Harry Caul, un detective
cuyo prestigio como especialista en vigilancia y sistemas de seguridad es
reconocido por todos sus colegas, es contratado por un magnate para investigar
a su joven esposa, que mantiene una relación con uno de sus empleados.
Deberá escuchar todas sus
conversaciones. La misión, para un experto de su categoría, resulta a primera
vista inexplicable, ya que la pareja no ofrece ningún interés fuera de lo
común.
Sin embargo, cuando Harry da por finalizado su trabajo, advierte que
algo extraño se oculta tras la banalidad del caso, ya que su cliente se niega a
identificarse, utilizando siempre intermediarios.
La obra se enmarca en lo que
se conoció como New Hollywood, etiqueta que englobaría el cine iconoclasta hollywoodiense
de los años 70, con obras como "Taxi Driver", "La noche se
mueve", etc.
No hay duda de que Francis
Ford Coppola se encontraba en lo más alto de su carrera cinematográfica, se
podría decir que estaba en racha. Como así lo demuestran una serie de películas
que van desde 1972 hasta 1979.
El guión escrito por el propio director está muy
bien atado, con un giro inesperado hacia el final de la película. Es una trama
compleja de entender pero sencilla en sí, que te hace meterte en el
claustrofóbico papel de protagonista y obsesionarte con esas escuchas.
Una fascinante película de
suspense e intriga, olvidada por muchos, infravalorada por otros, que se trata
de una de las cintas más importantes de la filmografía de Coppola.
La historia nos muestra a un
detective parco y solitario, músico de jazz en sus ratos libres y católico
recalcitrante, que mantiene una gran culpa por los daños colaterales causados
por su profesión.
El film está marcado por la personalidad del personaje, muy
bien elaborado por Hackman. Es un hombre pusilánime y taciturno que trabaja
colocando micros ocultos.
Una especie de espía moderno
que lleva una vida discreta y marcada por el secretismo de su trabajo, hasta el
punto de volverle paranoico y no distinguir la realidad de su imaginación.
A los logrados aspectos
técnicos consabidos y la interpretación de Hackman, añadir otros apreciables:
la actuación del mítico John Cazale, breves papeles para Harrison Ford, Teri
Garr y Robert Duvall, y sobre todo la música a piano de David Shire.
Nos vigilan, nos escuchan,
oyen cuanto decimos o pensamos en voz alta. Esta película de Coppola le deja a
uno incómodo y con una sensación de sombría reflexión ante lo que nos muestra.
También es cine en estado puro, cine del bueno, hecho sobre una historia más
que vigente después de más de treinta años.
Cómo después de desnudar
nuestros más profundos secretos; conceder confidencias a alguien de nuestra
entera confianza, éstas pueden pasearse por ahí como si nada y volverse en
nuestra contra.
Y cómo existe un submundo o
otro mundo que cuenta con todos los mayores adelantos, no conocidos por la
mayoría de nosotros, cualquier soporte tecnológico o de otra índole, para
penetrar en nuestras vidas y gobernarlas a su antojo o al capricho de quien lo
pague, con la más que posible finalidad de perjudicarnos o de perjudicar a
personas de nuestro entorno, queridas o conocidas. Quizás mejor ni pensar en
ello.
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