Woody Allen
utiliza el túnel del tiempo para realizar toda una declaración de amor a la
ciudad de París; una guía turística como tal.
La trama se
centra en un escritor de novelas frustrado (correcto Owen Wilson mimetizando el
personaje habitual de Allen) que llega a París con su mujer y suegros.
Él añora otros
tiempos, se imagina otra época (los parisinos años 20), en la que piensa que
todo era mejor y donde grandes intelectos y artistas se daban cita en locales y
tabernas para mantener conversaciones e intercambiar puntos de vista.
A partír
de aquí los acontecimientos se desarrollan de forma sorprendente a raíz de un
suceso que ocurre durante la medianoche...
La gracia de la película es
que esta fantasía surrealista es algo que a todos, el que más o el que menos,
nos gustaría vivir.
Sumergirte en un mundo irreal, en una época anterior de la
historia de la humanidad, rodeado de las grandes celebridades de esa época con
las que poder hablar.
Allen
paradójicamente realiza una película en la cual la nostalgia está bien presente
para advertir de su exceso. Para hacernos ver que de tanto mirar atrás nos
perdemos lo que tenemos delante. “Carpe diem” parece proclamar.
Estamos ante una
película en el que el personaje principal, es muy principal. Carga
completamente el peso de la trama dejando a los demás personajes en segundo
plano, por desgracia.
Su sello
personal lo deja en los diálogos, humor puramente Alleniano, muy reconocible
(el humor está muy presente aunque sin abusar en exceso). Sobre todo,
realizando una buena crítica a las clases sociales y al snobismo intelectual
pedante.
Allen mantiene
todavía el dominio de la técnica para rodar sus films (se pierde mucho en los
detalles de la ciudad pero era algo de suponer), lo que les dota de un cierto
atractivo visual.
El toque maestro donde Allen
no suele fallar es, sin duda, la banda sonora, una deleitosa combinación de
jazz y swing en este caso. Lamentablemente, la idea
original es desperdiciada por un desarrollo que no llega a estar a la altura.
Y es que Midnight es fácil de ver, pero de ahí no pasa; en
realidad no deja de ser una amable ñoñez.
En
las horas posteriores al visionado, la magia se evapora y ves que las cosas no
acaban de estar en su sitio y que, además, todo huele a promoción francesa en
exceso.
Sin embargo,
mirando la vista atrás, hay que tener en cuenta que Allen ya es un cineasta que
lo ha dado todo.
Sería egoísta seguir pidiéndole obras maestras a un director
que ya empieza a dar muestras de cansancio y cuya emoción nostálgica ante la
vida y los tiempos pasados, muy afines a los testamentos cinematográficos,
empieza a quedar patente sobretodo en esta propuesta.
Quedándonos con
su mensaje; "Medianoche en París" es una epifanía que nos incita a
aprovechar las oportunidades que nos da la vida, a no buscar en el pasado una
vía de escape para nuestras frustraciones.
Al final sería una buena
opción tomar la que propone Woody: ni perspectivas de futuro convencionales ni
nostalgias de un pasado que te bloquee, de vez en cuando, tienes que invitar a
un café a esa persona del presente de bonita sonrisa que has conocido ese mismo
día.
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