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El Ente (1982): Miedo a lo invisible.



Presuntamente basada en hechos reales, narra el relato de una madre soltera con tres hijos, Carla Morán (Barbara Hershey) perseguida y violada por un ser demoniaco, que acude a la ayuda de un psiquiatra (Ron Silver), pero él cree que todo está en su cabeza... 

Desde mi punto de vista cuando una película es calificada como 'de terror', sus artífices tienen que provocarlo, tienen que hacer sentir al espectador el sentimiento del miedo. Ese miedo tan atractivo que nos gusta ver, que nos atemoriza y que disfrutamos porque sabemos que estamos cómodos y seguros en la oscuridad de la butaca o del salón de casa.

Durante los 70 y comienzos de los 80, la  parapsicología estaba de moda y el cine se hizo eco de ello, con películas como la trilogía de Poltergeist o las dos entregas de Cazafantasmas entre otras.

El ente fue la que trató el tema de manera más rigurosa; el problema es que tratándose de un film de carácter fantástico, el público demanda efectos visuales y poca verosimilitud en favor del entretenimiento.

Y esa fue la fórmula que funcionó, en las películas anteriormente mencionadas. El ente, por el contrario, estaba contada de manera más seria y con pocos pero eficaces, efectos visuales.

Dejando al resto de intérpretes, cuya actuación no deja de ser pasable; es gracias a la actriz Barbara Hershey, con su convincente interpretación, la que nos convence, que nos creamos el absurdo absoluto de la situación que vive.

Con música punzante y efectiva; la película se constituye en una obra inquietante por momentos, atractiva desde los conceptos, y que sin lugar a dudas posee como el aspecto más positivo, la cruda contienda entre ciencia y parasicología; una batalla ideológica encarnizada, que envuelve al filme en todo momento.

¿Fantasmas o traumas mentales? Que cada uno saque las conclusiones de acuerdo a sus convicciones. 

Una verdadera pena, que la película no se mantenga imparcial en esta interesante disyuntiva.

A la sombra de grandes éxitos de taquilla, El ente no arrastró los mismos aplausos de la crítica. 

Una verdadera injusticia porque, aunque no iba sobrada de alardes, su listón mantenía el nivel de la época... un nivel muy superior al actual, más basado en la mercadotecnia comercial.

Sea cierto o no, la auténtica Carla Moran aún sigue sufriendo las mismas agresiones pero con menor violencia. Todavía más perturbador resulta, si recordamos durante el visionado que se trata de supuestos hechos reales, puestos a la luz pública en la película y el libro del que ésta nace. Una historia que debería reivindicarse, para sacarla de su olvido.




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