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La Ley del Silencio (1954): Historia de una redención moral




Johnny Friendly (Lee J Cobb), el jefe del sindicato portuario, utiliza métodos mafiosos para controlar y explotar a los estibadores de los muelles neoyorquinos. Terry Malloy (Marlon Brando), un boxeador fracasado que trabaja para él, se ha visto involuntariamente implicado en uno de sus crímenes.

Cuando Malloy conoce a Edie Doyle (Eva Marie Saint), hermana de una víctima de Friendly, se produce en él una profunda transformación moral que lo lleva a arrepentirse de su vida pasada. A través de Edie conoce al padre Barrie (Karl Malden), que trata de animarlo para que acuda a los tribunales y cuente todo lo que sabe. 

En los años treinta el director Elia Kazan estuvo relacionado con sectores de la izquierda de Estados Unidos y perteneció al Partido Comunista. 

Años después, en la década de los cincuenta, Kazan delató a muchos de sus compañeros que, como él, habían formado parte de las filas comunistas, condenando a éstos al ostracismo profesional.

Esto siempre estigmatizó a Kazan, ya que los comentarios que se hacían sobre sus películas no se ceñían a lo cinematográfico, un poco a semejanza a lo que le ocurrió a Leni Riefensthal.
En La ley del silencio, Kazan pretende justificar su actitud ante la caza de brujas, pero solo consigue subrayar lo que tiene de mezquina, por lo que será mejor atenerse a la película en si, y cabe decir que es excelente, llena de fuerza. 

Marlon Brando hace un papel de hombre fracasado, sin identidad, sin personalidad, que se ve en la hora de tomar, posiblemente por primera vez en su vida, una decisión difícil y que afecta a muchas personas queridas.

Y lo hace francamente bien. Karl Malden y el resto del reparto acompañan muy bien, especialmente el primero. Tristemente, ella (Eva Marie Saint), para mí lo peor de la película, sobre-actúa y además de forma poco creíble. 

Mientras el protagonista recibe presiones por uno y otro lado, el resto de trabajadores del muelle es visto como una masa informe, sin voluntad, muy voluble y de fácil manejo. 

Los pocos personajes que sobresalen en medio de esa masa gris y poco combativa, gira alrededor del protagonista.

Desde Eddie (Eve Marie Saint), su novia, el padre Barry (Karl Malden) que ejerce de voz de su propia conciencia, su hermano (Rod Steiger), y el jefe del sindicato (Lee J. Cobb).

Cada vez que vuelvo a ver esta película, me encuentro con que tiene una completa vigencia, sobre todo por su intensidad dramática y por la vigencia de los tópicos que aborda. 

Este filme de Elia Kazan narra cómo se va transformando la sociedad norteamericana de cuenta de los trabajos que se realizan en los puertos: cada vez hay menos empleo; y el que hay está dado por una mafia con el nombre de sindicato que cumple sus normas bajo cláusulas de amenazas y silencio. La muerte rodea a quienes se le enfrenten.

Es una buena película, tanto por lo que la ambienta como por el desarrollo, y guarda la esperanza de ser, como suele ser en Kazan, una denuncia sobre la sociedad actual, la familia, la amistad y las políticas de la economía que nos tocó.





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