La
historia nos cuenta de
manera cronológica la vida del famoso Alfred C. Kinsey (Liam
Neeson), primero biólogo y luego estudioso del comportamiento sexual
del hombre.
Gracias
a su esfuerzo por romper el puritanismo religioso y los prejuicios
hacia el método científico, analizó concienzudamente los
comportamientos sexuales de los humanos, como de simples animales se
tratara, al romper con la idea de que somos los hijos de Dios y que
estamos por encima de la Naturaleza.
Ante
todo, se tenían que desmitificar los discursos moralistas que
estaban de moda, y que impedían que el conocimiento progresara
debidamente.
Igualmente nos adentra en su historia de amor con Clara
Bracken McMillen (Laura Linney), su esposa, colaboradora y compañera
a lo largo de toda su vida.
Es inevitable sentir indignación por la ignorancia a la que se sometía a todos los jóvenes en la avanzada Norteamérica de los años 40 y 50. Alfred Kinsey fue capaz de postular los comportamientos mentales, sensoriales, físicos y emocionales del sexo para establecer y estudiar sus máximas.
Es inevitable sentir indignación por la ignorancia a la que se sometía a todos los jóvenes en la avanzada Norteamérica de los años 40 y 50. Alfred Kinsey fue capaz de postular los comportamientos mentales, sensoriales, físicos y emocionales del sexo para establecer y estudiar sus máximas.
Y por el
camino, salvó de la marginación y la auto flagelación a muchas
personas, al publicar con desbordado éxito en aquella época, que
hay tantas formas de comunicarse sexualmente como personas hay en el
mundo.
Pero igualmente, “Kinsey” no glorifica y mitifica a la figura de su protagonista. Es capaz de introducir la duda y los fines humanos de su estudio para que el espectador se plantee dónde están los límites (en su abnegada pasión por la obra de su vida, llega a descuidar hasta su propia salud).
El reparto está extraordinario, sobre todo los dos protagonistas: Laura Linney y Liam Neeson que dejan ver el paso de los años, el retrato de una época y la labor social de su causa con dos apasionadas interpretaciones.
Pero igualmente, “Kinsey” no glorifica y mitifica a la figura de su protagonista. Es capaz de introducir la duda y los fines humanos de su estudio para que el espectador se plantee dónde están los límites (en su abnegada pasión por la obra de su vida, llega a descuidar hasta su propia salud).
El reparto está extraordinario, sobre todo los dos protagonistas: Laura Linney y Liam Neeson que dejan ver el paso de los años, el retrato de una época y la labor social de su causa con dos apasionadas interpretaciones.
Eso sí,
esta película deja también bien claras, las limitaciones de los
planteamientos de Kinsey (no basta con hacer estadísticas sobre las
actividades sexuales de los humanos, para comprender el
comportamiento humano en el ámbito sexual).
De igual
forma, también nos muestra en qué consistieron sus principales
aportaciones (demostrar de un modo científico que determinados
comportamientos que no se consideran "normales" desde un
punto de vista moral, en realidad son lo suficientemente habituales,
como para que se consideren "normales").
La película propone preguntas y suscita la reflexión. Y cuando toma partido, lo hace por la responsabilidad: no se trata de hacer lo que a uno le dé la gana sin más, sólo por seguir sus instintos y obtener placer; se trata de entender que practicar sexo, acaba siendo también una experiencia afectiva.
La película propone preguntas y suscita la reflexión. Y cuando toma partido, lo hace por la responsabilidad: no se trata de hacer lo que a uno le dé la gana sin más, sólo por seguir sus instintos y obtener placer; se trata de entender que practicar sexo, acaba siendo también una experiencia afectiva.
En
definitiva, una película que en principio podría llegar a
escandalizar por la esencia que narra, pero la habilidad del director
Bill Condon, hace que la película no caiga en el chiste fácil.
Ello
hace de este filme, un curioso y buen documento investigativo e
informativo sobre la figura de un hombre que quiso desafiar y rebatir
tópicos, que por diversas razones permanecieron, permanecen y
permanecerán como temas tabúes dentro de la sociedad. Por
desgracia.
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