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La noche de Halloween (1978): El nuevo modelo de asesino del cine



Durante la noche de Halloween, Michael, un niño de seis años, asesina a su familia con un cuchillo de cocina. Es internado en un psiquiátrico del que huye quince años más tarde, precisamente la víspera de Halloween. El psicópata vuelve a su pueblo y comete una serie de asesinatos. Mientras, uno de los médicos del psiquiátrico le sigue la pista.

Ante todo debo decir que me encantan las películas de terror, pero admito que suelo huir del susodicho género. Ésta contradicción se debe a que me parece un género sobreexplotado, en donde podemos darnos cuenta que se han exprimido casi todos los temas, pero también las fórmulas para asustar a los espectadores.

Hoy en día prácticamente nada me sorprende y me llevo muchas decepciones esperando encontrar algo que todavía me impacte y que además me cuente una buena historia. El problema del slasher es que, por sí solo, no llegan a funcionar del todo.

Son films cuyo objetivo son dar sustos (que en bastantes ocasiones me causan más asco que miedo) y tienen grandes dosis de acción. 

Pero por sí solas, son películas que carecen de una historia interesante, pues no profundizan en la trama o les faltan elementos que las hagan atractivas, como por ejemplo el carácter fantástico.

Pero he de decir que pese a la sencillez de La Noche de Halloween, la obra de John Carpenter me ha parecido correcta.

Esta película dio un vuelco al género, introduciendo la figura del asesino en serie. A partir de esta se hicieron multitud de obras con las mismas pautas, destacando la saga Viernes 13. 

Junto a la Masacre de Texas de Tobe Hooper (1974), marcarían las pautas a seguir e imitar, en innumerables films posteriores.

Los personajes, debido a una falta de caracterización, no consiguen que empatices con ellos, lo que aumentaría considerablemente el terror, y las relaciones entre los personajes suscitan poco interés, ya que todo se centra en las apariciones de Maichel Myers.

Víctimas que no huyen cuando deberían, o que no se aseguran de que el asesino esté muerto, son situaciones que restan credibilidad, propias de los psycho-thriller.

A diferencia de las películas posteriores, Carpenter casi no necesita usar sangre para asustar, y esa sugerencia que nos perturba e intranquiliza, muy pocas películas han logrado superar.

Por lo demás, destacar además de su famosa banda sonora, la presencia de una debutante Jamie Lee Curtis como la virginal heroína (otro acierto si consideramos el machismo setentero), con sus famosos gritos, que la convirtieron en "la reina del terror moderno", con razón. 

Aunque en la actualidad, ha perdido algo de fuelle y se antoja previsible, se conserva con dignidad y entretiene, a la misma vez que te ofrece situaciones de tensión, y algún que otro susto. Recomendable principalmente a los amantes del género.





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El espía que surgió del frio (1965): El verdadero espia


A pesar de que sus últimas misiones son bastante irrelevantes, el agente secreto británico Alec Leamas no desea abandonar la clandestinidad para ocupar un despacho oficial.

Su nueva misión en la Alemania Oriental parece más interesante: consiste en hacerse pasar por un desertor, y para que su deserción resulte verosímil, se las ingenia para desacreditarse y desacreditar a sus jefes, hasta conseguir que lo expulsen de la agencia.

Adaptación de la novela homónima de John Le Carré, que por cierto, no había leído con anterioridad, por lo que desconocía totalmente la trama. Hoy en día podría verse casi como una película histórica, una vez caído el muro de Berlín y finalizada la guerra fría.

Estos hechos dieron lugar a la proliferación de novelas y películas, basadas en el secreto mundo del espionaje, siendo los mejores ejemplos el James Bond de Ian Flemming y el agente Smiley (aquí sólo en un papel secundario) de John Le Carré.

Pero comparar a James Bond y sus películas con el Alec Leamas protagonista de esta historia y con esta película es como comparar un huevo con una castaña.

Si en el cine de espías que estamos acostumbrados a ver gracias al gran 007 prolifera la acción, el lujo y las situaciones inverosímiles, en este caso nos encontramos con la realidad del espionaje.

No hay glamour, no hay superhombres entrenados para todo, ni aparatos ultramodernos, ni acción trepidante, ni tan siquiera tiros. Hay engaño desde la lógica. 

Se juega al engaño todo el rato; este es el mundo del espionaje, poca acción y mucho engaño. Estos son los espías del mundo real, poco parecido al héroe de acción.

