Con la tecnología de Blogger.
RSS

El Señor de las Moscas (1963): El salvajismo del ser humano



Durante una guerra, un avión sin distintivo es derribado en el océano. A bordo se encuentran varias decenas de niños británicos de edades comprendidas entre los seis y los doce años, que estaban siendo evacuados. El aparato cae en una isla desierta, aislada de cualquier vestigio de civilización.

Ningún adulto sobrevive, de modo que los chicos se encuentran, de repente, solos y se verán obligados a agudizar su ingenio y a tomar decisiones si quieren sobrevivir. Su actitud y su percepción irán deteriorándose, hasta llegar a los límites del salvajismo.

Primera adaptación cinematográfica de la novela del mismo nombre de William Golding, y para mí, mucho más conseguida que la adaptación realizada en los años 90.

Estamos ante una radiografía sobre la salvaje condición humana; sin adulto alguno que los guíe, asistimos a como los protagonistas de esta historia, se organizan democráticamente, pero poco apoco la situación deriva en la ley del más fuerte, para llevarnos a una explosión de violencia desaforada, en una metáfora de cómo funcionan las dictaduras.

La fotografía en blanco y negro, ayuda a transmitir la evolución y degeneración de los personajes, para que nos llegue su nivel de asfixia anímica. La interpretación amateur de todos los niños, resulta muy convincente y creíble; un ingrediente esencial para que la historia alcance al espectador y a la vez le resulte más dramática.

Destacaré el papel de los protagonistas antagónicos; primero tenemos a Piggy algo rellenito y el más civilizado representa al humano aposentado en las costumbres occidentales que ha perdido todo su instinto animal, su símbolo son las gafas, un objeto civilizado sin el cual no puede sobrevivir en un medio inhóspito.

En el polo opuesto se encuentra Jack, líder nato y atlético a la par que cruel y salvaje representa los instintos animales latentes pero escondidos tras el velo de la sociedad, su cuchillo simboliza la fuerza bruta y el terror.

Ralph, media entre los dos, civilizado pero consciente de sus instintos salvajes representa el equilibrio perfecto entre los dos mundos enfrentados, valentía, dialogo y comprensión simbolizados en una caracola que sopla, para convocar las asambleas democráticas.

El joven Percival simboliza la ignorancia y el terror a lo desconocido, que termina degenerando en supersticiones y monstruos que dan luz verde para que el salvajismo y la fuerza se impongan al racionalismo y la democracia. 

Del mismo modo, es el personaje de Simón, callado pero reflexivo e inteligente, el que representa el conocimiento empírico y racional, no dejándose llevar nunca por los miedos y supersticiones del resto e intentando imponer siempre la lógica y la cordura. 

Como suele pasar a lo largo de la historia, su destino no es el más merecido. 

Como defecto marcaría que la degeneración de los niños me resulta forzada; es un retroceso a la prehistoria exagerado. En mi opinión, en el libro está mucho más definida la evolución de los chicos, ya que es más difícil de explicar en hora y media escasa de filme.

Una historia que plantea muchas preguntas y casi ninguna respuesta. Usa los niños como símbolo o metáfora de la inmadurez global del mundo y de los seres humanos que habitamos el planeta.

Viene a ser una especie de experimento de cómo evoluciona el carácter humano en situaciones límite: se pasa de la entretenida aventura inicial a una reorganización fundamentada en la necesidad de un líder, en la envidia, la avaricia, la falsa solidaridad y un instinto único para lograr la supervivencia.






  • Digg
  • Del.icio.us
  • StumbleUpon
  • Reddit
  • RSS

0 comentarios:

Publicar un comentario