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El Ángel Exterminador (1962): La Habitación del Pánico



Una auténtica rareza absurda, cuyo principal objetivo es el de ser una crítica a la clase burguesa que se encierra en ella misma. Lo más sorprendente es que esta película consigue este fin propuesto, con unos medios materiales escasos, un pobre presupuesto y con actores grises cuando no malos.

En esa línea siempre tan personal, surrealista e inquietante, el director Luis Buñuel arrebató la máscara de las formalidades y de la etiqueta de la alta sociedad. En este caso, escarbando en el interior humano cuando éste es colocado en una situación extrema, en la que lo peor es la imposibilidad de huir y evadirse de uno mismo y de quienes se hallan alrededor.

Una serie de personas de clase alta son invitadas a cenar una noche a una mansión. Justo antes de la celebración, la mayor parte de los sirvientes sienten la necesidad de marcharse, como si presintieran una amenaza latente, que sólo se puede intuir y olfatear en el ambiente, pero que no se puede identificar ni explicar.

Mientras tanto, la recepción empieza y tanto los anfitriones como los invitados se irán sintiendo paulatinamente atrapados en el interior, como si una fuerza invisible les impidiera salir... Una barrera que no es susceptible de ser captada por los sentidos.

Atrapados dentro, sólo les resta abandonarse a sus propios recursos y a su propio aguante mental y físico, condenados a convivir en el salón día tras día, aislados de un exterior remoto e inalcanzable. 

Un exterior donde también reina la inquietud hacia la suerte de los que están dentro. Curiosamente, tampoco los de fuera son capaces de rebasar la entrada de la casa...

Nadie sabe por qué no pueden salir. Sencillamente, no pueden. No es que la puerta esté cerrada, no es que haya algo terrible fuera. Lo único es que siempre encuentran una excusa para no hacerlo.
El encuentro cínico-cortés de este grupo de burgueses podía haberse solucionado al término de la cena con unos apretones de manos y un “nos veremos en la próxima”, pero Buñuel los quería ahí, en esa habitación.
Quería ver cómo sus aires refinados se terminaban convirtiendo en degradantes. Quería verlos llorar, gritar, desesperarse.

No es que Buñuel deteste la naturaleza humana, lo que al director le provoca arcadas es la naturaleza del señor burgués, exaltado por su condición de adinerado y adornado con un lenguaje cursi y pedante. Se ríe de la burguesía y la satiriza hasta lo ridículo.

Lo que sí es cierto es que Buñuel juega con el espectador hasta el límite de no estar seguro de si se está viendo una broma o una genialidad; de si se está riendo de nosotros o si en realidad es una obra seria.

Hay que reconocer que una vez captada la idea esencial del film, la historia se alarga sin ton ni son, para contar algo que podría haberse resumido en mucho menos tiempo.

Y es que en realidad, se subraya algo que es por todos nosotros conocido: el hombre, envidioso y materialista como es, sin estar contra las cuerdas sólo piensa en su ego, y cuando está contra las cuerdas, se vuelve un ser animalesco y violento. La verdad, no hace falta ser rico para volverse un imbécil integral en según qué situaciones.







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