Richard Burton, nos ofrece aquí la figura perfecta para recrear a ese agente desgastado y resentido que, por dinero, vuelve a jugarse la vida, y enamorado de Nancy Perry (Claire Bloom), una bibliotecaria confesa comunista, estará empeñado en protegerla deseando que no resulte involucrada en ningún caso. 

Oskar Werner es Fiedler, el hombre certero que quizás deje demostrado que, lo que luce como justicia, no siempre es Justicia. 

El argumento se va desarrollando paso a paso, con sus conflictos políticos y sus dobles traiciones, sin perder de vista la parte humana de los personajes. Es en esto donde la película (imagino que también el libro de Le Carrè) gana sus enteros. 


Al final no importa mucho saber quiénes son los malos (o los peores), sino más bien la meditación sobre el bien y el mal, sobre la fe y la desesperación, sobre el amor y la inocencia.

Estamos en un mundo retorcido, donde la conveniencia pesa más que la dignidad. Algo así, es lo que puede dejarnos como lección este sorprendente y preocupante filme, que denuncia que, el poder, no suele estar en las manos de los más justos.




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Asalto a la comisaría del distrito 13 (1976): El asedio de los ladrones



Un policía de Los Angeles recibe su primer destino en una comisaría que está siendo trasladada a un nuevo edificio. Nada parece que vaya a turbar la paz del lugar, hasta la llegada de un furgón que custodia a un famoso criminal, que ha de pasar la noche en la comisaría... 

Ya en su segundo filme, John Carpenter se marca la primera obra maestra de su filmografía. En principio se iba a tratar de un western, pero ante la dificultad de abordar, con una película perteneciente a un género ya obsoleto; se decidió introducir la historia en un marco urbano contemporáneo, respetando, eso si, los códigos internos del western.

Seguramente, no se puede decir que sea un guión enormemente elaborado ni original, y los actores está claro que jamás podrían aspirar a la cumbre hollywoodiense.

La fuerza de esta película se basa en la atmósfera malsana, cargante y represiva, capaz de mantener en tensión al espectador de principio a fin, y en las características de los personajes, más concretamente a su personalidad.

Tenemos a los malos malísimos imperturbables e insensibles, el protagonista noble hasta el fin, el asesino por circunstancias de la vida que no es tan fiero como lo pintan, etc.

Mención aparte merece la estupenda banda sonora que, a pesar de parecer sencilla, logra justo lo que busca, introducirse dentro de la acción y contribuir a la ambientación de la película.

Por si ello fuera poco, y adelantándose a toda una generación que durante la década de los noventa crearía personajes a cada cual más emblemático, Carpenter ya había dado con la clave muchísimo antes: no era necesario el contrapunto cómico, bastaba con hacerlos interactuar en el momento preciso, con medir el diálogo, para que éste complementase los intervalos realizados en la historia, para dar descanso a nuestros protagonistas, y ello se refleja aquí a la perfección.

Es una película muy rudimentaria y tosca, debido a la escasez de medios con los que fue filmada. Desde el punto de vista técnico deja bastante que desear.

A nivel de iluminación, efectos especiales y sonido, es muy deficiente, sin embargo el talento del director, consigue mantener en vilo al espectador con buenas dosis de suspense, acción e incluso algo de humor. 

Si bien el paso del tiempo también la perjudica, haciéndose notorio al contemplar el pésimo sonido y esa indisimulada cutrez que desprende el film en cada uno de sus fotogramas. 

Carpenter logró que su talento se encontrara por encima de las obvias carencias presupuestarias a las que se enfrentaba.

Llegó a ser capaz de elevar un argumento simplón y sencillo, como una de las obras cumbres del género. Una pelicula para descubrir, al menos una vez.





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Aterriza como puedas (1980): El avión de la locura



El vuelo 209 de la Trans American sale de Los Ángeles con destino a Chicago. Entre el pasaje se encuentran una serie de curiosos personajes. Entre ellos, un ex-piloto de combate que, en pleno vuelo, se verá obligado a hacerse con el mando del avión comercial, tras quedar los pilotos indispuestos por una comida en mal estado.

Película que inaugura (con permiso de Mel Brooks) el género de la parodia cinematográfica, basándose, en esta ocasión, en el cine de catástrofes que tanto éxito tuviera en los años setenta, y, particularmente, en la saga de "Aeropuerto" de la Universal. 

