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Los Puentes de Madison (1995): La Belleza y el Dolor del Amor



Los puentes de Madison, cuenta la historia del encuentro entre Robert Kincaid (Clint Eastwood), un fotógrafo del National Geographic que está haciendo un reportaje sobre los puentes techados típicos de esa región de Iowa, y una mujer cuyo marido e hijos pasan fuera unos días.

Francesca (Meryl Streep), es una mujer frustrada en sus sueños, por sus anhelos de juventud, atrapada por su familia y su propia existencia, amarrada a la eterna amargura.

Cuando se encuentra un día con éste fotógrafo que acostumbra a recorrer el mundo, empezará a sentir por él una atracción poderosa. Pero ella comprende que dejar a su familia y esposo es muy complicado, por lo que tomar una decisión será muy duro.

La historia se desarrolla en la más pura tradición del cine romántico, pero en ningún caso el cine de Eastwood es relamido o cursi. 

El director trata la historia con respeto, con tolerancia, emoción, estética elaborada y con la pareja perfecta.

Y nos cuenta la historia desde la reivindicación del amor imposible, dejándonos a nuestro juicio las connotaciones morales de lo que está bien o mal en materia de sentimientos.

Desde el principio, Eastwood nos ofrece su visión sincera y limpia ante ese universo desconocido para el resto de ciudadanos del orbe, que es el mundo rural estadounidense.

Lo que principalmente se plantea en esta cinta es una disyuntiva moral de un ama de casa que se encuentra en medio de un entresijo amoroso. 

La encrucijada es la siguiente: una aventura pasional con una persona que viene a romper con los esquemas rutinarios establecidos en su matrimonio.

Eastwood nos posiciona ante un dilema muy profundo; nadie puede negarle a esa mujer insatisfecha la posibilidad de rehacer su vida, no obstante tenemos detrás de todo ello una familia que aparentemente funciona correctamente, con un esposo fiel, trabajador y dedicado a sus hijos. Elija lo que elija Francesca, siempre habrá alguien que sufra.

Cuando Robert Kincaid y Francesca se encuentran, el primer contacto es el convencional entre dos extraños. 

Ella avanza en su interés hacia él conforme va desvelándole su mundo interior, el conocimiento que éste tiene del mundo, que ya ha recorrido en más de una ocasión, y su envidiable independencia.

Ella no espera más de la vida que lo que ésta le ha deparado: un marido trabajador e hijos sanos. 

Él encuentra en esta mujer abnegada el encanto de una personalidad sin explorar, la sensualidad de sus gestos, de sus manos, su equilibrio y capacidad de entusiasmarse

Alejado de su imagen de Harry el Sucio, descubrí aquí a un Eastwood sutil, cuidadoso, seductor, entregado. Junto a él, una muy contenida y excepcional Meryl Streep, tal vez en uno de los mejores papeles de su carrera. 
Porque si desde luego está considerada una de las mejores actrices de la historia, es porque le confiere alma a sus personajes.

Poco importa que los protagonistas sean de otra generación distinta a la mía.
Estamos ante una película de amor diferente, que deja una enseñanza de vida muy especial, como para preguntarse si vale la pena sacrificar tu felicidad por los demás.





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