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Sin Perdon (1992): La redención del Pistolero


La verdad es que no soy aficionado a los westerns, nunca me han acabado de gustar demasiado después de ver muchos por televisión a lo largo de los años, pero con "Sin Perdón", puedo decir que nunca un western me había gustado tanto.

Cuando el western, el más cinematográfico y clásico de los géneros del cine americano, parecía muerto, tuvo que llegar el gran Clint para ofrecer el que para quien esto escribe, quizás el más original e interesante de la historia del cine.

Es muy fácil en este género matar gratuitamente, y que se muestre banalmente, pero aquí su protagonista se pregunta sobre lo que supone matar a un hombre.

Se nos muestra la evolución de William Munny (Clint Eastwood), un forajido violento, envejecido y venido a menos que ahora vive retirado en una granja con sus hijos. De repente le llega la oferta de hacer de caza recompensas de unos maltratadores de prostitutas y así salir de la miseria en la que se encuentra.

Para conseguirlo se une a su viejo amigo Sam (Morgan Freeman). El burdel en cuestión se encuentra en un pueblo donde el que manda es un sheriff dictatorial y frío que pone la ley a su antojo, llamado Little Bill (Gene Hackman).

La gran diferencia que marca “Sin Perdón” de otras cintas de similares argumentos es la carga moral, social, humana de una historia que no habla de otra cosa que del peso de la muerte, del asesinato, en la conciencia de un hombre común.

Todos los personajes huyen de los estereotipos. No existen los buenos ni los malos y todos cargan demonios internos.

Por lo que muchos puedan decir sobre Eastwood acerca de sus interpretaciones, puede ser correcto decir que casi todos sus personajes tienen un mismo perfil. Aquí pasa lo mismo, siendo la diferencia que es interpretado con la dureza que sólo el puede imprimir al personaje.

El anti héroe que encarna Eastwood representa pues el peso de un pasado convertido en futuro, de un destino inevitable por los errores y horrores encarnados en una vida repleta de equivocaciones y pérdidas.

Además, muestra que la búsqueda de la redención queda en el olvido cuando se choca con lo que es querido. 

Y es en ese instante donde afloran los sentimientos más bajos del hombre, donde el deseo de venganza y dar muerte supera todo raciocinio.



Gene Hackman y Morgan Freeman dan buenas actuaciones dentro del registro que se le conoce (impulsivo, duro y con la cabeza caliente el primero; reflexivo, a veces malo pero sobre todo demasiado concienzudo el segundo).

Se le puede achacar a “Sin Perdón” su lentitud y cierta carga rítmica, la sensación de que muchas situaciones y escenas de la cinta se alargan sin saber muy bien a dónde se dirigen. Pero con la parte final, el destino de los personajes queda claro.

La estética no tiene nada que envidiarle a los grandes clásicos del lejano oeste y la banda sonora acrecienta el tono melancólico y solitario del protagonista principal.
Épica película que demuestra que no siempre el tiroteo o el duelo es lo más atrayente del western, sino la profundidad de los personajes.

 

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