Pero hay que saber comprender, que el subgénero de las comedias absurdas es muy arriesgado, ya que es difícil acertar, dar en el clavo.


“Airplane” fue ideada por dos directores entonces desconocidos, Jim Abrahams y David Zucker que, gracias a esa nueva fórmula que radicalizó el concepto de comedia, aprovecharon el filón de cine de catástrofes aéreas.

A posteriori se metieron de lleno con en el cine de espías (Top Secret, 1984); el policíaco (Agárralo como Puedas, 1988); y la acción heredada por las premisas fascistoides del sello Rambo (Hot Shots! 1991), alternando las tareas de dirección y guión. 

También han trabajado en el “script” de las últimas entregas de la serie de parodias terroríficas “Scary Movie”.

Los hermanos Zucker, si bien no pueden considerarse los padres de la parodia y la comedia absurda; contribuyeron a perfeccionarla. 

Para ello dejaron volar su imaginación y talento, consiguiendo crear una obra, que nunca se hará vieja completamente, a pesar de que hoy en día, resulta una historia bastante infantil.

La historia no da para mucho de sí que digamos, es simple, bien ambientada y con un humor blanco, para todos los públicos que es efectivo.

Cada escena siguiente es más absurda que la anterior, dónde cualquier cosa es susceptible de ser parodiada, y en la que tienes que fijarte hasta en el fondo de la imagen, para poder pillar todos los gags.

Todos los actores cumplen correctamente su papel, pero es aquí donde más destacaría el Rey de la parodia cinematográfica, Leslie Nielsen, se daba a conocer por fin en un papel pequeño de médico, pero desternillante.

A partir de esta película, el resto de su carrera, se centraría en este tipo de cine, que le granjearía el favor y aplauso del público de por vida.


En su momento la película rompió moldes y creó escuela, si bien lo único que hizo realmente es retorcer hasta el extremo y desde una visión personal, la idea del absurdo que otros cómicos y artistas, inventaron y perfeccionaron décadas atrás.





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Crimen y castigo (1935): Sentimientos de culpa



Raskolnikov, un estudiante pobre, asesina y roba a una vieja avara y considera que su crimen está justificado porque la considera un parásito de la sociedad. Al principio consigue eludir las sospechas de la policía, pero no el tormento que le causa su aislamiento y su sentimiento de culpa.

Notable y eficaz film del realizador vienés Josef von Sternberg (1894-1969). El guión, de Josef Anthony y S.K. Lauren, adapta la novela “Crimen y castigo” (1866), de Fiodor Dostoievsky. 

La novela ‘Crimen y castigo’ es realmente compleja, en el libro los personajes crecen de modo pausado pero verosímil.Esta es una cinta que hubiera requerido de bastante más metraje para dar consistencia y peso a los personajes, y que no sean muñecos histriónicos. Da la impresión que todo ocurre demasiado deprisa; es el problema de las adaptaciones literarias, que necesitan condensarse.

La ambientación, como no podía ser de otras forma, es notable, juegan con las tinieblas en exteriores y en interiores, emitiendo un clima asfixiante,  con un Peter Lorre que está magnífico, transmitiendo la atormentada personalidad de su rol, domina la mirada, los gestos, un portento que traspasa la pantalla.

La película se apoya en las bases que presenta la novela de Dostoyevsky, ofreciendo un apasionante y magnético juego del ratón y el gato, en el que el protagonista deberá sortear con ingenio y astucia cualquier prueba que pueda incriminarle. 

Además, deberá hacerlo desde ambos lados de la ley, participando en la búsqueda del criminal y anticipándose a los movimientos de la policía, sensacional. 

El film suma drama, drama psicológico, crimen, investigación policíaca y romance. Explora el mundo interior del protagonista, sus tendencias megalómanas (admira a Napoleón y Beethoven), sus ideas sobre el superhombre de Nietzsche, su consideración de sí mismo como un superhombre destinado a realizar grandes cosas.

Pese a sus convicciones y sentimientos de superioridad, el crimen se convierte para él en una pesada carga que le atormenta la conciencia y le perjudica la salud. 

Aunque la policía no tiene pruebas contra él, su presencia de ánimo se desmorona y su presunta superioridad, se demuestra carente de fundamento. 

Una correcta adaptación de una conocida obra, capitaneada por uno de los actores más peculiares e inolvidables del cine clásico.





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