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Brokeback Mountain (2005): Amor a espaldas del mundo




Esta película narra la historia de dos vaqueros, Jack y Ennis, que movidos por las circunstancias puntuales y principalmente por sus sentimientos, se enamoran. Cuesta ver una película, cuando viene rodeada de tanto bombo. 
Todas las referencias se centran en lo atrevido y novedoso de su leit-motiv.

Me da pues la sensación, de que la alta expectación que genera esta película, y que consiga convertirla en un fenómeno fílmico, es sobre todo debido a la orientación sexual de los protagonistas.

Es una cosa que me parece pasmosa en los tiempos presentes; y así me queda la duda de si la película del Sr Ang Lee es valiente como se anuncia o avispadamente oportunista.

Lo más destacable, lo que más cala en el espectador, es la certeza de que lo que se sucede ante nuestros ojos no es más que una auténtica historia de amor, más allá de sexos y convenciones varias.

Un amor entre dos personas a las que les es imposible vivir con quien quieren y como quieren y cuyas acciones pueden no ser compartidas, pero sí comprensibles.

En relación al tratamiento del tema y las emociones entiendo que no sean muy fogosos porque ambos, rechazan la idea de que les guste otro hombre. 

De hecho, me gusta la frialdad de los actores porque resulta muy verdadera; pero sí me parece que faltan miradas, caricias, momentos de ellos dos.

Parece como si realmente no se atreviesen a mostrarnos una historia de amor homosexual. 

Lo digo tal cual, si fuera una historia de amor heterosexual, veríamos más revolcones ladera abajo, que en una versión porno de Heidi.

Las actuaciones de todos me parecen bastante acertadas. Michelle Williams fue la que más me gusto, hizo un trabajo excelente. Heath Ledger cumple muy bien su papel, pero hay momentos en que su actuación me pareció algo forzada.

Jake Gyllenhaal y Anne Hathaway si bien no están a la altura de los dos anteriores, saben salir airosos con notables actuaciones.

“Brokeback Mountain” es austera, sabia y turbadora. Con una densidad dramática apabullante, plácida sólo en apariencia; nos recuerda que, si careces de libertad para ser tal como eres, no sólo te afectará a ti, sino a todos los que entren en tu vida.

En definitiva, merece la pena ver la película y, a pesar de todo, no se lleva mala nota. Trata un tema atractivo y te introduce en una parte de la realidad americana que no conocía.

Pero no la voy a recordar como una de las mejores de ese año, ya que no tiene matices ni profundidad para ello. 

Resulta por momentos algo lenta, la historia principal surge demasiado rápido; además de algunos momentos poco creíbles y que una duración final, algo menor hubiera ayudado.

No me ha gustado el final, creo que muy amoldado a las expectativas de la doble moral americana, que por un lado "van de tolerantes" y por otro aborrecen lo que presumen de tolerar. 
Moralina al estilo americano como diciendo que este tipo de relaciones "casi siempre acabarán mal"

Quizás Ang Lee, con esta película no habla del amor en una pareja, quizás no habla de homosexuales ni heterosexuales. Quizás no habla de vaqueros, ni de la America Profunda.

Quizás habla de un lugar que permanece en nuestros sueños y podemos ir siempre que queramos. Quizás todos y cada uno de nosotros cuando nos sentimos solos, tristes o melancólicos podemos escapar a nuestro propio Brokeback







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The Wall (1982): Derribando muros personales



La música del grupo de rock Pink Floyd, siempre ha sido más que música: ha sido y es una brillante radiografía de la obsesión, de los traumas que nos marcan y de la locura cotidiana.

En 1982 el escritor y cineasta inglés Alan Parker dirigió esta obra cinematográfica, basándose en el disco ‘The Wall’ (El muro); probablemente uno de los discos más míticos e inaccesibles de la legendaria banda. 
Adorado y despreciado a partes iguales.

Esta película destaca por diferentes y provocativos aspectos: no es para nada convencional, ya que se asemeja más a un vídeo musical extendido, que a una película propiamente dicha.

Su idea argumental se basa en el disco; no tiene diálogos, todo lo que se escucha son las letras de las canciones, que se van sucediendo una tras otra. 

A destacar también, las escenas animadas creadas por Gerald Scarfe, un ilustrador que ya había trabajado para el disco ‘The Wall’, dibujando su carátula.

Con guión de Rogers Waters, -vocalista y bajista del grupo de rock-, la ¿historia? nos adentra en el mundo de pesadilla de su protagonista, (un correcto Bob Geldof, que además de actor era cantante y compositor de la banda "The Boomtown Rats").


