William Bloom (Billy Crudup)
no tiene muy buena relación con su padre (Albert Finney), pero tras enterarse
de que padece una enfermedad terminal, regresa a su hogar para estar a su lado
en sus últimos momentos.
Una vez más, William se verá
obligado a escucharlo mientras cuenta las interminables historias de su
juventud.
Pero, en esta ocasión,
tratará de averiguar cosas que le permitan conocer mejor a su padre, aunque
para ello tendrá que separar claramente realidad y fantasía, elementos que
aparecen siempre mezclados en los relatos de su progenitor.
Película que sorprendió no
solo por ser mejor de lo que se esperaba, ni tampoco por no tener a Johnny Depp
como protagonista, sino por el cambio de estilo tan radical que realizó Tim
Burton, quien nos tenía acostumbrados a dirigir o Beetlejuice.
Big Fish es fantasía en
estado puro, las fantasías de un soñador: Edward Bloom y narra la historia de
un contador de cuentos que parecen tener vocación de mitos o leyendas.
Entre
ellas, está la de ese gran pescado que es como una gran metáfora de los anhelos albergados,
en esas historias y en su propia vida se confunde la ilusión con la realidad,
las experiencias vividas con las soñadas...
Que es la vida si no un
cuento, un cuento que hay que disfrutarlo y vivirlo como tu quieras, de la
manera que a ti te guste. Tú tienes que dibujar tu vida, hacerla. Que mejor
vida la de un cuenta cuentos que la de vivir en uno. En un cuento mágico, en la
vida que Edward vivió, quizás no fue exactamente así, pero así es como el la
vio.
Big Fish es un canto al
optimismo, logrado a través de la fantasía, la cual embellece la realidad, pero
sin llegar nunca a perderse en ella y quedar a la deriva.
El reparto es acertado y
convincente, yo soy un incondicional de Ewan McGregor, un actor que además de
sensualidad exhala una ternura incuestionable.
Tim Burton rescata, además, a un
veterano Albert Finney impecable, a una dulce Jessica Lange y a un correcto
Crudup. Geniales apariciones fugaces de los actores Danny DeVito -con sorpresa
incluida-, Steve Buscemi, y de Helena Bonham Carter.
Edward Bloom, bajo mi
humilde opinión, no deja de ser un espíritu libre y soñador, sin ataduras a la
realidad, y que a través de sus propias fantasías buscó su verdad y su belleza
"real" de la vida, y sinceramente creo que la encontró, y que
moribundo y una vez muerto, su propio hijo se percata de quién realmente era su
padre.
Edward Bloom a través de sus
ilusiones, de sus fantasías, de sus sueños, de su imaginación venció todos los
obstáculos que la vida "real" trató de imponerle... y sin lugar a
dudas, Edward siempre salió victorioso.
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