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Medianoche En París (2011): ¿Cualquier tiempo pasado fue mejor?



Woody Allen utiliza el túnel del tiempo para realizar toda una declaración de amor a la ciudad de París; una guía turística como tal.
La trama se centra en un escritor de novelas frustrado (correcto Owen Wilson mimetizando el personaje habitual de Allen) que llega a París con su mujer y suegros.

Él añora otros tiempos, se imagina otra época (los parisinos años 20), en la que piensa que todo era mejor y donde grandes intelectos y artistas se daban cita en locales y tabernas para mantener conversaciones e intercambiar puntos de vista. 

A partír de aquí los acontecimientos se desarrollan de forma sorprendente a raíz de un suceso que ocurre durante la medianoche...

La gracia de la película es que esta fantasía surrealista es algo que a todos, el que más o el que menos, nos gustaría vivir. 

Sumergirte en un mundo irreal, en una época anterior de la historia de la humanidad, rodeado de las grandes celebridades de esa época con las que poder hablar.

Allen paradójicamente realiza una película en la cual la nostalgia está bien presente para advertir de su exceso. Para hacernos ver que de tanto mirar atrás nos perdemos lo que tenemos delante. “Carpe diem” parece proclamar.

Estamos ante una película en el que el personaje principal, es muy principal. Carga completamente el peso de la trama dejando a los demás personajes en segundo plano, por desgracia.

Su sello personal lo deja en los diálogos, humor puramente Alleniano, muy reconocible (el humor está muy presente aunque sin abusar en exceso). Sobre todo, realizando una buena crítica a las clases sociales y al snobismo intelectual pedante.

Allen mantiene todavía el dominio de la técnica para rodar sus films (se pierde mucho en los detalles de la ciudad pero era algo de suponer), lo que les dota de un cierto atractivo visual.

El toque maestro donde Allen no suele fallar es, sin duda, la banda sonora, una deleitosa combinación de jazz y swing en este caso. Lamentablemente, la idea original es desperdiciada por un desarrollo que no llega a estar a la altura.

Y es que Midnight es fácil de ver, pero de ahí no pasa; en realidad no deja de ser una amable ñoñez. 

En las horas posteriores al visionado, la magia se evapora y ves que las cosas no acaban de estar en su sitio y que, además, todo huele a promoción francesa en exceso.

Sin embargo, mirando la vista atrás, hay que tener en cuenta que Allen ya es un cineasta que lo ha dado todo. 

Sería egoísta seguir pidiéndole obras maestras a un director que ya empieza a dar muestras de cansancio y cuya emoción nostálgica ante la vida y los tiempos pasados, muy afines a los testamentos cinematográficos, empieza a quedar patente sobretodo en esta propuesta.

Quedándonos con su mensaje; "Medianoche en París" es una epifanía que nos incita a aprovechar las oportunidades que nos da la vida, a no buscar en el pasado una vía de escape para nuestras frustraciones.


Al final sería una buena opción tomar la que propone Woody: ni perspectivas de futuro convencionales ni nostalgias de un pasado que te bloquee, de vez en cuando, tienes que invitar a un café a esa persona del presente de bonita sonrisa que has conocido ese mismo día.





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