Finales de la Segunda Guerra
Mundial. Un hombre herido viaja en un convoy sanitario por una carretera
italiana, pero su estado es tan grave que tiene que quedarse en un monasterio italiano
deshabitado y semiderruido, donde se encarga de cuidarlo Hana, una enfermera
canadiense.
Aunque su cuerpo
está totalmente quemado a consecuencia de un accidente sufrido en África, tiene
todavía ánimo para contarle a Hana la trágica historia de su vida.
Anthony
Minghella dirigió una de las películas míticas de los 90. Basada en la novela
homónima de Michael Ondaatje, la historia nos traslada a un monasterio que, es
ocupado por cuatro personas que a pesar de pertenecer a mundos totalmente
distintos entre sí, comparten el sufrimiento y el sentimiento de pérdida,
derivados de la guerra.
Tenemos a Kip,
un desactivador de bombas indio (Naveen Andrews); Hana, una bella y amable
enfermera que ha visto cómo las balas y las bombas aniquilaban todo su mundo
(Juliette Binoche); un mendigo al que le han amputado los pulgares y que busca
venganza (Willem Dafoe) y un misterioso hombre que ha sufrido graves quemaduras
en un accidente de avioneta en África (Ralph Fiennes).
Poco a poco van
conociéndose en profundidad, hasta descubrir los motivos y las causas que los
han llevado a su situación actual.
Recuerdo cuando
vi "El paciente inglés" por primera vez, todo el mundo hablaba de la
maravillosa obra que era y como entusiasmaba. Yo no fui una excepción, y quedé
prendado de esa historia de amor de preguerra, y de esos paisajes hipnóticos
del desierto.
Años después
decidí verla otra vez y así recordar esa historia que tanto me había cautivado.
Nuevamente me ha entusiasmado y me ha emocionado, pero debo decir que me ha
resultado en algunos pasajes un poco sosa.
Así que no sé si
el paso del tiempo puede que le pase un poco de factura a esta obra del cine
inglés, pero esa espectacularidad no brilla con tanta fuerza como yo recordaba.
Con esto no
quiero decir que no me guste. Todo lo contrario, me parece una película con una
gran historia y con fuerza dramática.
Unos personajes muy redondos llenos de
matices, que te envuelven en un mundo donde la guerra es un fantasma que
atormenta a todos (antes y después de que suceda).
La película no juzga a sus personajes, aunque la pasión que tienen se
manifiesta, como una fuerza capaz de convertirlos en estúpidos, delatores,
inmorales: en su nombre cometen actos inmundos y causan infinitos sufrimientos,
a menudo de manera inconsciente o involuntaria.
Todos ellos
intentan superar las convenciones sociales que los constriñen, como demuestra
el bonito discurso sobre la inutilidad de conceptos como patria, etnia o
nacionalidad que subyace en el interior del film.
Los actores
realizan un trabajo excepcional dando vida a esos personajes que hipnotizan.
Todos ellos están fantásticos y nos regalan unas interpretaciones memorables.
En fin, se trata de una joya del cine que ha cautivado a millones de personas. Es cierto que varios años después yo he descubierto que no me parece tan obra maestra como imaginaba.
Aun así, es una
muy buena película con la que uno disfruta de una historia de amor prohibido,
en un momento histórico crucial para el mundo y junto a un personaje
desfigurado y sin memoria. ¿Quién es realmente el paciente inglés?
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