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Descalzos por el parque (1967): Matrimonio en apuros.



Un joven y conservador abogado (Robert Redford) es la quintaesencia de la sensatez el sentido común. En cambio, su esposa (Jane Fonda) es un poco alocada y sólo piensa en pasárselo lo mejor posible.

Ambos se enamoran al instante y se casan de inmediato; pero la dura realidad (un quinto piso sin ascensor, un apartamento como una caja de cerillas) hace que la pasión y la armonía se resientan.

Muchas han sido las obras estrenadas en Broadway que después han obtenido un éxito similar en la pantalla grande. Neil Simon reunió en su personalidad, las características que le harían triunfar, tanto en el género teatral, como en la labor de guionista. 

Con “Descalzos por el parque” él mismo escribió la obra para el escenario y el guión para la posterior película dirigida por Gene Saks.

En "Descalzos por el parque" se nos muestra la vida en pareja después de la boda. 

Ya ha pasado la luna de miel y atrás han quedado aquellos seis maravillosos días (con sus noches), en una suite de lujo en el Plaza.

Del lujoso hotel de cinco estrellas, pasan a vivir en un minúsculo apartamento sin muebles, sin calefacción y sin ascensor (viven en un 5º). 

Y poco a poco la pareja, se va dado cuenta de que nada es tan idílico como parecía en un principio; no se conocen tan bien como pensaban e inevitablemente, surgen los primeros roces.

Robert Redford luce muy entonado como el correcto y mesurado abogado –“estirado” según le dice Corie-, quien parece desentonar con el entusiasmo y el desenfado de su linda esposa.

Jane Fonda resulta un tanto irritante en algunos momentos, aunque también es encantadora, con ese aire desenvuelto y con esa facilidad para adaptarse al mundo… aunque esto mismo le cause luego dificultad, para aceptar el carácter remiso de su querido esposo.

Mildred Natwick (actriz muy apreciada por John Ford), tiene aquí uno de sus mejores roles como la madre inquisidora que termina teniendo su “affair de una noche” con el singular vecino. 

Y Charles Boyer es el latino de exótica culinaria, con un largo historial en las lides femeninas, y dispuesto a llevar encanto a la vida de los Bratter.

Como crítica, decir que en ocasiones las escenas se alargan más de la cuenta, que son forzadas para producir el efecto que se desea. 

Con respecto a la trama final, me resulta previsible y pareció algo forzada; tal vez porque parecía una película diferente y que no tenía la necesidad de recurrir a ello para acabar un fantástico film, sin embargo no fue así.

Deliciosa y alegre comedia romántica que no llega a caer en la "ñoñería" y que sigue teniendo su encanto, aunque actualmente algo difuso (además de avisarte sobre los peligros del matrimonio). Para ver en pareja y dejarse llevar por "el espíritu Fonda".



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La Noche de la Iguana: Demonios Internos


Un pastor protestante (Burton), expulsado de su iglesia, trabaja en México como guía turístico, dirigiendo excursiones formadas sobre todo por americanas maduras.
En una de ellas es víctima de los intentos de seducción de una sensual jovencita, lo que le granjea la animadversión de las demás mujeres. Finalmente, el grupo llega a un hotel regentado por una vieja amiga suya (Ava Gardner).

Es inevitable entender de por sí, que cuando vemos una obra adaptada de Tennessee Williams, nos adentraremos en el punto de vista que el autor tiene sobre las relaciones y carencias humanas con diálogos casi teatrales, para lucimiento casi siempre de los actores protagonistas. A eso nos atenemos y lo aceptamos. 

John Huston nos lleva, a un recorrido turístico por Méjico que no es tal, es en realidad un recorrido por el ser humano, por el deber aceptarse a sí mismo, por controlar o dejar salir sus instintos, las tentaciones de todo tipo (especialmente sexuales). De todo esto y mucho más trata el film. 

La profundidad e ironía de diálogos y personajes de “La noche de la Iguana” nos sumergen en un exótico cuento, sobre los diablos interiores que nos persiguen toda la vida. 

Nadie es perfecto, no se sabe bien a quien compadecer más y esta óptica indulgente e imparcial es el mejor valor del film.

Huston interpreta el texto de Williams desdramatizándolo de la tragedia de seres en busca de la felicidad, esa meta que todos buscamos, y que tanto cuesta encontrar. 

La película no habría sido posible sin el inconmensurable talento de su reparto. Richard Burton sencillamente está genial, genial y delirante, tan desbocado e inquietante como su personaje. 

Él capitanea una película en la que importan más las relaciones entre los personajes que lo que verdaderamente sucede a lo largo de todo el metraje. 

Junto a él está Ava Gardner, que demostró con su Maxine que no solo era una bella presencia, sino también una gran actriz, capaz de hacernos ver en su personaje felicidad, a la vez que tristeza.

Y finalmente, Deborah Kerr  una actriz cuya elegancia y sobriedad le dieron a Hannah, uno de los personajes más fascinantes del cine, representando a una mujer virtuosa y bondadosa, pero de férrea voluntad. 

