta que el reparto lo integra gente que produce cierto rechazo a la vista, se podía caer con facilidad en el morbo o en el malrollismo para llamar la atención del público. En cambio Browning coge derroteros distintos y enfoca la película hacía la cotidianidad que trata de llevar esa gente “diferente”.


Cuesta pensar, en lo que pasaría por la cabeza de quienes vieron esta película en el año de su estreno, ya que de un director tan exitoso en aquel momento como Tod Browning, lo que menos esperarían era encontrarse con esto.

A Tod Browning se le recuerda tanto por esta obra como por el Drácula de 1931 con Bela Lugosi.

Para realizarla contó con un reparto con los nombres de Wallace Ford (El Invisible Harvey), Leila Hyams, Olga Baclanova, Henry Victor (La Momia) y el principal reclamo del largometraje, los monstruos, interpretados por gente con deformaciones físicas y/o falta de miembros, entre los que encontramos enanos, hermanas siamesas, gente sin brazos y piernas, hermafroditas, retrasados mentales...

La historia que cuenta, si no fuera por los particulares personajes que la protagonizan, no pasaría de un melodrama de lo más obvio. En general, es poco sofisticada, aunque hay ciertos momentos con cierta tensión dramática.

En la película se hace evidente que se enfrenta a dos mundos: el mundo de los "freaks", monstruos deformes que han sido repudiados de la sociedad y actúan como una sola entidad, como una sola mente.

Y por otro lado, está el mundo de los humanos corrientes, que desprecian a los primeros y su individualidad puede llevarles a cometer actos atroces.

Lo mejor que tiene es la eficacia de su director para mostrarnos a estos supuestos monstruos, como lo que son en realidad, humanos, personas como cualquier otra, ya que tampoco cae en la discriminación positiva, en mostrarlos de forma condescendiente y como si todos ellos fueran buenos, porque no.

Vale la pena resaltar el hecho de que todos los actores son reales, con sus verdaderas anomalías físicas, lo que añade realismo al largometraje. Además, la película fue durante años víctima de la censura y el boicoteo. 

Supongo que sería un guantazo bestial a la "espartana" sociedad de entonces; motivo por el cual se convirtió en algo indigno de ser visto, en algo repulsivo. 


"La parada de los monstruos": un relato desgarrador sobre la soledad de los marginados, sobre el egoísmo de los "hermosos"; hábil alegoría acerca de oprimidos y opresores. ¿Quiénes son los verdaderos monstruos, los que lo aparentan o los que no?




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