Interesante
comedia en donde se demuestra lo estúpido que puede llegar a ser el
hombre. Sin
duda para mí, fue una grata sorpresa esta película, estrenada medio
en el anonimato.
Es siempre bienvenido ver opciones que se alejen del
chiste fácil, por ello considero a esta cinta como una interesante
alternativa para pasar un momento ameno, alegre, de buen humor.
El
argumento de la película es el siguiente: Un editor adinerado,
Pierre Brochant, y sus amigos tienen un extraño ritual: un día a la
semana se reúnen para cenar acompañados cada uno de ellos por un
idiota; aquel que lleve al mayor idiota de todos gana.
Llega
a oídos de Brochant un tal François Pignon, un trabajador del
ministerio de Hacienda que sólo habla de sus construcciones hechas a
base de cerillas. Brochant no duda ni un instante en invitarlo a la
cena con la excusa de querer publicar las fotografías de sus
construcciones.
Pierre
comprobará esa noche, como una persona que no conoces de nada y que
nunca has visto puede cambiar, en cuestión de minutos, tu vida...
para bien o para mal.
Antes
de convertirse en producción cinematográfica ya había sido llevada
al teatro con un libreto escrito por Francis Veber, quien aquí se
ocupa también de la dirección.
Una de las grades bazas de la
película se encuentra en su guión y, por ende, en sus diálogos,
así como en la acertada pareja protagonista.
Sin
embargo, lo que comienza como una cruel comedia negra pronto deriva
en simple comedia de enredo que va perdiendo mordacidad y mala leche
conforme avanza su trama. Eso sí, sigue funcionando.
No
hay que dejar de lado que es una película que utiliza mucho el
ridículo y el absurdo como recurso para plantear las situaciones, no
obstante estos aspectos están muy bien trabajados como para dar por
resultado una comedia simple y eficaz; sin mucho edulcorante ni
situaciones artificiosas.
La
idiotez es relativa. Somos más o menos idiotas dependiendo de la
persona o personas que nos acompañen, luego, todos somos idiotas. Lo
que pasa es que cada uno es idiota de lo suyo, y ahí es donde
entramos todos, ya que socialmente hay ciertos tipos de idiotez que
están aceptados y muy extendidos.
Algunos
muestran abiertamente su idiotez de buenas a primeras sin complejos
ni miramientos, mientras que otros tardan un poco más en darla a
conocer (normalmente, incluso mucho más pronunciada que la de los
primeros).
Interpretaciones brillantes de Jacques Villeret y Thierry Lhermitte, que yo creo q no he vuelto que verles aparecer en otra película.
Interpretaciones brillantes de Jacques Villeret y Thierry Lhermitte, que yo creo q no he vuelto que verles aparecer en otra película.
Jacques Villeret, cumpliendo muy bien con su papel de
lograr irritar al espectador (La idiotez de su personaje sirve
también de moraleja, pues aunque sea persona de mentalidad limitada,
su corazón no padece del mismo defecto). Thierry Lhermitte lo
secunda muy bien y le prepara perfectamente cada entrada.
El
tema es original y el punto de partida me pareció muy bueno, un
humor ingenioso, pero si bien, se queda a medias, no llega a cuajar.
Si bien no te ries a carcajada limpia siempre estas esbozando alguna
que otra sonrisa.
Nos hace reflexionar sobre el trato que damos a los
demás y que alguna vez nos han dado, y que a veces existe una
delgada línea entre la más brillante lucidez y la más esperpéntica
idiotez.
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