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El Show de Truman (1998): El Show de la Vida


Crítica satírica al mundo de la televisión despiadada, donde los carroñeros directivos son capaces de convertir en una estrella mediática a un niño desde los inicios de su vida, sin su autorización, con el simple propósito de generar audiencias millonarias y tener enganchada a media población mundial.

Truman es un hombre normal que lleva una vida aparentemente feliz. Está casado, tiene una bonita casa con jardín en una tranquila ciudad y tiene un buen trabajo. Sin embargo, Truman empieza a sentir la necesidad de explorar nuevos horizontes. Quiere viajar a Fiji, pero le resulta imposible. 

Desconoce que es el personaje principal de una revolucionaria producción televisiva. 

Y es que la vida de Truman lleva siendo vigilada por cámaras de tv día y noche, desde su nacimiento, para un programa televisivo con su mismo nombre. 
Los telespectadores siguen su vida los 365 días del año.

Su vida transcurre en su ciudad natal, que en realidad es un estudio gigante de televisión y cuyo objetivo principal es que el show continúe hasta el fallecimiento del propio Truman. 

Nada es real, todo el pueblo es un enorme decorado, desde el agua, a las luces (la luz artificial del sol) y todos excepto Truman son actores. Su personaje debe enfrentarse solo a una terrible verdad.

El Show de Truman posee para mí uno de los guiones más originales y curiosos que he visto nunca. Entretenida, inquietante en algunos momentos, tramposa...
Dotado de unas dotes para la comedia natas, aunque en ocasiones algo cansinas y repetitivas, Jim Carrey decidió dar el salto al drama en esta notable película. 

Aunque no renuncia a sus partes cómicas, Carrey muestra su lado más serio para interpretar a un hombre que descubre que su vida ha sido una mentira, pero a su vez ha sido tan real como la vida de cualquiera.

Ed Harris aporta lo suyo, como Cristof, dueño y señor de la vida de Truman, desensibilizado que vende como un espectáculo sus desgracias y miserias, utilizándolo como instrumento de poder. Una especie de Gran Hermano perpetuo cuyo lema es el todo por la pasta.

Está presente la metáfora del creador y el creado, sus implicancias y la posterior sublevación del mismo para tener privacidad, para ya no ser un objeto de distracción, sino una persona con necesidades y voluntad propia.

Peter Weir monta la película a la perfección, convirtiéndola en lo que realmente es: un programa de televisión con publicidad (poco) subliminal. 

Jugando con las posibilidades que le ofrece el hecho de poder colocar las cámaras donde quiera, Weir maneja la situación y hace que el espectador de la película sea, también, parte de la audiencia del programa.

Ideológicamente, la película supone el análisis de las maneras en que la sociedad se deshumaniza y priva de vida propia al individuo. 

La alienación del mismo, los efectos devastadores de los medios cuando son utilizados en fines poco éticos, y la lucha por la libertad y la vida privada son los ejes que el director Peter Weir intenta adaptar audiovisualmente en esta cinta. 
Lo hace de manera bien explícita, sin muchos giros y de la forma más directa y concisa posible.

Además nos propone la imagen del espectador que pasa largas horas frente al tv consumiendo cualquier producto, manejados como si fueran simples marionetas. 

Todo el mundo ve el programa, lo comentan, lo critican, pero nadie se da cuenta de que es una persona igual que ellos. Retrata un mundo egoísta y egocéntrico, en que cada uno mira sólo para si mismo.

¿Somos libres o nuestra vida la manejan desde afuera? Ésta es la principal pregunta que se plantea la película, y a la cual no doy la respuesta por no desvelar el final. Esta película es un canto a la libertad, ya que la vida, la hace uno y nadie podrá decidir, imponer y pensar como Tú mismo. Tú eres el dueño de tu destino.

A pesar de que vivamos en un mundo superficial y falso, sometidos y manipulados por la publicidad y las multinacionales, siempre nos queda la libertad de decidir en el último momento.