Para aquellos que alguna vez han pensado en dar un giro a su vida, y encontrar su lugar en el mundo, esta es la película. 

El ver el encuentro de tres personajes intensos y desubicados que llevan toda la vida luchando por encontrar su sitio individualmente. Cuando los tres coinciden en el espacio y en el tiempo, saltan las chispas y los acontecimientos se precipitan, dejando salir su verdadero yo.






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Picnic en Hanging Rock (1975): Misterios de la naturaleza


El día de San Valentín de 1900, las estudiantes de la Escuela Appleyard van de excursión a Hanging Rock, una región australiana montañosa. A lo largo del día se producen una serie de fenómenos sobrenaturales: el tiempo se detiene, estudiantes y maestras pierden el conocimiento, y tres chicas y una profesora desaparecen en las montañas. 

Estas desapariciones, rodeadas de otros sucesos extraños, afectarán al entorno del colegio y a las demás chicas, de distintas maneras. 

Existe un Peter Weir antes de hacer las Américas y dirigir sus películas más famosas para el gran público, como Dead Poets Society (El Club de los Poetas Muertos, 1989) o The Truman Show (El Show de Truman, 1998) por poner dos ejemplos significativos. Sin embargo, en su etapa Australiana, y aún sin poder con gran presupuesto, el cineasta mostraría su habilidad para hacer un cine singular, como  es esta película.

Sí hay que definir esta película con una palabra es ONÍRICA. Esta historia clásica, basada en una supuesta historia real australiana, se podía haber afrontado de varias maneras; desde la criminalística a la dramática, pasando por la interpretación sobrenatural.

Pero el director Peter Weir toma el libro de Joan Lindsey, y crea algo totalmente nuevo, lírico e inquietante a partes iguales, de modo que una vulgar historia de desapariciones, se convierte en una experiencia única.

Aparte de que el casting es muy astuto, buscando la impresión visual y emotiva más que la experiencia interpretativa, todo son buenas decisiones.  La narración está llevada de tal forma que no se cae en el terreno pantanoso de lo paranormal, pero el espectador no puede sacudirse la sensación de que algo anómalo ocurre.

“Picnic en Hanging Rock” propone formas arriesgadas, pero que no acaban de funcionar del todo. Estéticamente el filme resulta interesante y consigue agobiar y desconcertar al espectador.

Ahora bien, también es cierto que el filme se embarulla en su discurso, y a medida que avanza el metraje da la sensación de que el director, no tenía muy claro que hacer finalmente con el filme.

El hecho de que esté o no basada en hechos reales carece de la menor importancia para valorarla. La a veces inevitable necesidad de obtener explicaciones redondas de las cosas, nos hace olvidar que muchas cosas no la tienen en la vida real, y las vivimos sin más.

Son sensaciones, experiencias, momentos, estados de ánimo que pueden surgir ante cualquier estímulo, como la visión de algo, un pensamiento, etc. 

Este cine "de vivencias" requiere un espectador consciente de ello para poder ser apreciado.

Por tanto, para disfrutar de este "Picnic en Hanging rock" es mejor solo dejarse llevar por las bellezas de sus imágenes, por las delicadas y sensibles interpretaciones de sus inocentes protagonistas, por la poesía que desprende, por la envolvente música y, sobre todo, no pensar nunca en la laguna absoluta de su argumento.


A Peter Weir le interesó mucho más profundizar en todo esto, que en intentar revelar al espectador lo que realmente pudo suceder aquella tarde de febrero de hace más de un siglo, si es que realmente algo ocurrió.




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Manhattan (1979): La ciudad, el amor y las dudas


Isaac Davis, un neoyorquino de mediana edad tiene un trabajo que odia, una novia de 17 años a la que no ama y una ex esposa lesbiana a la que desearía estrangular, porque está escribiendo un libro, en el que cuenta las intimidades de su matrimonio.

Cuando conoce a Mary, la sexy y snob amante de su mejor amigo, se enamora perdidamente de ella. La idea de dejar a su novia, acostarse con Mary y abandonar su trabajo supone para él el

El gran mérito de Allen, no sólo en esta película sino en toda su filmografía, consiste en huir del cine consumista, destinado básicamente al escapismo, y en lugar de eso, entrar de lleno en los temas que el gran cine ignora voluntariamente.

Da un tratamiento realista y muestra una historia cercana, aplicando estos temas reales (y a menudo trascendentales) a personajes corrientes.

Una historia sin villanos, y sin un objetivo claro que perseguir, salvo la evolución y desarrollo de diversas relaciones sociales. 

La madurez a la que se exponen sus personajes, el cambio, las oportunidades que van y vienen, como si toda la película fuese una estación de trenes, que no tienen retorno. 

Según tengo entendido el propio Woody Allen declaró que él estaba haciendo una y otra vez la misma película, y en cierto modo no le falta razón. 

Por ese motivo cuando llegas a "Manhattan" después de haber visto parte de su filmografía la historia que plantea, puede resultar poco fresca, y sin mucha dificultad puedes ir anticipándote a lo que va a suceder.

