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La Guerra de las Galaxias – Una Nueva Esperanza (1977): El comienzo del mito galáctico





La princesa Leia, Líder del movimiento rebelde que desea reinstaurar la República en la galaxia en los tiempos ominosos del Imperio, es capturada por las Fuerzas Imperiales, capitaneadas por el implacable Darth Vader, el sirviente más fiel del Emperador. 

El intrépido y joven Luke Skywalker, ayudado por Han Solo, capitán de la nave espacial "El Halcón Milenario", y Los androides, R2D2 y C3PO, serán los encargados de rescatarla y acabar con el Imperio.

Es un poco intimidante hablar de una película, que tanto significa para toda una generación, que demostró una nueva manera de hacer cine y que construyó un legado que se ha convertido en hito.

Sin embargo, queda preguntar ¿Por qué algo tan sencillo, logró ser tan mitificado y recibir tantos fanáticos en todo el mundo?

Los años 50 y 60 nos habían regalado el mejor cine de Serie B con respecto a la ciencia ficcion, con temas como la vida alienígena y viajes espaciales; películas como Planeta Prohibido o Barbarella, serán imposibles de olvidar.

Pero la ciencia ficción había sido degradada con películas con un extraño humor; marcianos chistosos que invadían la tierra, platillos voladores poco creíbles o luchas ridículas que nadie se las creía.

El único referente positivo que existía dentro de este género era "2001: Odisea Espacial", pero no dejaba de ser una muy lejana historia, con un argumento demasiado intelectual.

Adicionalmente, se pone en evidencia toda la riqueza cultural de Lucas, al crear un concepto tan alto como "La Fuerza". Este fenómeno, que se puede ubicar entre los campos de la metafísica y la teología, le da una filosofía muy particular, al cine. 

Lo extraño de esta saga es que no empieza con la primera entrega, si no, con la cuarta. "La guerra de las galaxias. Episodio IV: Una Nueva Esperanza "es una película que nos introduce a los personajes.

El bando de los héroes, que vienen a ser los Rebeldes: Lucas (Mark Hamill), El Mercenario Han Solo (Harrison Ford), Princesa Leia (Carrie Fisher), Obi-Wan Kenobi (Alec Guinness), Chewbacca (Peter Mayhew) y los simpáticos androides llamados C-3PO y R2-D2.

Por otra parte, también nos presenta al bando del mal, el imperio, formado por Darth Vader (David Prowse) y sus secuaces. 

Es una película que narra una historia sencilla: La Lucha de Poder entre el bien y el mal. Nos presenta una galaxia muy lejana, llena de planetas y de habitantes, donde hay caballeros, princesas, buscavidas, personajes cómicos, un bueno buenísimo y un malo malísimo.

Parece (sí, en realidad) una historia clásica. En su época, fue un auge, en cuanto al manejo de efectos especiales y, aunque se le nota el paso del tiempo, bien podríamos decir que fue un hito, para las películas del género de ciencia ficción. 

Fue todo un éxito gran comercial, que dio lugar a dos secuelas más, completando una trilogía "la trilogía original" y tres precuelas, que forman la segunda trilogía. Vista hoy en día, es cierto que ha perdido parte de su encanto, quedando algo desfasada. 

Es verdad que la historia es apasionante, imaginativa y muy entretenida, pero los personajes carecen de la profundidad necesaria para conmover, por eso el visionado de esta primera entrega de la saga de Star Wars, aséptica Resultados de la Búsqueda de la ONU del tanto.


Reconozco que las hay más técnicas, mejor argumentadas, con diálogos punzantes y más eficaces ..., pero la Guerra de las galaxias ha sido, es y será la madre de todas las aventuras. 





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Lawrence de Arabia (1962): Dunas y fuego de Arabia



El Cairo, 1917. Durante la Gran Guerra (1914-1918), T.E. Lawrence (Peter O'Toole), un conflictivo y enigmático oficial británico, es enviado al desierto para participar en una campaña de apoyo a los árabes contra Turquía. Él y su amigo Sherif Alí (Omar Sharif) pondrán en esta misión toda su alma. 

David Lean dirigió en 1962 uno de los mayores éxitos que ha dado el mundo del cine. Más de tres horas de duración que inmiscuyen a uno en medio del desierto.
"Lawrence de Arabia" es una película que retrata la aventura del militar británico Sir Lawrence que se enamoró del mundo árabe, llegando a ser parte de uno de los suyos. Un líder que unificó a pueblos para conseguir uno único.

Una unión que se formó gracias a guerras y batallas, y que costó la vida de millones de personas. Unos hechos que marcaron el rumbo de un país.

