Roberta es una joven ama de casa burguesa que compensa la falta de emociones en su vida inventando fantasías a partir de los anuncios por palabras del periódico. El texto de uno de ellos, buscando a Susan desesperadamente, le llama la atención hasta el punto de acudir al lugar en que su autor ha convocado la cita para conocer, aunque sea de lejos, a Susan y a quien la busca.
Fascinada por la apariencia y el modo libre de vivir de Susan, una buscavidas, Roberta empieza a seguirla y vestirse como ella; la joven vagabunda pasa a ser su modelo; aunque no se atreve a imitar su estilo de vida.
Cuando un golpe accidental en la cabeza la deja amnésica, Roberta es tomada por Susan y asimila su identidad y su modo de vida.
La película adopta la estructura de una comedia romántica de enredo respetando la forma pero subvirtiendo el contenido del género.
En el cine clásico, la pareja burguesa y el matrimonio son presentados como los objetivos buscados por la protagonista femenina, cosa que aquí no ocurre.
Roberta parte de esa situación para buscar una liberación personal y sexual que la llevará a encontrar el amor pero sólo tras divorciarse y romper con la estabilidad y la seguridad que, según los cánones sexistas del cine romántico, son el sueño de toda mujer.
Taquilla y Madonna aparte, hay que reconocer que la directora Susan Seidelman, supo captar bien la imagen de la mujer que, estaba comenzando a ser más dueña de si.
Susan, la devoradora de hombres que lleva una vida disipada y es tan experta en meterse en líos como en salir hábilmente de ellos, se presenta como un modelo a seguir en contra de los roles habituales en el cine de género, que sólo toleran ese comportamiento en los varones.
La época del feminismo radical ya ha pasado y se nota la tendencia al individualismo de los años 80: la transformación de Roberta está en manos de ella misma: en lugar de esperar que llegue la gran revolución, mejor que cada uno emprenda su propia pequeña revolución personal.
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