Con la tecnología de Blogger.
RSS

Eduardo Manostijeras (1990): El monstruo que aprendió a sentir



No creo que nadie me niegue que -más allá de que Tim Burton guste o no- las películas de este señor son muy creativas y personales.
Algo común en su cine, es la fascinación por seres que son marginados o apartados de la normalidad, y quizás este film sea la máxima expresión de esto.

Durante una noche de Navidad, una anciana le cuenta a su nieta la historia de un inventor que vivía en un castillo, y que dedicó parte de su vida a crear una criatura perfecta a la que llamó Eduardo. Pero el inventor murió de repente y dejó incompleta su creación, ya que en vez de dedos tenía unas horribles manos con hojas de tijera.

El pobre Eduardo vivía sólo en el castillo hasta que una encantadora mujer, que trabajaba para la firma Avon, lo adoptó y le llevó a su casa junto con su familia. 

Pero una criatura tan especial como Eduardo no estaba preparada para vivir en una ciudad tan extravagante y falsa…

Eduardo Manostijeras, es una especie de Frankestein con un corazón enorme que pronto se verá marginado e inadaptado por la hipocresía de la sociedad.

Las tijeras en sus manos le convierten en motivo de curiosidad pasajera por la belleza de lo que crean (puede tallar esculturas a partir de las plantas).

Pero también son las que le convierten más adelante, en motivo de burla y en enemigo de la sociedad, por hacerle diferente a lo que ésta cree normal.
Lo que esa gente ignora es que detrás de ese chico pálido, despeinado, vestido de negro, se esconde un alma pura e ingenua incapaz de hacer mal a nada ni a nadie. Eduardo conoce el amor, pero pronto se dará cuenta de que el amor puede ser lo más bonito, pero a la vez lo más cruel del mundo.

Desde el comienzo, Tim Burton nos propone un cuento gótico, oscuro y romántico. Pero luego pasamos a un barrio "american life" de los 50 o 60 (pero los hijos van como en 1990); y el filme sigue derroteros de comedia de enredos y de humor, que le hace perder calidad, traicionando parcialmente el tono de la cinta.

Y es una pena porque cuando la historia se centra en Eduardo (muy bien Johnny Depp), en sus recuerdos donde aparece su creador, en algunas secuencias con Winona, en el maravilloso final, la película merecería un 10.

En esta historia hay un trasfondo enorme, plagado de enseñanzas y contundentes verdades. Desgraciadamente, vivimos en un mundo en el que lo "diferente" suele ser considerado como inferior y que si es novedoso todo es muy bonito, pero cuando deja de resultar gracioso se aísla, margina y desdeña.

Gracias a la música y el tono fantástico que logra transmitir, se percibe una melancolía que confieso, emociona y te hace lamentar que este cuento gótico, no hubiera mantenido ese tono desde el principio al final.

Pienso que la vida cotidiana de Edward en el vecindario no tiene ni la sensibilidad que desprende la historia y el propio personaje. 

Ante ese tono de leyenda y ese aire de fábula romántica que impregna la película, hablar de barbacoas y peluquerías resulta algo fuera de lugar.

Aún así, se le perdona por lo divertido de las situaciones y por la importancia de esas experiencias, ninguna superflua, en el desarrollo de la historia.

El trabajo de los actores es notable, desde el siempre seguro y alter ego en pantalla de Burton, Johnny Depp (en su primer rol para este director), a la bella y joven Winona Ryder (Kim, la niña mimada de la cual Eduardo se enamora).

Pasando por dos intérpretes maduros y de gran oficio como Alan Arkin y Dianne Wiest. Cierra el círculo la estupenda actuación de Kathy Baker y la muy celebrada última presencia del veterano Vincent Price.

Una metáfora que intenta hacernos comprender que no debemos juzgar por las apariencias, que detrás de alguien "distinto" puede haber un gran corazón y detrás de alguien "normal" puede esconderse un monstruo.



  • Digg
  • Del.icio.us
  • StumbleUpon
  • Reddit
  • RSS

0 comentarios:

Publicar un comentario