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El Aceite de la Vida (1992): Los Milagros del Amor Paternal



No suele gustarme ver películas inspiradas en dramáticos sucesos de la vida real, sin embargo, esta historia logró el equilibrio de no caer en el melodrama barato, sin dejar de conmoverme. 

Además, el guión aprovecha para criticar los intereses comerciales de la ciencia y la industria farmacéutica, mientras te cuenta el drama de dos "padres coraje" capaces de hacer todo por su hijo.

Augusto y Michaela Odone, al conocer el diagnóstico de una enfermedad degenerativa incurable (que hasta ese momento se creía mortal y sin tratamiento), que padece su hijo Lorenzo de ocho años, enfermedad de las llamadas raras y por tanto prácticamente desconocida, se ponen a investigar por su cuenta, siendo ambos auténticos profanos en la ciencia médica. 


Tras muchos esfuerzos intentando dar con un tratamiento, finalmente encuentran un tipo de aceite, al que llamaron "aceite de Lorenzo", que consigue ralentizar el proceso degenerativo. 

Bueno, tanto es así que Lorenzo Odone sobrevivió hasta los 30 años, cuando le habían pronosticado como mucho unos meses de vida. 

Otra cosa ya son las condiciones de esa vida, que es otro tema que podríamos discutir largo y tendido, pero el caso es que se empeñaron y lo consiguieron.

Y lo que podría haber sido una especie de telefilme más o menos lacrimógeno se convierte en una apasionante historia de investigación científica y lucha épica contrarreloj

Pocas personas son capaces de tener este espíritu de lucha por eso son pocas las personas que consiguen logros por la humanidad, solamente esas personas serán las que moverán el mundo.

Esta lucha significará en no darse por vencido nunca, saber que te dirán “no” muchas veces pero la búsqueda consistirá en encontrar a la persona que dirá un “si”, esa respuesta será la que servirá para dar el siguiente paso.


Estos padres que luchan por la vida de su hijo serán el claro ejemplo de ese espíritu luchador que tanto caracteriza a esos hombres con ansias de futuro.

Los señores Odone fueron auténticos investigadores y además de salvar la vida de su hijo, consiguieron salvar la de muchos que padecían o padecerían la adrenoleucodistrofia, que así se llama esta enfermedad, de allí en adelante.

Mención aparte para el trío protagonista. Nick Nolte está cómodo en su papel de padre sufrido y esperanzado; se desenvuelve muy bien en papeles dramáticos. 

Susan Sarandon...sin palabras, de las mejores actuaciones en su carrera, impresionante. 
Y que decir del niño, fue su única película, pero dejó una actuación memorable para la historia.

En ocasiones, la película roza la sensiblería barata y el abuso del dolor ajeno para emocionar al espectador, pero el director de la misma, bordea esa línea con maestría desde el principio hasta el bien enlazado final.

La película tiene la virtud de hacernos recordar de lo que somos capaces los seres humanos y sobre todo de lo que son capaces la mayoría de los padres por la felicidad de sus hijos.

Queda claro aquí que el motor que mueve a la superación del hombre no es la competencia, ni el dinero, sino el corazón.




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Cadena Perpetua (1994): Sueños de Libertad


La historia nos traslada a la cárcel de Shawshank, una prisión de máxima seguridad para presos que han cometido gravísimos crímenes y que está regida por un alcaide corrupto y por oficiales brutales. A ella llega un día el que otrora fue un importante banquero, Andy (Tim Robbins), condenado a cadena perpetua por el asesinato de su mujer y del amante de ésta. 

A lo largo de su estancia en prisión se desvelará su inocencia y a la vez éste irá forjando una singular amistad con varios presos, en especial con Red (Morgan Freeman), quien lleva allí 20 años. 

Además se ganará la confianza del mismo alcaide y los guardias de la prisión, al utilizar sus conocimientos de economía para realizar operaciones fraudulentas. 
En ese tiempo, también irá ideando una singular idea para escaparse...

“Cadena Perpetua” es una película que emociona desde el primer momento. Nos acerca el humanismo de personas que llevan encerradas muchos años por horribles crímenes que cometieron en su juventud y por los que, obviamente, ya están arrepentidos después de conocer la barbarie carcelaria durante décadas.

