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El Gran Carnaval (1951): La ambición mediática


Billy Wilder compone una las obras más amargas de toda su filmografía y más reales que nos podamos imaginar, lejos de sus habituales comedias. No sólo constituye una feroz crítica hacia el periodismo más sensacionalista, sino que resulta toda una crítica moral hacia las masas, la corrupción existente y la interesada manipulación informativa.

Chuck Tatum (Kirk Douglas), es un arrogante y fracasado periodista que tras ser despedido de su último empleo, recala en la redacción de un diario local "Albuquerque Sun-Bulletin", en Nuevo Mexico.

Un día se produce un accidente en una cantera, quedando atrapado alguien bajo los escombros de una de las galerías. Se trata de Leo Minosa, un tipo de mediana edad, e hijo del dueño de la gasolinera, aficionado a frecuentar dicho yacimiento.

Tatum ve la oportunidad de convertir este suceso en todo un fenómeno mediático que pueda atraer a todas las masas y periódicos del país.

Lo que empezaría siendo un sencillo rescate y un pequeño artículo en la sección de noticias, se convierte en todo un “reality show”.

El periodista no dudará en manipular y sobornar a funcionarios y obreros; con tal de alargar el rescate y él así recuperar su imagen de buen y reputado periodista.

Seis agónicos días se prolongará el rescate de Leo, la pobre víctima que cree a Tatum como un amigo. Y todo con la complicidad incluso de Lorraine, la joven y ambiciosa esposa de Leo.

La obra está narrada desde el punto de vista de Tatum. Este hecho refuerza la ausencia de protagonistas simpáticos o amables con los que el espectador se pueda identificar.
Los dardos críticos se dirigen a los medios de comunicación y a sus profesionales, a los políticos y al público.

Éste último es mostrado como devorador voraz de noticias morbosas, aficionado al voyerismo de desgracias ajenas, y dado a asociar la propia insensibilidad con aires de recreo y fiesta.

Kirk Douglas está muy acertado como el despiadado Chuck Tatum, un cínico y arrogante reportero ávido de historias y sucesos que escribir a costa de lo que sea, sin importarle a quien pueda llevarse por delante con el fin de buscar el éxito perdido en anteriores periódicos.

A su lado hay toda una galería de secundarios, todos lejos de ser buenas personas. Desde la frívola esposa (estupenda Jan Sterling que nos transmite repulsión), hasta el corrupto sheriff que aprovecha para conseguir votos electorales para la próxima campaña.

El título del film no puede ser más explícito, pues toda una serie de personajes buscan el morbo de la noticia hasta llegar a formarse una auténtica feria de exposición. Tan sólo sentimos pena por los padres de Leo, el hombre atrapado, pues vemos la impotencia que sienten ante tamaña barbarie.

En EEUU, fue muy mal recibida por el público en general, y razón tenían: a nadie le gusta mirarse en un espejo donde se vea reflejada su propia máscara.

En Europa la acogieron mejor, y tenían una razón: sintieron que el director sólo aludía a la sociedad norteamericana, y eso no sólo los complacía, sino que los excluía de cualquier señalamiento.

Esta película es la mejor muestra que el cine ha hecho (pero no la única), de la avariciosa ambición del ser humano; y del daño que uno de éstos puede hacer cuando tiene detrás de si una herramienta tan poderosa que es capaz de conseguir que lo que escriba su pluma, lo lean en minutos cientos de miles de personas.

Injustamente olvidada, pero lejos de quedar desfasada; esta película cobra renovada vigencia, más de 60 años después, a tenor del triste rumbo que la profesión informativa está tomando actualmente.




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