La historia nos presenta a una estrella de rock llamada Pink, quién irá recordando los capítulos más significativos de su vida, que le han llevado hasta el punto de soledad y degradación en el que vive en ése momento.

The Wall denuncia con fervor el papel de las instituciones en la formación del individuo, y trata temas como la rabia, la frustración, el miedo al sufrimiento y el aislamiento como solución al dolor.

Director y guionista dan rienda suelta a su creatividad y nos zambullen en un mundo totalmente onírico, donde la locura termina siendo compañera de nuestro antihéroe; el cual sólo al final, será capaz de tomar las riendas y lograr su objetivo: derribar el muro.

Ese muro que durante toda una vida ha estado impidiendo y vetando al protagonista a seguir avanzando; no dejándole dar ni un solo paso, anulando toda iniciativa posible.

Es de esperar que The Wall, disguste a quienes disguste la música de Pink Floyd; y a quienes no les guste tocar temas como las experiencias psicodélicas, y su conexión con nuestras obsesiones más profundas.

El error es verla esperando encontrar en ella el concepto clásico de película: quien haga eso encontrará sobrados motivos para ponerla a caer de un burro. 

Pero si se hace el esfuerzo de verla con otros ojos, no se me ocurren razones para negar lo original que resulta elaborar un complemento visual de largo metraje, para un disco, ya de por sí con una fuerte carga emocional.

Alan Parker se une a Pink Floyd en lanzar un mensaje en contra de la sociedad. Una sociedad que nos crea un muro a nuestro alrededor desde que nacemos hasta que morimos. 

Persona a persona, va poniendo su propio ladrillo para hacernos todos iguales y, que nadie salga de los parámetros marcados como ideales según la sociedad.

Solo algunos individuos consiguen abrir una brecha en ese muro e intentar romperlo; individuos que serán considerados como locos.

Aunque en algunos momentos resulte reiterativa e incluso algo lenta y sobre todo, surrealista; The Wall es una película para dejarse llevar, para que los sentidos gocen con un disco imprescindible, y una película sorprendentemente moderna.






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Oliver Twist (2005): El huérfano superviviente de Londres




Los niños de un orfanato pasan tanta hambre que, desesperados, deciden que uno de ellos hable del asunto al director. El elegido es Oliver Twist, que será expulsado del centro y ofrecido como aprendiz a quien lo quiera contratar. 
Después de limpiar chimeneas y trabajar como ayudante de un enterrador, Oliver se escapa y llega a Londres. 

Quien mejor que Polanski, uno de los cineastas que mejor ha filmado la oscuridad, para poner en imágenes el famoso texto de Dickens.

Una historia donde el odio y la perversidad campan por sus anchas, a través de un Londres repleto de lluvia y miseria.

La cinta es bella, empezando por los variantes que va dejando la historia: un niño sin familia, la miseria y la corrupción de una Londres cruda, la falta de solidaridad, el hecho de considerar al ser humano casi como un animal y de avasallar sus derechos. 

Tópicos fuertes en esta película con niños, pero con temática adulta sin lugar a dudas. 

Claro que por allí el filme se torna un poco duro al mostrar la dureza con que nuestro protagonista es tratado, con el agravante extra de que se trata de un niño. 

Un chico que se encuentra sin una familia donde cultivar valores, sin el consejo de los mayores, y que es carne fresca para el contexto hostil de una banda de ladronzuelos. 

Allí Oliver saca a relucir su naturaleza buena, parecería implícita en sus genes. 

Como digo, la historia es cruel pero no pesimista: muestra que, a pesar de las intervenciones del azar -unas veces a favor y otras en contra-, se pueden tomar decisiones -los personajes y nosotros los espectadores- para cambiar o tratar de cambiar lo que no gusta de la vida.

No quiso Polanski en “Oliver Twist” utilizar actores famosos, supongo que para que la película fuera más marginal y no recibir, como él dijo, llamadas inoportunas en plena noche de productores preocupados por su marcha en taquilla.

Sólo Ben Kingsley, enorme en su papel de jefe de la banda de niños ladrones, supone una cara conocida en el reparto. 

Especial mención merece la interpretación de Barney Clarke, en el papel de Oliver.

Sin dejar en evidencia a otras adaptaciones del clásico de Dickens, que las hay y buenas, en especial la de David Lean, Polanski consigue una película espléndida que no debe echarse en saco roto y que rebosa buen cine.

Es un Oliver Twist diferente a los anteriores, más duro, más amargo, con una carga de desasosiego singular y un cínico sentido del humor.









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