También nos acerca al despotismo de ciertos jefes y oficiales de las prisiones, y nos traslada a lo horrible que debe ser la vida dentro de una cárcel: violaciones constantes de presos, palizas, trapicheos, drogas, corrupción (en algunas), el lento pero inexorable paso del tiempo, etc. 

Pero sobre todo nos acerca a uno de los sentimientos más nobles que existen: la AMISTAD.

En la cárcel, cuando ya nada te queda porque lo has perdido todo, sólo puedes intentar hacer amigos para sobrellevar la inmensa soledad de saber que pasarás allí el resto de tu vida, y también, por qué no decirlo, para que éstos te protejan ante la barbarie de otros presos.

Estamos ante un drama carcelario diferente ya que el protagonista no es un tipo duro ni un trastornado, es un hombre inteligente que a través de la ética, la palabra y con su compañero, consigue ganar la partida más difícil y dura de su vida.

Una partida jugada durante años, a través de mostrar su valía y clavar el puñal mas silencioso, una puñalada que por supuesto hace daño, pero que además le permite vivir su propia vida.

Y sin embargo no se olvidan de reflejar la vida diaria en la cárcel, el respeto y la humillación como ingrediente principal y el mercado o el soborno... es una historia completísima.

Tim Robbins y Morgan Freeman están sencillamente perfectos; realizan en este film el mejor papel que han realizado nunca en su carrera.
También destacar el trabajo de todos los secundarios que consiguen meternos en la trama, y consiguen que amemos a sus personajes o que los odiemos, que nos riamos con ellos o que nos emocionen.

El guión no podía ser mejor, te absorbe desde el primer momento y todo el rato parece que eres tu el que se encuentra entre los muros de Shawshank. Y un final sorprendente, digno de una de las mejores películas de la historia.
Un canto a la libertad, al valor de la amistad, la justicia y a la integridad. Merece la pena cada segundo de metraje que tiene.

Si aún no la has visto, hazte un favor a ti mismo y reserva urgentemente 142 minutos, no los desperdiciaras, ya que pocas veces Hollywood nos regala obras de este calibre.


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La Lista de Schindler (1993): Una Lista de Esperanza



Siempre se ha afirmado que el cine es como un vehículo cultural, capaz de mostrar mensajes y conocimientos, pues la obra de Steven Spielberg es quizá la mejor muestra de ello. Aquí nos transporta en una época fatídica no muy alejada temporalmente de ahora, cuyo funcionamiento se regía por la mayor crueldad, el miedo y la violencia.

La película captura la bondad de un hombre que, disfrazado de nazi para la sociedad, poco a poco va construyendo una gran familia de judíos salvándolos de su destino más cruel con estrategias inteligentes y diálogos ocurrentes.

El film, en sus líneas básicas viene a explicarnos la evolución de Schindler (Liam Neeson) que pasa por aparecer, en primer lugar, como un advenedizo que se aprovecha de la situación para conseguir unos grandes beneficios.

Sin embargo, a medida que avanza el film, su posición frívola irá cambiando paulatinamente, hasta llegar a intentar salvar a cuantos judíos pueda cuando las cosas se ponen realmente mal para ellos.

He de reconocer que Spielberg es uno de mis directores preferidos, pese a su extraña y variable filmografía. 


En todas, absolutamente todas sus películas, destaca un aspecto amenazador, las familias rotas, y “La Lista…” no iba a ser una excepción, con todas las familias judías rotas y separadas. Su visión del holocausto nazi es cruel, real, sincera y desarraigada.

Una de las cosas que fácilmente pueden venir a la cabeza mientras uno visiona esta historia, es sí el ser humano puede llegar a ser tan cruel y malvado.
La respuesta es clara, y es respondida en más de una ocasión de forma explicita.

Es todo un relato de humanidad y de cooperación entre las personas para poder superar una posición que parece insuperable. Es la lucha interior del ser humano por sobrevivir, de esa trágica e inhumana situación que le ha tocado vivir.

Pocas veces veremos en una película escenas tan reales, cuyo impacto es profundo y desarraigado. A Spielberg no le hace demasiada falta el empleo de la música para denotar situaciones de drama o desespero. Las imágenes ya hablan por si solas y su grado de sinceridad y crueldad son terroríficas.