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La Vida es Bella (1997): La Fuerza Del Optimismo




La imaginación es un refugio contra el dolor, el horror, el sufrimiento y el miedo. Ésta película nos da una buena muestra de ello, en la que se retrata la tristemente famosa historia del holocausto, de una manera diferente.

Guido Orefic (Roberto Benigni), es un judío que llega a una ciudad de la Toscana italiana con la intención de abrir una librería. Allí conocerá a Dora (Nicoletta Braschi), la prometida del fascista Ferruccio, con la que se casará y tendrá un hijo.

En tiempos de la 2º Guerra Mundial, Guido y su familia serán llevados por los nazis a un campo de concentración por su condición de judios. 

El padre tratará por todos los medios de que el niño no lo pase mal, por lo que decide contarle historias y hacerle ver que toda la estancia allí no es más que una excursión y un juego, por lo que debe ser valiente ante las cosas que vea y respetar las reglas para que pueda ganar un importante premio al final.


Si antes de 1997 alguien hubiera afirmado que la película que arrasaría en premios de crítica y público sería una comedia centrada en el Holocausto judío, cualquiera habría calificado a dicha persona de pésimo profeta y, colmo de males, individuo con escaso buen gusto. 

No obstante, Roberto Benigni cogió el toro por los cuernos, incluyendo la dirección, para hacer una cinta conmovedora, que tuvo aroma de clásico, casi al instante. 

A pesar de algunos pasajes algo ilógicos en algunos momentos, se trata de una película en muchos sentidos admirable... Pero lo más admirable de ella, es su mensaje y la manera de darlo. Obviamente es un bello mensaje, que rebosa humanidad y optimismo, que cala en lo más hondo si uno se familiariza con la película.

Hay que reconocer que Roberto Benigni no es buen actor, ni muchísimo menos; al menos para mí, ya que está muy lejos de llegar al nivel de Chaplin o Peter Sellers. Pero esa bombilla que se nos enciende a todos en la cabeza en cierta parte de nuestra vida, se le encendió a "base de bien" a este señor cuando hizo este filme. 

Incluso aquí Roberto actuó bien; incluso nos conmueve con facilidad, a pesar de estar tan sobreactuado. Pero eso es lo que hace especial y diferente a este hombre: su rareza entrañable.


"La vida es bella" es tan dura como las otras versiones que se han hecho para el séptimo arte de la II Guerra Mundial; pero aquí el mecanismo para advertir y hacer el exorcismo de aquellos días oscuros, es la más pura bondad al estilo Disney. 

Además, salpicado de ese sentido del humor tan italiano y que tan buenos resultados le dio a ese país durante su década dorada. 

Es una historia de amor, de sacrificio y valor. Y es que en el fondo, la vida es bella y no hay que derrumbarse nunca, y la inocencia de un niño no puede ni debe cambiar, ni siquiera en una guerra.









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Cube (1997): Claustrofobia elevada al Cubo



Es la típica película en que algo muy raro está sucediendo y nadie sabe realmente qué. Cierto es que esta película no es para todo el mundo, pero a los que disfrutamos con las rarezas, nos apasionan trabajos así. 

“Cube” trata de la historia de seis personajes que no tienen nada que ver entre sí y que aparecen atrapados en una cárcel con forma de cubo sin saber la causa de su encierro. 

Sucede que la habitación cúbica se comunica con otras iguales, y a su vez éstas con otras y así prácticamente hasta el infinito. Para acabar de complicar la situación, algunas de esas habitaciones son trampas mortales. 

La única forma que tendrán los personajes de salir, será poniendo en común todos los conocimientos de cada uno de ellos, con el fin de poder llegar a encontrar la clave que les abra la puerta al exterior; clave que en realidad no es más que un complejo enigma matemático.

Estamos ante una metáfora sobre el sentido de la vida y el comportamiento del ser humano. 

La película trata de la supervivencia, del sobrevivir como sea, utilizando todos los recursos que estén a mano, donde el trabajo en equipo es la principal estrategia para superar obstáculos. 

