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La Rosa Púrpura del Cairo (1985): Sueños de Celuloide



En ocasiones, todo el mundo hemos tenido la necesidad de evadirnos de la realidad. Sobretodo en aquellos momentos en los que la vida diaria y cotidiana nos supera, es necesario para mantener nuestra cordura tener ensoñaciones y fantasías con otras vidas, mundos y escenarios que nos muestra el cine.

Muchos aficionados al cine confiesan que su pasión por el séptimo arte proviene de esa magia que la gran pantalla desprende, permitiéndonos así que durante la proyección nos olvidemos de preocupaciones y problemas.

Y es que la fantasía es necesaria para vivir, ya que sin ella la vida estaría insufriblemente condenada a la cotidianeidad.

Estados Unidos. Gran Depresión durante los años 30. Cecilia (Mia Farrow) es una mujer desgraciada, cuyo marido Monk (Danny Aiello) la golpea, le es infiel y se gasta el dinero que ella apenas alcanza a ganar como sacrificada camarera.

La única actividad que alegra sus días son sus constantes visitas al cine Jewel, donde disfruta viendo películas y evadiéndose de su adversa realidad.

Un film en especial le causa fascinación: “La rosa púrpura del Cairo”, que narra las aventuras de un intrépido aventurero por la ciudad del Nilo.

Un día, y en plena proyección, el protagonista de la película, Gil Shepperd (Jeff Daniels), abandona su rol de Tom Baxter, héroe del film, y traspasa los límites de la pantalla. De pronto, ha sido hechizado por la constancia de la dulce espectadora que, cada día, acude a ver la película a la sala...

Woody Allen escribe una comedia no solamente divertida y original, sino también inteligente. Lo que en apariencia parece ser una entretenida comedia, en su interior encierra una dura crítica al mundo de Hollywood.

Y es que a este director nunca le gustó demasiado Hollywood y eso siempre lo puso muy claro en sus películas, a pesar de que le han dado varios premios por ellas.

Lo raro es que una vez acabados esos menos de noventa minutos no puedo afirmar que haya visto una película de humor y sin embargo no deja de ser una comedia. Es una combinación muy lograda, mezcla de un drama absoluto, de surrealismo y de comedia sana.

Cabe destacar la calidad y el buen hacer de todos los miembros del reparto. Farrow, lleva adelante uno de sus mejores papeles de toda su carrera, dotando al personaje de Cecilia, de mucha ternura y sinceridad.

Jeff Daniels, de gran proyección por aquel entonces, firma un doble papel de enorme solvencia ante las cámaras. Los demás intérpretes demuestran estar a la altura.

Woody Allen ama el cine y el objetivo que pretende con esta película no es plasmar la realidad, donde el mundo sufre por la crisis y el paro sino evadir de ella a los espectadores. Dentro de la pantalla, todos tienen dinero, amor y los besos son perfectos.

Sin embargo, al tiempo que la historia causa mucha gracia, también nos atiza donde más nos duele a los amantes del cine: poca frontera queda, poco paraíso más allá del patio de butacas.



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