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Olvidate de mi (1999): Eterno amanecer de una mente sin recuerdos



Da la sensación, que en lo que respecta al amor en el cine todo esta dicho. Pues no, eso es lo que creía yo antes de ver esta película. Una película extraña pero aún así, con un encanto especial. Quizás sea que trata un tema que a muchos humanos nos apasiona (el recuerdo y la memoria). 

No comparto la opinión de que agrade a las masas, ni muchísimo menos. No se ajusta a ninguna de las plantillas establecidas para las comedias románticas, por eso esta película no es accesible para todos los públicos.


Vamos a ver, ¿borraría yo el doloroso recuerdo de alguna relación nefasta si tuviera ocasión de hacerlo? 

Posiblemente no, porque he sido capaz de convivir sin mayor trauma con esos recuerdos. 

Pero me gusta pensar en la posibilidad de un reseteo, que garantizara comenzar de nuevo desde cero, después de un fracaso sentimental. 

Eso es lo que básicamente plantea la película: como una pareja (Joel y Clementine), después de sus problemas sentimentales y separarse, decide borrar el uno al otro de su memoria, acudiendo a una clínica especializada en borrar recuerdos.

Se cuenta la historia desde el final hasta el principio, desde dentro de la mente de Joel... Se mezcla lo real y lo irreal de una manera genuina, y con un surrealismo genial. 


Partiendo de una idea excepcional, la película se tuerce para mi gusto, en intentar recrear unos personajes demasiado rocambolescos y falsos, en su concepción y creación. 

No obstante, este genial juego de ensoñación dramática, logra crear chispas donde parecía que nunca las habría, entre la pareja protagonista.

Reconozco que Jim Carrey me ha sorprendido; su personaje de Joel es un ser atormentado, tímido, incomprendido, triste por naturaleza y sin embargo vivo y divertido 

Y Kate Winslet está sorprendente como Clementine, su aparentemente pareja perfecta; un personaje entre neurótico, impulsivo, pasional y adorable.

Tampoco tiene desperdicio la historia de los personajes del laboratorio de recuerdos que, gracias al guión, no son meras personas que aparecen en la historia sino que intervienen en él (hablo de los personajes de Mark Ruffalo, Tom Wilkinson, Elijah Wood y Kirsten Dunst).

Al igual que en los videoclips, el director Michel Gondry se encarga de no darnos tregua con una avalancha de información constante. El montaje nos permite ir saltando hacia atrás y hacia adelante en los recuerdos, viendo las dos relaciones en paralelo. 

Si uno se deja llevar y entra en el dinamismo de lo absurdo, se disfruta de la película y bastante. 

La trama es original y el guión es inteligente. Pero la relación de los personajes principales no me parece a veces demasiado creíble, sino más que tormentosa. 

Ellos son dos mundos distintos y apenas tienen nada en común. Reconozco que hay escenas bonitas y muy tiernas. 

Pero a la par también hay escenas ridículas que rozan el absurdo. Su relación parece estar condenada al fracaso, ya que aunque pueden borrarse de la memoria una y mil veces, por mucha pasión que haya, el amor no consiste sólo en eso.

Esta película no es una obra maestra ni tampoco los actores (tanto los principales como los secundarios), hacen unos papeles de Oscar, pero sin duda alguna hacen un trabajo excelente.

Trata sobre la ineludible tendencia a equivocarse del ser humano y sobre el amor que sobrevive más allá de la utópica idea de encontrar a nuestra media naranja. 

No es de extrañar que después de verla uno se replantee la expresión y llegué a pensar que, tal vez, una media naranja no sea aquella que siempre comprenda nuestras neurosis, sino sencillamente aquella sin la que nuestra vida carecería de sentido.











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