Un
tiránico y manipulador productor de cine (Kirk Douglas), que ha caído en
desgracia, pide ayuda a un director (Barry Sullivan), a una actriz (Lana
Turner) y a un guionista (Dick Powell), a los que ayudó a triunfar, pero que
tienen sobradas razones para detestarlo.
Los
tres le reprocharán su falta de escrúpulos para alcanzar el éxito, sin reparar
en las personas a las que traicionaba o engañaba.
El
éxito, la fama y la gloria son los principales objetivos de muchos de los
hombres y mujeres ambiciosos que quieren ser algo grande en la vida, sobre todo
en lo referente al mundo del espectáculo y, en especial, del cine.
Y
con tal de conseguirlas son capaces de obrar de mil maneras y de manipular a la
gente que tienen a su alrededor, de la que se sirven como un medio o un peldaño
más para lograr la fama, sin importar herirlos, engañarlos o utilizarlos a
ellos o a su trabajo, para luego robárselo y dejarlos tirados.

Dirigida con un ritmo
activo y con un estilo original en el montaje y el argumento que atrapa
notablemente al espectador intrigándolo.
La
historia contada a modo de Flash-Back, está basada en anécdotas personales
sobre la vida del insaciable productor real David. O. Selznick, al que no le
importaba demasiado sacrificar a quien fuese necesario, con tal de sacar
adelante sus ambiciosos proyectos.
El
trío del director, de la actriz y del guionista es fundamental para la
película, tanto como el productor. Cada personaje de la película cuenta su
historia, cuenta como conoció a Jonathan Shields, cuenta como era lo miserable
de su vida en ese momento y antes de eso, y como cambió tras ese
acontecimiento.
Lo
que todos concuerdan, aunque lo odien, es que sus vidas cambiaron para bien de
algún modo, alcanzaron el éxito y todo se lo debían de algún modo por él,
aunque sus vidas hayan sido marcadas por el odio, el rencor y el desprecio.
Como
ya ocurriera en “El crepúsculo de los dioses” toda la película es una dura
crítica a los productores de Hollywood, y su manera de encumbrar y destruir
estrellas, con el único fín de ganar dinero sin importar el resultado final.

Cada época dispone de un “barniz”,
cultural o formal, que se aplica sobre la superficie de los films rodados en
ella; pero debajo de esa superficie existen cuestiones que no envejecen.
Y esas cuestiones a menudo apuntan a la condición humana, con sus virtudes y sus
miserias, el espíritu emprendedor, la ambición por triunfar, el narcisismo, el
hedonismo y los caprichos del destino, todo ello vestido de melodrama.
Las
actuaciones son deslumbrantes y muy profesionales. Como protagonistas Lana
Turner está admirable en un papel con hundimiento psicológico, Kirk Douglas
está persuasivo y convincente y Walter Pidgeon señalado en su tarea, siendo
notables los acompañamientos de Dick Powell, Barry Sullivan y Gloria Grahame
entre otros.
Una
mirada a las entrañas de ese mundo de ilusiones, pero también de sacrificio,
ascenso y decadencia, que es el cine, es lo que nos ofrece Vicente Minelli en
este gran clásico.
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