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La Cena de los Idiotas (1998): Un Idiota y un Listo no son tan distintos



Interesante comedia en donde se demuestra lo estúpido que puede llegar a ser el hombre. Sin duda para mí, fue una grata sorpresa esta película, estrenada medio en el anonimato. 

Es siempre bienvenido ver opciones que se alejen del chiste fácil, por ello considero a esta cinta como una interesante alternativa para pasar un momento ameno, alegre, de buen humor.

El argumento de la película es el siguiente: Un editor adinerado, Pierre Brochant, y sus amigos tienen un extraño ritual: un día a la semana se reúnen para cenar acompañados cada uno de ellos por un idiota; aquel que lleve al mayor idiota de todos gana.

Llega a oídos de Brochant un tal François Pignon, un trabajador del ministerio de Hacienda que sólo habla de sus construcciones hechas a base de cerillas. Brochant no duda ni un instante en invitarlo a la cena con la excusa de querer publicar las fotografías de sus construcciones.

Pierre comprobará esa noche, como una persona que no conoces de nada y que nunca has visto puede cambiar, en cuestión de minutos, tu vida... para bien o para mal.

Antes de convertirse en producción cinematográfica ya había sido llevada al teatro con un libreto escrito por Francis Veber, quien aquí se ocupa también de la dirección. 

Una de las grades bazas de la película se encuentra en su guión y, por ende, en sus diálogos, así como en la acertada pareja protagonista.

Sin embargo, lo que comienza como una cruel comedia negra pronto deriva en simple comedia de enredo que va perdiendo mordacidad y mala leche conforme avanza su trama. Eso sí, sigue funcionando.

No hay que dejar de lado que es una película que utiliza mucho el ridículo y el absurdo como recurso para plantear las situaciones, no obstante estos aspectos están muy bien trabajados como para dar por resultado una comedia simple y eficaz; sin mucho edulcorante ni situaciones artificiosas.

La idiotez es relativa. Somos más o menos idiotas dependiendo de la persona o personas que nos acompañen, luego, todos somos idiotas. Lo que pasa es que cada uno es idiota de lo suyo, y ahí es donde entramos todos, ya que socialmente hay ciertos tipos de idiotez que están aceptados y muy extendidos.

Algunos muestran abiertamente su idiotez de buenas a primeras sin complejos ni miramientos, mientras que otros tardan un poco más en darla a conocer (normalmente, incluso mucho más pronunciada que la de los primeros).

Interpretaciones brillantes de Jacques Villeret y Thierry Lhermitte, que yo creo q no he vuelto que verles aparecer en otra película. 

Jacques Villeret, cumpliendo muy bien con su papel de lograr irritar al espectador (La idiotez de su personaje sirve también de moraleja, pues aunque sea persona de mentalidad limitada, su corazón no padece del mismo defecto). Thierry Lhermitte lo secunda muy bien y le prepara perfectamente cada entrada.

El tema es original y el punto de partida me pareció muy bueno, un humor ingenioso, pero si bien, se queda a medias, no llega a cuajar. Si bien no te ries a carcajada limpia siempre estas esbozando alguna que otra sonrisa. 

Nos hace reflexionar sobre el trato que damos a los demás y que alguna vez nos han dado, y que a veces existe una delgada línea entre la más brillante lucidez y la más esperpéntica idiotez.



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