Henry Lee Lucas
tuvo una infancia muy desgraciada y acabó en la cárcel por acuchillar a su
madre. Una vez en libertad, se convierte en un asesino que escoge a sus
víctimas al azar, y cada vez utiliza un método distinto con el fin de no ser
descubierto. Otis, un tipo que conoció en prisión, es su cómplice.
Un día llega
Becky, la hermana de Otis, y se queda a vivir con ellos. La visita de Becky, huyendo de un fracaso
sentimental enfrenta a Henry con algo con lo que no contaba.
Nos encontramos
con la historia de un tipo aparentemente normal que sin ninguna causa y con la
mayor frialdad comienza a hacer atrocidades.
Asesina de una manera tan
cotidiana, que no parece ni que le haga ilusión; eligiendo a sus víctimas de una
manera totalmente aleatoria (los asesina porque pasaban por allí o porque
estaban en el lugar equivocado).
Cualquiera puede
ser víctima de Henry, y esto es lo que le da tanto realismo a la película y lo
que hace sentir terror al espectador.
Otros grandes
asesinos del cine acometen sus crímenes siempre movidos por algún tipo de
obsesión (Norman Bates), o placer (Hannibal Lécter), o decantándose por algún
tipo de víctima en concreto (Jack el destripador). Todo esto no se aprecia en
Henry, un asesino que mata porque sí.
Tal vez el único
precedente que encuentro esté en la magistral Naranja Mecánica de Stanley
Kubrick, donde se acomete el mal de una forma totalmente gratuita y
desenfadada, como si se tratase de ir a tomar unas copas.
A Henry le ayuda
un amigo, al que considera tonto y al que realmente no necesita, pero les une
ese gusto por el mal y eso parece suficiente. Este amigo está aparentemente más
desequilibrado y no para de admirar a Henry por "sus ideas”.
Su novedad en su
modo de tratar a los psicópatas no quita que sea una película monótona, inconexa,
algo insulsa y aburrida a ratos, todo hay que decirlo.
A pesar de varias escenas de casquería barata, la verdadera fuerza de esta
película, reside en la aparente cotidianeidad de los hechos que relata, lo que
provoca una inquietante sensación de indefensión en el espectador.
Eso sí, si hay
algo que no me gusta de esta película, son los típicos tópicos; me explico, parece
que uno no puede ser un asesino en serie simplemente por tener mala baba o
haber nacido con las neuronas justas.
Para ser serial killer tienes que haber
sufrido abusos sexuales y malos tratos en la infancia.
Sin entrar en
justificaciones morales ni en análisis psicológicos, el director John McNaughton
perfila uno de los aspectos más deleznables de la sociedad, el mal por el mal.
Sí, sí, aunque a
algunos les cueste creerlo, hay individuos que son intrínsecamente malos, que
disfrutan haciendo sufrir a los demás y que llegan a hacer de ello su
motivación vital. Henry es un verdadero artista al respecto.
0 comentarios:
Publicar un comentario