Es un film unánime, que es además imposible que deje a alguien indiferente. Es tan violento cruel y sincero, que era necesario mostrar a estas generaciones y a las venideras un oscuro capítulo de la historia de la humanidad, que no debe repetirse jamás.

Spielberg se sirve del uso del blanco y negro para relatar su fatal odisea y cuenta con unos actores sobrados de talento. Liam Neeson está genial en la piel de Oskar Shindler, deja una imagen muy fiel de él. El personaje de Ben Kingsley es bello e indefenso, la mayor muestra de humanidad de la cinta.

Con respecto a Ralph Fiennes, no es simplemente su mayor papel de su carrera, sino uno de los personajes más salvajes, crueles y desarraigados que el cine nos ha podido mostrar. Su presencia, además de notoria, es terrorífica.

No me extenderé aquí sobre la barbarie nazi cometida contra judíos, eslavos, gitanos, homosexuales y demás víctimas; hay suficientes testimonios, libros, documentales y memorias dedicadas al tema. 


El punto concreto, el que interesaba a Spielberg, y al que se aferró para mostrarnos su punto de vista sobre el conflicto en esta película es, precisamente, la figura de Schindler.

Es posible que algunos hechos de su vida que se muestran en la película se hayan modificado ligeramente, pero Spielberg construye, en parte, al personaje para enviar su mensaje. ¿Y qué mensaje es ese?. 


Que él, por encima de todas las cosas, cree en la esperanza. Que como muestra Schindler, el hombre, en el momento más bajo de su condición humana, puede alzarse y demostrar dignidad y, quizá, hasta bondad.

El hecho de que la historia sea en blanco y negro (excepto ciertos detalles inolvidables) crea una atmósfera ideal para meterse en la historia. Es un filme voluntariamente triste y oscuro, por más que no acabe de cerrar la puerta a la esperanza, aún en las peores situaciones. 

Tras varias películas, pocos realizadores son capaces de activar los resortes de los sentimientos humanos como Spielberg y esta película es buen ejemplo de ello.




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Philadelphia (1993): El amor en tiempos de Sida



Película inspirada en la historia de Geoffrey Bowers, un abogado que en 1987 demandó a la firma Baker & McKenzie por despido injustificado en uno de los primeros casos de discriminación por la enfermedad del SIDA.

Andrew Beckett (Tom Hanks) es, además de un competente abogado, un homosexual seropositivo. Por ese motivo, se verá despedido de la importante firma de abogados homófobos y prejuiciosos en la que trabajaba. 


Con su enfermedad ya avanzada, luchará por sus derechos ayudado por el único abogado que aceptó su caso, curiosamente otro homófobo: Joe Miller (Denzel Washington).


La verdad es que la crítica no alabó mucho esta película en su momento, sus alabanzas iban hacia Tom Hanks y la banda sonora solamente (ambos recompensados con un oscar). 


Pero claro, fue una crítica hacia la sociedad de entonces y podrían haberse buscado problemas.

Las discriminaciones que sufren estos pacientes terminales y sus dificultades para llevar una vida normal quedan totalmente reflejadas. 


Cierto, la cinta pudo ser mucho mas dura, y cierto, no hacía falta que cayera tanto en el sentimentalismo, pero aquí hay una idea inteligente con su denuncia social.

También es cierto que la película cae en una plana intriga de leyes en su segunda parte. Pero hace dos décadas el problema del VIH y el "problema" de la homosexualidad eran dos tabús odiados, desconocidos y perseguidos; que en una analogía apresurada podríamos comparar a la caza de brujas del siglo XVII.

Tenemos que darnos cuenta, la falta de información que había en esa época, en la que tampoco se sabía muy bien cómo se contagiaba y, por tanto, el terror desmedido que provocaba el conocer a alguien con esta enfermedad.

En ese momento Tom Hanks evolucionó para pasar de ser un actor encasillado en la comedia ligera, donde había realizado buenas películas. 


Pero lo más importante es que se atrevió a realizar un papel de homosexual con el VIH a principios de los 90, cuando desgraciadamente esta sociedad no era tan liberal como ahora.

Denzel Washington, extraordinario actor con muy variados registros y posibilidades, desarrolla aquí con parsimonia y delectación un hombre diferente que ha de vérselas con lo peor y lo mejor de su personalidad: sus atávicos prejuicios y su voluntad de superarlos.