No obstante, al haber variedad de calidad de personas, también se cae en ver al otro como un rival que molesta a los propósitos del sálvese quien pueda. No hay normas dentro del cubo, no hay leyes, no hay orden. 

No engañamos a nadie si decimos que en una situación límite el ser humano no dejará de ser tal y como es, es decir, egoísta, paranoico, racista, o nihilista.

Ésta es la mayor virtud de la película, el destrozar el mito de que en las situaciones extremas es cuando surge la fraternidad humana, basada en criterios demasiado abstractos y de inequívoco origen religioso.

La película también nos da una lección: la inocencia es la mejor opción en este mundo que nos rodea. 

Y es así como se burla al final de la película. Y bien... mucha gente critica el porque de no haber ni un principio ni un final. 

Yo creo que uno de los intereses de esta película esta en "¿cual será la próxima trampa?", "¿quién sobrevivirá?", “¿quién ha construido el cubo?", "porque ellos?", y un largo etcétera. 

Su diseño minimalista y su minucioso desarrollo hacen que el espectador no se distraiga ni un segundo de la trama, obligándole a prestar atención en lo que esta ocurriendo en los cubiláteros.

La parte negativa de la película, bajo mi punto de vista sería ésta: Se le da un final de manera muy repentina, sin que te lo llegues a esperar y mucho menos que finalice aquí la película. 

Creo que la originalidad no debería ser la única base de una película; aparte, carece de los fundamentos básicos para poder comprender el contexto y el por qué de cada situación que sucede, aunque quizá este detalle fue hecho a propósito.



En vez de centrarse únicamente en la idea (que no está mal), se echa en falta el haber trabajado un poco más los personajes y sus relaciones entre ellos. 

No se puede decir que sea perfecta -entre otras cosas, las interpretaciones no son precisamente lo mejor del filme -.

Aún así, merece la pena asomarse a este juego extraño macabro, donde lo único claro es que al final ganará el que menos te lo piensas, donde las sorpresas se suceden una tras otra, cuya ambigüedad permite elaborar múltiples conclusiones, y donde quedas extasiado a más no poder con un apartado gráfico sorprendente.







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Dioses Y Monstruos (1998): Retrato de la Soledad


Las historias de personajes acabados, perdedores y humillados, pero con una gran lucidez siempre ha interesado en el cine; esto es lo que fue James Whale. Director de películas como "Frankenstein" o "El hombre invisible", Whale siempre se mostró como un hombre inquieto, culto y con un talento escondido para la pintura.

Abiertamente gay, en aquel Hollywood de los años treinta y cuarenta, repleto de glamour, grandes fiestas y gran incomprensión. 

En su día fue un hombre respetado, pero el tiempo le jugó una mala pasada, ya que fue marginado y olvidado.

Esta esplendida película del director Bill Condon nos ofrece una fantasía de lo que pudieron ser sus últimos días de vida, la compleja relación que mantiene con su jardinero, Clayton Boone, un muchacho con pocas luces pero ansioso de aprender cosas, de alguien que de verdad puede catalogarse como artista.

La admiración del jardinero es respondida por Whale en forma de deseo (no solo sexual, también sentía algo cercano al respeto y la atención que tanto necesitaba), para acabar siendo una amistad basada en la pura necesidad.

Si dos personas tan opuestas logran un nexo de unión tan poderoso, es porque en el fondo los dos están solos. 

Por encima de prejuicios, a medida que avanza la película la relación de amistad se hace cada vez mas estrecha, llegando al clímax final donde los dos se derrumban dejando a la vista del espectador sus miedos y frustraciones.

Ian McKellen sorprende sobremanera. Sus miradas al sesgo, cargadas de intenciones, y su gesticulación corporal medida hasta el detalle, hacen de esta película, una de sus mejores interpretaciones. 

Nos muestra con detalles los pesares y traumas de su personaje, su depresión y su inestabilidad mental, sus recuerdos del pasado, etc.

