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Las Cenizas de Ángela (1996): Retrato de la Miseria


Película basada en una novela ganadora del premio Pulitzer y contada en primera persona por el hijo mayor de la familia McCourt, Frankie (interpretado por Joe Breen, Ciaran Owens y Michael Legge en sus distintas edades).

Él será el encargado de narrarnos las penurias de su familia, en la que se incluye un padre alcohólico (Robert Carlyle) y una madre sumisa (Emily Watson).

Resulta ser una convincente adaptación; muestra las fases del desarrollo humano desde FrankIe como narrador, las dificultades que se vivencian en el aspecto familiar. De la misma forma, muestra las problemáticas que acontecen como resultado de los cambios económicos y las enfermedades.

La película comienza mostrándonos la miserable existencia de la familia en América y cómo regresan a Irlanda en busca de una vida mejor. Muerte, hambre y desdicha formarán parte del día a día de los McCourt.

Tengo que reconocer que, en su momento, cuando la vi por vez primera; hubo momentos en los que sentí deseos de dejar de verla.

Y eso sólo pudo pasar porque ya sea a través del guión, la buena adaptación de la historia o la buena dirección o todo junto; lograron hacerme sentir tan solo un poco lo que el protagonista pudo sentir viviendo su vida de aquellos años.

Robert Carlyle encarna bien al padre de clase baja de la época, machista, que se emborrachaba constantemente para olvidar sus problemas.

Emily Watson encarna bien a la madre y nos muestra el sufrimiento de la mujer de la época, una mujer sin recursos, que buscaba la felicidad donde podía.

Los niños, que aparecen constantemente, son excepcionales. El hecho de que sus vidas nos transmitan pena, ya que no tienen nada o casi nada para subsistir, provoca mucha tristeza.

El ver la clase de educación, ultra-católica, que los hijos reciben en Irlanda, muestran el estancamiento de la sociedad de la época.
Una sociedad radical donde ser un buen católico es más importante que tener un trozo de pan que llevarte a la boca.

Una Irlanda católica, pobre y húmeda que merece ser contada. Porque seguramente fue la vida de muchos Frank Mccourt.
Miseria y más miseria, toda la que puedas imaginar, donde cualquier nimio detalle agradable es una ventana de luz y frescor para sus protagonistas.


Y luego, en esa miseria absoluta, sólo cuando tocan fondo y no se puede caer más bajo, es donde se conoce la verdadera alma de las personas.

A mí me parece que el relato de Frank está lleno de honestidad, cuando nos habla de su vida cotidiana sumida en la pobreza pero que pese a todo vivió su infancia como cualquier niño, con sus travesuras y sus momentos felices.

Le vemos crecer, le vemos convertirse en adolescente y en prácticamente adulto pudiendo sentirnos identificados en varias ocasiones con él, en las cosas que pasamos de niños y que nos hacen crecer y madurar... Y, como no, no puede faltar ese sueño, ese sueño que hace que una persona luche por salir adelante y alcanzarlo...

Con una ágil narración que va al grano, que nos sumerge en el día a día, que nos hace reír pese a que las imágenes que presenciamos a menudo son muy penosas, que a veces nos pone el corazón en la garganta y nos forma un nudo muy apretado... El resultado es una gran película que nos ofrece una crónica de la miseria.

No os preocupéis, no se pasa uno toda la película sufriendo, aunque la historia es bastante dramática. Los niños siempre tienen la cualidad de ver el lado positivo de las cosas, aun cuando no lo haya.






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