Por tanto la valoración de "Manhattan" vendrá condicionada, por el número de películas que hayas visto del director con anterioridad.

Woody Allen retrata a esta ciudad, como un pequeño sitio del planeta donde se representa perfectamente la sociedad del día; una donde nadie está conforme con lo que tiene, que necesita estar en constante cambio, confundida por el ajetreo y el estrés rutinario, donde las apariencias son más importantes que los interiores, donde incluso los círculos intelectuales deben estar al día con lo mejor, y hacer trizas al que no quiera adaptarse.

Los actores son todos estupendos. La siempre neurótica pareja Woody Allen – Diane Keaton funciona a la perfección. Aderezada eso si, con la dulzura del personaje de Mariel Hemingway y los lios amorosos de Michael Murphy.

Es cierto, puede que resulte lenta y en algunos tramos, demasiado; que me haya quedado con quinientas dudas sobre los aspectos intelectuales, que poca gente comprenderá fuera de Bergman o Van Gogh. Pero hay que reconocer que "Manhattan" va más allá de los aspectos cualificativos del cine.

A los que califican esta película u otras de Woody Allen de resultar pedantes o en exceso intelectuales, y que quieren hacernos sentir como tontos, personalmente creo que no es así.

Al contrario: creo que lo que desea es llevar el arte, el conocimiento y las opiniones a todos y cada uno de nosotros. Romper con las críticas especializadas y establecidas que dictan un juicio y un gusto únicos, y que sintamos por nosotros mismos, nos propone, nos exige y se exige a sí mismo. 





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Cautivos del mal (1952): Cautivos del éxito, a toda costa.



Un tiránico y manipulador productor de cine (Kirk Douglas), que ha caído en desgracia, pide ayuda a un director (Barry Sullivan), a una actriz (Lana Turner) y a un guionista (Dick Powell), a los que ayudó a triunfar, pero que tienen sobradas razones para detestarlo.

Los tres le reprocharán su falta de escrúpulos para alcanzar el éxito, sin reparar en las personas a las que traicionaba o engañaba.

El éxito, la fama y la gloria son los principales objetivos de muchos de los hombres y mujeres ambiciosos que quieren ser algo grande en la vida, sobre todo en lo referente al mundo del espectáculo y, en especial, del cine.

Y con tal de conseguirlas son capaces de obrar de mil maneras y de manipular a la gente que tienen a su alrededor, de la que se sirven como un medio o un peldaño más para lograr la fama, sin importar herirlos, engañarlos o utilizarlos a ellos o a su trabajo, para luego robárselo y dejarlos tirados.

Vincente Minnelli nos ofrece aquí un drama de cine dentro del cine, basado en las historias de una actriz, un director y un guionista que explican, porque no quieren trabajar, con el hombre que los lanzó a la fama. 

Dirigida con un ritmo activo y con un estilo original en el montaje y el argumento que atrapa notablemente al espectador intrigándolo.

La historia contada a modo de Flash-Back, está basada en anécdotas personales sobre la vida del insaciable productor real David. O. Selznick, al que no le importaba demasiado sacrificar a quien fuese necesario, con tal de sacar adelante sus ambiciosos proyectos.

El trío del director, de la actriz y del guionista es fundamental para la película, tanto como el productor. Cada personaje de la película cuenta su historia, cuenta como conoció a Jonathan Shields, cuenta como era lo miserable de su vida en ese momento y antes de eso, y como cambió tras ese acontecimiento. 

Lo que todos concuerdan, aunque lo odien, es que sus vidas cambiaron para bien de algún modo, alcanzaron el éxito y todo se lo debían de algún modo por él, aunque sus vidas hayan sido marcadas por el odio, el rencor y el desprecio.

Como ya ocurriera en “El crepúsculo de los dioses” toda la película es una dura crítica a los productores de Hollywood, y su manera de encumbrar y destruir estrellas, con el único fín de ganar dinero sin importar el resultado final. 

Es cierto que el paso del tiempo se hace notar en ciertos aspectos del film, cómo, por lo demás sucede en casi todos los films. 

Cada época dispone de un “barniz”, cultural o formal, que se aplica sobre la superficie de los films rodados en ella; pero debajo de esa superficie existen cuestiones que no envejecen.

Y esas cuestiones a menudo apuntan a la condición humana, con sus virtudes y sus miserias, el espíritu emprendedor, la ambición por triunfar, el narcisismo, el hedonismo y los caprichos del destino, todo ello vestido de melodrama.

Las actuaciones son deslumbrantes y muy profesionales. Como protagonistas Lana Turner está admirable en un papel con hundimiento psicológico, Kirk Douglas está persuasivo y convincente y Walter Pidgeon señalado en su tarea, siendo notables los acompañamientos de Dick Powell, Barry Sullivan y Gloria Grahame entre otros. 

Una mirada a las entrañas de ese mundo de ilusiones, pero también de sacrificio, ascenso y decadencia, que es el cine, es lo que nos ofrece Vicente Minelli en este gran clásico.




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