En 1692, en la puritana ciudad de Salem (Massachussetts), un grupo de
chicas es acusado de practicar la brujería. Una de ellas, Abigail Williams,
procesada por esta razón, presenta a su vez cargos contra John Proctor y su
esposa Elizabeth para vengarse de ellos: cuando fue su sirvienta quien tuvo una
aventura con John, que acabó rechazándola para volver con su mujer.
Un baile prohibido es el detonante de un baño de acusaciones de brujería entre los habitantes de éste poblado, que harán lo posible por salvar el pellejo, viendo como su honor y dignidad son sometidos a prueba, ante la posibilidad de salvar sus vidas.
Relato ambientado en la época en la que las supersticiones y las
creencias en la brujería, dieron paso a una persecución implacable, en la que
las acusaciones podían suponer la condena y muerte directa del acusado.
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Cualquier alusión al diablo, comenzó a servir de
excusa para que la Santa Inquisición – que era la que realmente invocaba a
Lucifer con sus acciones de cada día – aprovechara para reprimir aquellos actos
de rebeldía que entonces se consideraron herejes.
Se detenía a los acusados – en una alta mayoría, mujeres jóvenes y bonitas – se les torturaba y se les hacía confesar, aunque tan sólo fuera para no seguir aguantando las torturas y las violaciones de que eran objeto por los emisarios de la iglesia.
Así perecieron cientos - quizás miles - de bellas jóvenes que sólo ambicionaban ser libres y dueñas de sus emociones. Y esto ocurrió en numerosos países de Europa.
Se detenía a los acusados – en una alta mayoría, mujeres jóvenes y bonitas – se les torturaba y se les hacía confesar, aunque tan sólo fuera para no seguir aguantando las torturas y las violaciones de que eran objeto por los emisarios de la iglesia.
Así perecieron cientos - quizás miles - de bellas jóvenes que sólo ambicionaban ser libres y dueñas de sus emociones. Y esto ocurrió en numerosos países de Europa.
La historia ofrece un claro y apabullante paralelismo con la caza de
brujas que se vivió en la época del senador McCarthy, plasmando la histeria e
hipocresía que inunda a las personas, que son capaces de cualquier cosa por
salir ilesos.
Y qué decir a estas alturas de un actor como Daniel Day-Lewis, que
parece haber nacido para el papel de John Proctor (impagable en el momento de
la confesión de su secreto al tribunal, y en toda la secuencia final, una de
las más demoledoras que servidora ha visto).
O de Winona Ryder en su buena época. La actriz tiene a su cargo el
papel más desagradable de la obra, el de Abigail williams, un auténtico
monstruo sediento de venganza que se gana desde su primera aparición el odio
del espectador.
Y ella lo borda, personificando su desquiciamiento y su falta de
escrúpulos. Todo lo contrario que la muy dulce y adorable Joan Allen, no menos
perfecta como Elizabeth Proctor.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjiqHHYmndZQ7iO9BYPh0m3YiRXHMDnXkihJ_rfqO9KWN2VmY97dKzDDVRnzsdgl3bqbLFmOvB_ntH3OxHWR7KSsdqAtbO4MfdsAhnajdat3ScA7_kChyphenhyphenGbi1biAaE37g9r3xYGYB7Vf83Q/s320/el+crisol+3.jpg)
Y lo más doloroso de todo es que mucho tiempo después de los
hechos originales y de la escritura de la obra, los inocentes aún mueren en el
mundo, el nombre de Dios aún es puesto en boca de humanos para defender
intereses personales o para acusar diferencias ajenas.
Aquellos que luchan por
su honor y su vida (palabras demasiado grandes para muchos hoy en día) son
ajusticiados (o “injusticiados”, inventándome la palabra) por las mentes que
controlan el cotarro, por aquellos que disfrazan de verdad su arribismo y de
dignidad su arrogancia.
La locura colectiva que tanto abunda en nuestra sociedad
actual, es lo que alimenta las posturas fascistas en
todos los ámbitos de la sociedad: En el fútbol, en la política.
Es una película
higiénica que nos ayuda a comprender ciertas actitudes de las masas. Hoy la caza
de brujas, como decía, se continúa dando en muchos ambientes con la mayor naturalidad y con
el beneplácito de nuestra actitud hipócrita.
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