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Adivina quien viene esta noche (1967): Desterrando Prejuicios




Una joven de familia acomodada lleva a casa, para presentárselo a sus padres, a su novio, un médico negro con el que tiene la intención de casarse. A pesar de ser personas de ideas liberales, sus padres se sienten muy confundidos, especialmente el padre, que teme que un matrimonio semejante, no traiga más que problemas a su hija.

Esta entretenida “dramedia” (comedia dramática), cuenta con un reparto de primera línea, que hace de esta dura situación de desigualdad racial, una amena ocasión para repasar este gran clásico del cine. Y a la vez, nos permite asomarnos a la ventana del tiempo, para ver cómo somos los propios seres humanos, los que nos ponemos barreras y nos separamos los unos de los otros.

Esta película se realizó en el año 1967, un año antes del asesinato de Martin Luther King. La sociedad estadounidense estaba debatiendo el concepto de libertad, y se estaba iniciando el camino para que los negros, tuvieran las mismas oportunidades que los blancos.

Sin embargo, había sectores muy reacios a ese cambio: por ejemplo en esa época la ley prohibía matrimonios mixtos en 14 estados. La película, por tanto, supuso un canto a libertad, que trataba de abrirse paso entre todas esas mentes cerradas.

En esta película, da igual que los novios se sacaran 14 años, da igual las diferencias entre las clases sociales entre ambas familias; curiosamente lo único importante, parecía ser, es que eran de diferente color.

Hoy en día, las tornas han cambiado. Las relaciones tanto profesionales, como de amistad, o amorosas entre miembros de distintas razas están mucho más normalizadas. Sin embargo, pocos padres querrían que sus hijos se casaran con alguien de distinto color. Eso es lo que hace que, aunque anticuada, esta película siga viva de alguna manera, a pesar de todos los años que han transcurrido, desde su primera proyección.

Es interesante reflexionar como las diferencias que siguen existiendo (ya no sólo las de origen racial) desaparecerán en el momento en el que, seamos conscientes de atender a lo que nos une a todos, antes de atemorizarnos con lo que nos diferencia. Ello podría evitar, que nuestras estúpidas normas sociales, dejen de dañarnos a todos.

La sencillez con la que el director Stanley Kramer, hace que veamos que todos somos iguales, es digna de elogiar. 

No aborda la temática de forma dramática, sino que la aborda de una forma digamos seria y elegante; pero con un toque cómico que provoca que en momentos puntuales, se nos escape alguna sonrisa, y presenciemos un drama con golpes cómicos con todas las letras.

Lejos de su discurso de solidaridad, de moralina, lo que sobresale del film es la interpretación de los actores, con un joven Sidney Poitier, interpretando al futuro yerno y novio de la chica.

Pero si por algo los amantes del cine destacamos este film, es por ver de nuevo la presencia de Katharine Hepburn y en especial, a Spencer Tracy de nuevo magistral, en su última actuación antes de fallecer. 

Verles juntos, deja constancia de que son posiblemente, una de las mejores parejas de cine.

En definitiva, hablamos de un clásico que se compenetra con el espectador en todo momento; por contar con un extraordinario elenco, y por decir no al racismo de una forma elegante, simpática y con diálogos hábiles.




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