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Plague Dogs (1982): La ilusión canina de tener quién te cuide.



Basada en la novela escrita por Richard Adams, “The Plague Dogs” (Los Perros Perseguidos), nos habla de Rowf y Snitter, dos perros que logran escapar de un laboratorio en donde se realizan diversos y crueles experimentos con animales, en pos de la ciencia. Prácticas que van desde conocer su resistencia física o su reacción a intervenciones quirúrgicas.

El maltrato en ellos es notable y por ello están fatigados, sufren alucinaciones y no quieren volver, están en mitad de un parque natural de Inglaterra donde tendrán que sobrevivir como sea.

Desorientados, confundidos y hambrientos, ambos soñarán con vivir en paz, con quizá encontrar un amo cariñoso que les cuide.

Estos son algunos de los motivos que los animan a resistir hambre, a padecer las inclemencias del tiempo y a soportar una agotadora persecución por parte de varios grupos de búsqueda, que pretenden cazarles. 

Dos perros huyendo, tan sencillo como eso. Pero narrado desde su punto de vista, que seria la simpleza de ver como quienes antes te acariciaban y mimaban, ahora huyen de ti y te quieren liquidar... y no lo entiendes.

Más que la trama o el dibujo, nada desdeñables, los puntos fuertes de la película residen en el tratamiento de los personajes que protagonizan la historia: los animales y el ser humano.

Los primeros, por fin, son tratados de una forma totalmente alejada del patrón establecido por la factoría Disney y que impera en el cine de animación más convencional.

Los perros no se ponen a cantar y bailar, no están humanizados (no gesticulan, no se ponen a dos patas, no sonríen ni alzan la ceja...), y mucho menos están caricaturizados. Son perros, por tanto animales, la razón no tiene cabida y da paso al instinto animal.

Además, el ser humano es representado de manera impersonal, a las personas que aparecen no se les ve el rostro, por lo que no hay ningún individuo en concreto que encarne el mal, sino el hombre como especie. 

Es él con su poder de raciocinio el que trata con vileza e insensibilidad a los demás miembros del reino animal.

Sin duda, es esta la característica que mejor define la película de Martin Rosen, y que debe mucho a la obra literaria de Jack London, en concreto a “La llamada de lo Salvaje”, la historia de Butch, un san bernardo que, viviendo feliz con su amo, es raptado por un hombre violento y maltratador, y llevado como perro de tiro a las tierras heladas del Yukon.

La apuesta del director Martin Rosen, ya alejada en el tiempo (1982), resulta muy buena y novedosa, por lo que me extraña que no se haya seguido la senda marcada por él, o al menos hasta el punto que yo conozco.

Tal vez sea por el poco atractivo de la propuesta para un público infantil, aunque bien es cierto que el cine de animación cada vez es menos infantil de la manera en que se hacía, pongamos, veinte años atrás.

La esencia de “The Plague Dogs” es una denuncia a las cotas de irracionalidad que puede alcanzar el ser humano, demostrando que el hombre, por muy civilizado que se muestre, es el animal más salvaje de la Tierra.

Una película dura sobre la supervivencia, no tiene por qué estar hecha con actores de carne y hueso, y tampoco ir dirigida a los niños. Es una historia conmovedora, que da un enfoque interesante al tema de la experimentación con animales y a la crueldad e impunidad con la que estos son tratados. Sin duda vale la pena verla, aunque sea una vez.



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