Un psicópata que
se dedica a la industria cinematográfica como foquista, fotografía a sus
víctimas mientras mueren; es un hombre profundamente perturbado, cuyo
desequilibrio hunde sus raíces en la infancia.
Su padre, un científico
obsesionado por estudiar las reacciones infantiles ante el miedo, destrozó su
psique y lo convirtió en un adulto acomplejado y afectado por una demencia
demoníaca.
El vouyerismo
fue en el campo cinematográfico uno de los movimientos mas destacados y esta
película junto a La Ventana Indiscreta, es la que mejor define este movimiento.
Seguramente, en su día fue revolucionaria. Ahora nos puede parecer inocente en
muchos aspectos, pero sin duda marcó el camino para muchos cineastas
posteriores.
Tal vez a los
críticos no les agradó que se les enseñase el día a día de un director de cine
tan cruel, tal vez un creador de lo que después se vino a denominar como “snuff
movies”.
En realidad,
toda la película constituye un juego constante entre lo que se enseña y lo que
se esconde, entre lo que se ve y lo que es visto, entre la cámara subjetiva del
personaje y la cámara general que determina lo que ve el espectador.
Y también
es una zambullida constante en la mente del protagonista, poco a poco vamos
descubriendo su locura y entendiendo lo que está pasando.
La morbosa
atmósfera que rodea las acciones criminales resulta muy inquietante pues nos
sitúa también a los espectadores tras la cámara, único testigo.
A diferencia de
películas, como podría ser “Psicosis” de Hitchcock (no en vano comparten el
mismo año de producción) la intriga es desvelada en el primer momento. Al
director, Michael Powell, el misterio y la tensión no le interesan en tanto
como lo podemos entender de manera tradicional, es decir, Powell no crea un
discurso en torno a descubrir el asesino de la película o a una investigación
criminal, ni nada por el estilo.
A diferencia de
ello, el perfil psicológico de nuestro protagonista, así como la tensión que se
va a produciendo a medida que los hechos avanzan y vemos hacía donde se va dirigiendo
la película. Es ahí donde radica el quid de la cuestión.
Pero más allá de este recurso argumental, que evidentemente tiene un valor por desmarcarse de la tendencia habitual, una de las cosas más destacables de la historia, es precisamente el detalle que hace la película sobre nuestro protagonista principal.
Pero más allá de este recurso argumental, que evidentemente tiene un valor por desmarcarse de la tendencia habitual, una de las cosas más destacables de la historia, es precisamente el detalle que hace la película sobre nuestro protagonista principal.
Y es que nos
encontramos ante un auténtico perturbado, que sin embargo, es el protagonista
absoluto de la película. Nuestro personaje es un auténtico obseso por la
captación y los procesos fílmicos del cine. El poder captar el rostro del miedo
en una cinta es lo que le obsesiona.
El guión analiza
de manera muy interesante los procesos de locura que llevan a nuestro personaje
a acabar de tal manera.
La película es
arriesgada y valiente. Falla en bastantes aspectos como la caracterización de
los personajes, el guión, a veces, la simpleza de medios. Pero se le perdona
por su valentía y creatividad.
Gran ocasión para demostrar con esta película, que
todos somos unos mirones, y nos recreamos en ello.
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