Como letrado negro, sólo al comprender que su situación de discriminación por el color de su piel es similar en cierto modo a la de Andy, podrá llevar a la empatía y a la cooperación con su cliente.


Sin embargo, la corrección política llevada al extremo y la estética hollywoodiense igualmente llevada al extremo, no hacen de esta película, en mi opinión, una obra maestra. La gran película cinematográfica sobre el tema del SIDA está por llegar, ésta, desde luego, no lo es.

De todos modos es innegable que es una película perfecta para conocer una época (homosexualidad y sida a principios de los años 90), y profundizar en lo más oscuro del ser humano. 

Película con la que se aprende y te anima a indagar sobre el tema, y demuestra lo ignorantes que somos y la capacidad destructiva que tiene el hombre.



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Misterioso Asesinato en Manhattan (1993): tributo al cine de intriga con humor



Si una película sobre un asesinato podía ser cómica sin resultar ridícula, yo eso no lo sabía, pero esta cinta responde a ello. Woody Allen vuelve a rodar en la ciudad a la que tanto debe y tantísimo le ha dado, New York.

Partiendo de lo que para cualquier otro director sería una rutinaria intriga doméstica, Woody Allen es capaz de perpetrar un rotundo clásico gracias a una cantidad incontable de momentos y frases memorables.

Junto con su antigua pareja y extraordinaria actriz, Diane Keaton, encarna a un matrimonio anclado en la rutina del día a día y sin mucho picante, que más parece desesperar a la esposa que al marido. Hasta que un buen día algo se rompe.

Una pareja de ancianos que viven puerta con puerta sin hacer ruido de pronto se convierte en el objeto de atención de todos. La mujer ha muerto y el pobre viudo parece muy poco afectado, más que suficiente para que la indiscreta vecina vea ahí un posible crimen sin resolver.

A pesar de los intentos del bienintencionado marido, la intrépida vecina (Diane Keaton), empieza con disparatadas teorías que se ven reforzadas por un antiguo amigo y pretendiente (Alan Alda).

Conforme avanzan las increíbles pesquisas, las situaciones insólitas amenazan la estabilidad del matrimonio; ya que ella pasa más tiempo con su cómplice en la investigación, y él empieza a sentirse muy atraído por una sensual escritora (una genial Angelica Houston).

Lo mejor del film es el medio no el fin, no importa saber si el vecino mató, o no, a su esposa ni el como, sino el procedimiento seguido por esta pareja. 

En la película hay misterio pero también hay realidad; y muy contundente, de la que parecen escapar sus protagonistas. 
Por eso el asesinato les viene tan bien, da color a sus vidas; y de la mano del mismo se replantean tantísimas cosas.

"Misterioso asesinato en Manhattan" no es, por tanto, un thriller sin más (más bien un homenaje al cine de intriga), es también una obra que trata el paso de la madurez a la vejez, y la determinación que en la vida puede tener el aprovechamiento de las oportunidades momentáneas.

La pareja formada por Diane Keaton y Woody Allen, no entra dentro de lo que llamaríamos convencional. 
Ella, con un apetito de aventuras nuevas, y él en su papel neurótico e hipocondríaco, tan poco varonil, que le caracteriza en todas sus actuaciones, conforman una pareja divertidísima al mismo tiempo que atípica. 


El film, como es costumbre en la filmografía de Allen, incluye numerosas citas cinéfilas, teatrales y musicales, y coloca a los personajes en un marco de actividades culturales muy variadas. 

Todo eso, regado por una trama policiaca bien elaborada; pero no es una trama policiaca cualquiera, no. 


Aquí no hay tiros, ni sangre, ni policías, ni sirenas, sino un puñado de personas a las cuáles les mueve la curiosidad.

"Misterioso Asesinato…", primero te abruma e incluso te aburre con las interminables conversaciones cruzadas de los protagonistas en las tan queridas escenas de parejas de Allen; sin embargo el histrionismo de Keaton consigue atraparte progresivamente, como también lo logra el personaje de Allen (Larry). 


Los sucesos se precipitan aumentando gradualmente en intensidad y en interés, el resultado, con un final que colma las expectativas generadas durante la trama.

Definitivamente imprescindible tanto para los amantes del peculiar director, como para los menos entusiastas. No defraudará a nadie.




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