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Rosemary’s Baby (1968): Lo que se siente y no se ve


Rosemary Woodhouse y su esposo Guy (Mia Farrow y John Cassavetes), se trasladan a un apartamento en Nueva York, ubicado en un edificio marcado por espantosos crímenes que han sucedido en el pasado. 

Pronto conocerán a Minnie y Roman Castevet (Ruth Gordon y Sydney Blackmer), una pareja de vecinos jubilados, que comenzarán a entrometerse en su vida.

Desde el principio nos damos cuenta de que tienen intereses ocultos y un fuerte interés porque la chica se quedé embarazada. Rosemary es una mujer débil y de carácter frágil; es la prototípica mujer americana de los 70, decidida a procrear y cuidar de la casa y la estirpe.

Ella será la elegida por un grupo satánico para engendrar una criatura demoníaca, una vez ganada la voluntad de su marido Guy, gracias a la labor de inteligente captación que realiza este matrimonio de ancianos.


Por tanto somos testigos de todo el proceso, desde la forma en que es concebido (quizás la escena más extraña de la película), los 9 meses de embarazo y finalmente el parto.

El final tal vez sea algo frío, aunque a mi entender es el mejor final que se lo podría dar al film.



El “bebé de Rosemary” (traducción mucho más acertada para mi gusto, antes que “La Semilla del Diablo”), más que pertenecer al género de terror puro y duro, es más bien uno de los primeros experimentos del miedo psicológico en el cine. 

Eso sí, el resultado en conjunto no es tan impactante como parece, al menos vista con el paso del tiempo.

No niego que cuando se estrenó, tuviera su encanto. Es evidente que su estilo directo y explícito (para la época), sus escenas de desnudos y el tema en cuestión (los ritos oscuros y el satanismo), resultaran transgresores a finales de los 60. 

Al fin y al cabo, esta es la primera película relevante de lo que se convertiría en todo un subgénero que pariría, entre otras, “La Profecía” (ya comentada en este blog) y “El exorcista”.

“El bebé…” es una película donde no se muestra casi nada, pero se sugiere mucho. Polanski decide hacer la película en torno al personaje de Rosemary, nos ofrece únicamente su realidad, es decir, como percibe ella lo que la rodea.

Esta original manera de conducir la película puede hacer pensar al espectador, hasta que punto todo es una conspiración contra el personaje de Rosemary, o si bien todo forma parte de la imaginación y paranoia de ella.

Se nos muestran planos psicodélicos y chutes de humor negro que sumen al espectador en un estado de atención. Ningún personaje sobra en la cinta, y ninguno falta tampoco.



Los actores están todos a gran altura, pero hay que destacar en especial a Mia Farrow. Especialmente tras ver su evolución a lo largo de la historia; para convertirse en una criatura triste, delgada y cada vez con peor aspecto. 

Cada vez se siente mas sola, se va dando cuenta de que cada vez hay menos personas en las que puede confiar.

Ríos de tinta se han escrito sobre la vida de Roman Polanski más allá del mundo del cine, haciendo hincapié en asuntos escabrosos de su vida y de sus desgracias personales.

Quizá debido a ello, la cultura popular ha querido dotar a Rosemary's Baby de una serie de mitos o leyendas que lo único que han conseguido es mantener, en cierta forma, la popularidad de la película hasta el día de hoy.

Los que la critican malamente porque identifican el terror con ver monstruos y sangre se pierden el verdadero miedo, que es el que se genera uno mismo. Y esta película lo consigue.



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