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Con la muerte en los talones (1959): Intriga cómica.




Debido a un malentendido, a Roger O. Thornhill, un ejecutivo del mundo de la publicidad, unos espías lo confunden con un agente del gobierno llamado George Kaplan. Secuestrado por tres individuos y llevado a una mansión en la que es interrogado, consigue huir antes de que lo maten. Cuando al día siguiente regresa a la casa acompañado de la policía, no hay rastro de las personas que había descrito. 

La consideración de obra maestra, de la que goza en la actualidad “Con la muerte en los talones” no proviene ni mucho menos, del momento de su estreno. Le ha ocurrido a casi todas las grandes obras del cine, han ido creciendo a medida que nuevas generaciones las han descubierto.

Para muchos “Con la muerte en los talones” les puede causar asombro respecto al cine del director británico, más dado a la intriga y el asesinato. 

Pero cualquiera que se haya molestado un poco en leer algo acerca de su personalidad, sabrá que era un hombre con un tremendo sentido del humor y dispuesto siempre a gastar una broma. Que se lo pregunten a las actrices que trabajaron a su cargo.

Con dicha película Hitchcock consigue contentar a más espectadores, aquellos que buscan una comedia, una intriga que enganche y una parte romántica. 

La película plantea una situación muy hitchcockiana: un equívoco de identidad; un ciudadano corriente que es extraído de su realidad cotidiana. 

La historia mantiene un ritmo frenético desde el principio hasta el final, mezclando tensión y humor casi a partes iguales desde el principio hasta el final. 

La película está protagonizada por Cary Grant en una de sus más recordadas interpretaciones y en su última colaboración para Hitchcock. El gran actor interpreta a Thornhill/Kaplan con gran acierto y elegancia, demostrando su talla como interprete. Sólo Hitchcock supo sacarle ese lado oscuro, que no había podido desplegar en sus comedias y que demostrara otros registros.

La actriz en esta ocasión es Eva Marie Saint, recordada por "La ley del silencio", y que vuelve a ser una de esas rubias platino tan propias en el cine de Hitchcock, como Kim Novak o Grace Kelly en su papel de femme fatal. 

La actriz interpreta a Eve Kendall, una mujer con algún que otro secreto y enamorada de Thornhill.

Los antagonistas están interpretados con gran solvencia por un fantástico y calculador James Mason y por un jovencísimo Martin Landau con una cara de la que sólo pueden salir interpretados personajes perversos.

Como en todas las películas de Hitchcock hay algunas escenas metidas con calzador, más fruto del capricho del maestro que del lógico transcurso de la cinta; pero es mejor dejarse llevar y creer que todo tiene su sentido y está ahí por un motivo.

Hitchcock va jugando sus cartas, dejando que las veamos sin mayores reservas y es este conocimiento el que, precisamente, va construyendo un interesante suspense, al tiempo que nos sentimos identificados con el confundido protagonista, quien pronto va a demostrar que sabe de supervivencia, como el más avispado héroe.


Solo Hitchcock podía conseguir entretener con una película así: con acción, peligro e intriga, pero también romanticismo, y mucho humor.




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