A destacar también Brendan Fraser. Un actor que ha hecho demasiadas comedias banales pero también, hay que reconocérselo, alguna película sobresaliente donde él no desentona en absoluto, como es éste caso; representando al ingenuo jardinero pero con una carga de virilidad importante.

Para completar hay que mencionar a Lynn Redgrave (nominada al Oscar a mejor actriz secundaria por este papel) dando vida a la ama de llaves del director, una mujer madura que le conoce los vicios y que cuida de la salud física y mental de su amo. Convincente papel secundario el de la actriz.

A pesar del ritmo narrativo, que hace que la historia sea lenta en algunos pasajes (lo cual puede hacer desconectar de ella a ratos), estamos ante una sencilla y emotiva película que nos habla de la soledad y de la necesidad de sentirse querido; además de hablar de un genio incomprendido dentro del panorama del 7º arte.





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Corre Lola, Corre (1998): El destino en 3 caras de una misma moneda



Lola recibe la llamada de su novio, Manni, que necesita cien mil marcos en veinte minutos. A partir de este argumento se desarrolla la película, con Lola corriendo de aquí para allá y varias historias paralelas mostradas a través de varios montajes de fotografías.

Tienes 20 minutos para salvar la vida de tu novio, ¿Que pasa si fallas a la primera? pues que tu novio muere. Eso pasaría en la vida real pero no en el cine, en una película tienes todas las oportunidades que quieras (si así lo estima el guión). 

Tom Tykwer nos presenta una buena película muy bien esquematizada que juega con el tiempo y nos muestra como puede cambiar las cosas un solo detalle, por pequeño que sea.

La película en realidad son tres, pues ante un mismo reto las soluciones se plantean de tres modos distintos. Es como si tres cortos de 25 minutos se sucedieran uno detrás de otro. 

La narración es trepidante, con Lola sin parar de correr en ningún momento, y la adrenalina va subiendo por momentos.

Esto debe hacernos reflexionar acerca de la posibilidad de crear una interesante historia con poco presupuesto, dado que, al fin y al cabo, muchas de las escenas que vemos (las que muestran a Lola corriendo por las calles de Berlín), han sido rodadas una sola vez y repetidas después en el montaje, o al menos esa es la sensación que da.

Se juega con las hipótesis de los diferentes obstáculos y elementos que se presentan en la vertiginosa carrera, tales como un ciclista que se cruza con la chica, una traffic que está a punto de chocar con unos operarios que cruzan la calle transportando un vidrio, un vagabundo, etc

La música techno y la perfecta dirección, hacen que la película sea electrizante por momentos. El director consigue que nos involucremos mas cada minuto que pasa y que, incluso, esperemos esas sesiones de fotos que explican las historias paralelas para saber que es lo que cambia en esos personajes cada una de las veces que Lola se los encuentra, de manera que vemos como un solo detalle puede cambiar sus vidas enteras.

Franka Potente (Lola), realiza un trabajo excelente. Aunque he visto películas suyas, para mí siempre será Lola; una joven desesperada por conseguir su objetivo. Una joven que recorrerá durante escasos 20 minutos las hermosas calles del centro de Berlin. 

Un Berlin que se mezclará indirectamente con el ritmo de sus zancandas, y que involuntariamente se transformará debido a cada decisión que se vaya tomando. El precioso pelo rojo de la protagonista, se ha convertido ya en uno de los iconos del cine alemán.

La película no esconde un doble sentido, ni requiere de una gran concentración para su entendimiento, como tampoco intenta inculcar bajo una moral concreta. 

Únicamente entretiene, pero lo hace de una manera fresca, y artística. 

Es una versión original de la máquina del tiempo con guiños, diría yo, a los videojuegos de plataformas ya que, podemos escapar a un destino cruel? Cuántas vidas nos quedarían por jugar si perdemos?

Los puntos críticos de cada historia debían ser demasiado coincidentes o espectaculares como para que el peso global de la cinta fuera el adecuado, y algunos detalles si lo son, consigue hacer ver que en situaciones de alerta el ser humano es capaz de lo mejor y de lo peor, la mayoría de las veces sin razonar. 

