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Testigo de Cargo (1957): Nada es lo que Parece


Siempre me ha fascinado la literatura de Agatha Christie y en cine sus obras han sido resueltas casi todas de forma acertada. En esta ocasión bien podríamos decir lo mismo, aunque en el cine —eso sí—, los finales no deben resultar muy inverosímiles, pues el espectador se siente estafado.

Con un planteamiento muy teatral, ante la escasez de diversos escenarios, la historia se basa en la idea del falso culpable.
Leonard Vole (Tyrone Power), es acusado del asesinato de una anciana millonaria, y para defenderse consigue convencer al prestigioso abogado Wilfrid Robarts (Charles Laughton), semi-retirado por temas de salud, para que le represente.

Éste, al conocer algunos elementos del caso, decidirá aceptarlo... a pesar de la insistente oposición de la enfermera que se encarga de cuidarlo, la señora Plimsoll (Elsa Lanchester).

Mientras prepara la defensa del caso, Sir Wilfred Robards conoce a la enigmática esposa de su defendido: la hierática Christine (Marlene Dietrich), una alemana que contrajo matrimonio con Leonard cuando éste formaba parte del ejército inglés, poco después del final de la II Guerra Mundial.

Y es que, desde el principio de la historia, se intuye que la participación de Christine en el juicio puede ser determinante para establecer el sentido del veredicto final.

El juicio en sí es la parte principal de película, y es en el estrado donde se acaba resolviendo toda la trama planteada. De hecho, el enigma que rodea a la muerte de la señora French es el plato fuerte.

El modo en el que el director Billy Wilder trata de liarlo todo resulta más que convincente, salvo el desenlace final que es precipitado, forzado y "políticamente correcto". Pero salvo esto último, el desconcierto sobre lo que sucedió, sobre la inocencia o no del acusado, se mantiene hasta los últimos minutos.

No voy a negar que “Testigo de cargo” es una película algo tramposa, incluso vista de cerca y con detenimiento; sin embargo, ¿que hace que sea una buena película?

Con esta película pasa igual  que cuando ves un espectáculo de magia (realizado por un mago experimentado se entiende) sabes en todo momento que lo que está pasando ante tus ojos es un engaño, bien urdido, divertido, pero engaño: aún así disfrutas y te dejas sorprender.

A destacar el trabajo de los actores, especialmente el trío protagonista; el socarrón y extravagante Charles Laughton se lleva aquí casi todos los méritos en cuanto a actuación; sin desmerecer la frialdad malévola y germánica habitual de Marlene Dietrich y la bondad y naturalidad de Tyrone Power.

Es una de las películas judiciales más interesantes que he visto, fácil de ver y de disfrutar; pero que también nos hará sonreír con momentos de humor negro y nos sorprenderá. Esto es algo que en definitiva, es lo que se espera de una buena película.



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