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Glengarry Glen Ross (1992): Vendedores Depredadores



Basada en una obra de teatro, Glengarry Glen Ross es una de las mejores películas sobre la adicción al trabajo, sobre la presión inhumana que se ejerce sobre el trabajador y, por encima de todo, es una crítica al culto desmedido al dinero. Temas que, desde luego, siguen muy de actualidad, quizás de forma cada vez más notoria y sangrante.


David Mamet desarrolla el tema poniendo en la cuerda floja a un grupo de vendedores inmobiliarios, presionados por las bajas ventas (Jack Lemmon, Al Pacino, Ed Harris, Alan Arkin y Kevin Spacey). Entre ellos surgen las tensiones, las traiciones, los tratos sucios y, por último, la desesperación al ver que su situación laboral se desmorona por momentos.


La película disecciona sin censuras un sector laboral, el inmobiliario, cada vez más deshumanizado, que ha convertido a sus empleados en "tiburones", precisamente porque llega un momento en que el trato que reciben los despoja de su humanidad (queja común de los personajes de la película).


Películas como la que nos ocupa, son historias de ritmo lento, que necesitan de paciencia para su buena digestión, y eso es algo que no todos los espectadores tienen. 


Si el guión, en el que únicamente se habla de negocios, no interesa, al menos se haría agradecido un mejor ritmo y diálogos menos mareantes.


Pero por suerte, todo lo que le falta en narración, le sobra en actuación. Todos los intérpretes dan lo mejor de sí mismos para el deleite del espectador. Gracias a ello, la película se convierte en un visionado recomendable.


Todos ellos están sublimes y saben plasmar la personalidad de cada uno (el honrado veterano, el joven que viene pisando fuerte, el reivindicativo, el jefe implacable, etc.) a la perfección, sin fisuras. Es simple y llanamente un recital interpretativo de altísimo calibre.


La película, eso sí, transcurre en una sola noche y prácticamente en una sola localización. Es una pena que no se halla extendido por diferentes ambientes, sin recurrir al telefonazo de turno para enganchar al espectador, pero al mismo tiempo no enmascara las actuaciones ni los diálogos.


Los diálogos inteligentes ponen al descubierto el mundo que se esconde detrás de la venta a puerta fría, cuando el vendedor tiene que convencer a un completo desconocido de que necesita comprar algo que probablemente, no le interesa lo más mínimo. 

Ninguna búsqueda del éxito debiera ser forzada, pero en un sistema en que reina el dólar lo es todo. Es la adaptación moderna de vender o morir, el lema del vendedor moderno. 


Sin lugar a dudas es la mejor película de vendedores, que demuestra lo cruel que puede llegar a ser su oficio, jugando al engaño constantemente.





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