Pero en general la historia queda muy lineal, con un final que pasa a lo surrealista y definitivamente escapa a cualquier mensaje sobre la sociedad estresada e incluso sobre su transfondo principal del "tiempo es oro"... 

Tres historias paralelas, tres desenlaces diferentes, tres vidas diferentes para todo el que se cruza con Lola, ¿la razón?, simplemente el azar, y las pequeñas cosas que a priori carecen de importancia. 

Ante todo, muy buena película que fue un éxito de taquilla en Alemania y que obtuvo varios premios. Sin duda alguna, un claro ejemplo de como hacer buen cine, y de forma original.



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La Cena de los Idiotas (1998): Un Idiota y un Listo no son tan distintos



Interesante comedia en donde se demuestra lo estúpido que puede llegar a ser el hombre. Sin duda para mí, fue una grata sorpresa esta película, estrenada medio en el anonimato. 

Es siempre bienvenido ver opciones que se alejen del chiste fácil, por ello considero a esta cinta como una interesante alternativa para pasar un momento ameno, alegre, de buen humor.

El argumento de la película es el siguiente: Un editor adinerado, Pierre Brochant, y sus amigos tienen un extraño ritual: un día a la semana se reúnen para cenar acompañados cada uno de ellos por un idiota; aquel que lleve al mayor idiota de todos gana.

Llega a oídos de Brochant un tal François Pignon, un trabajador del ministerio de Hacienda que sólo habla de sus construcciones hechas a base de cerillas. Brochant no duda ni un instante en invitarlo a la cena con la excusa de querer publicar las fotografías de sus construcciones.

Pierre comprobará esa noche, como una persona que no conoces de nada y que nunca has visto puede cambiar, en cuestión de minutos, tu vida... para bien o para mal.

Antes de convertirse en producción cinematográfica ya había sido llevada al teatro con un libreto escrito por Francis Veber, quien aquí se ocupa también de la dirección. 

Una de las grades bazas de la película se encuentra en su guión y, por ende, en sus diálogos, así como en la acertada pareja protagonista.

Sin embargo, lo que comienza como una cruel comedia negra pronto deriva en simple comedia de enredo que va perdiendo mordacidad y mala leche conforme avanza su trama. Eso sí, sigue funcionando.

No hay que dejar de lado que es una película que utiliza mucho el ridículo y el absurdo como recurso para plantear las situaciones, no obstante estos aspectos están muy bien trabajados como para dar por resultado una comedia simple y eficaz; sin mucho edulcorante ni situaciones artificiosas.

La idiotez es relativa. Somos más o menos idiotas dependiendo de la persona o personas que nos acompañen, luego, todos somos idiotas. Lo que pasa es que cada uno es idiota de lo suyo, y ahí es donde entramos todos, ya que socialmente hay ciertos tipos de idiotez que están aceptados y muy extendidos.

Algunos muestran abiertamente su idiotez de buenas a primeras sin complejos ni miramientos, mientras que otros tardan un poco más en darla a conocer (normalmente, incluso mucho más pronunciada que la de los primeros).

Interpretaciones brillantes de Jacques Villeret y Thierry Lhermitte, que yo creo q no he vuelto que verles aparecer en otra película. 

Jacques Villeret, cumpliendo muy bien con su papel de lograr irritar al espectador (La idiotez de su personaje sirve también de moraleja, pues aunque sea persona de mentalidad limitada, su corazón no padece del mismo defecto). Thierry Lhermitte lo secunda muy bien y le prepara perfectamente cada entrada.

El tema es original y el punto de partida me pareció muy bueno, un humor ingenioso, pero si bien, se queda a medias, no llega a cuajar. Si bien no te ries a carcajada limpia siempre estas esbozando alguna que otra sonrisa. 

Nos hace reflexionar sobre el trato que damos a los demás y que alguna vez nos han dado, y que a veces existe una delgada línea entre la más brillante lucidez y la más esperpéntica idiotez.



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