La película está magistralmente dirigida. Tomas realmente brillantes que nos presentan un desierto hipnótico. A ello ayuda también una sobresaliente fotografía que enamora. Esos tonos rojos y naranjas, están muy bien equilibrados para que las escenas no resulten quemadas.

La película es una obra colosal y épica de las que se hacían a lo grande sin reparar en gastos con miles de extras contratados. Hay grandes batallas con enormes despliegues de masas, caballos, camellos, etcétera

La historia nos narra como el protagonista intenta realizar esta difícil tarea, como se convierte en un hombre respetado para los ingleses y también para los árabes y aunque el film nos narra casi todo éxitos, también vemos como le afecta la cara oscura de la guerra. 

Usado por ambos bandos, sujeto quiera o no al yugo de los burócratas y considerado extranjero tanto en un sitio como en otro.

Aparte de que pese a la cara idílica que nos muestra casi en todo momento la cinta, la guerra es sangre, es muerte, incluida la de inocentes y él tendrá que acabar manchándose las manos y ver que por muy nobles que fueran sus intereses, la guerra es más complicada de lo que él pudiera pensar o desear.

Pero hablar de "Lawrence de Arabia" es hablar de su banda sonora. Unas melodías muy reconocibles y que han perdurado a lo largo de los años, convirtiéndose en una banda sonora única e irrepetible.

Por supuesto, no se puede dejar de nombrar las actuaciones. Peter O'Toole no se llevó ese año el Oscar, pero su trabajo es sobresaliente. Siempre se le recordará por este personaje lleno de matices. 

El personaje le da la ocasión de desplegar una multiplicidad de encontradas emociones, con las cuales dio cuenta de que era un intérprete capaz de meterse en la piel de cualquier personaje.

Junto a él grandes actores como Alec Guinnes, Omar Sharif o Anthony Quinn acompañan al protagonista en este viaje, aportando cada uno su gran talento en este clásico.

No obstante, el claro problema de la historia, es el extenso metraje. Lean filma dos películas en una, dos partes de la misma historia unidas por un punto de inflexión que es la toma de Áqaba. 

Dejar un film de 4 horas es excesivo, porque el ritmo de la narración empieza a mostrar claros altibajos y se hace monótona; deja mucho espacio a pensar, es decir, el espectador puede darse el lujo de divagar o desentender su mente; hay muchas lagunas narrativas donde sólo se aprecia la bella fotografía; en general la historia se hace densa y pesada.

En resumidas cuentas una película buena, más por la labor de dirección y contención actoral al servicio de una protagonista. Un guión interesante, una temática actual, y una biografía intrigante y ambigua, pero que no pudo exprimirle el jugo necesario, dada su complejidad y el riesgo, para destilar una película notable. 

Aun así algunas gotas muy jugosas se escapan al tamiz dejando un sabor de boca, y unas imágenes dignas de figurar en la memoria fotográfica de los buenos amantes del cine.





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La noche del cazador (1955): Oscuro cuento de hadas



Tras realizar un atraco en el que han muerto dos personas, Ben Harper regresa a su casa y esconde el botín confiando el secreto a sus hijos. Tras ser apresado y antes de ser ejecutado, comparte celda con Harry Powell y en sueños habla del dinero. Tras ser puesto en libertad, Powell, obsesionado por apoderarse del botín, va al pueblo de Harper, enamora a su viuda y se casa con ella.

Inquietante e hipnótica película que supone uno de los primeros y más brillantes thrillers psicológicos de la historia del cine.

Una perversa historia dirigida con mano maestra por Charles Laughton, que no volvió a dirigir de nuevo, debido al escaso éxito de esta película (qué cosas). Ahora, sesenta años después, aún seguimos admirándonos del poderío visual y onírico de cada una de sus secuencias.

La historia está contada desde el punto de vista de los niños, donde los malos son muy malos y los buenos, muy buenos. 

Veladamente se nos cuela la visión del director: el paso del tiempo nos convierte en viejos obsesionados por el dinero, el sexo y el perdón de los pecados.

Se desarrolla en el contexto de una sociedad pobre, machista, de fuertes valores y extremadamente creyente, por lo que Powell, el predicador, irá ganándose adeptos con sus sermones cristianos y su aparente bondad.

Se critica el fanatismo religioso, y a los falsos profetas charlatanes que nos embaucan con su verbo fácil, a la vez que se expone la fuerza y claridad moral de los niños frente al inseguro mundo adulto, que les permite ser felices.

También conocemos la Gran Depresión de USA, a través de escenas como la que nos presenta una cola de niños, que esperan a que una buena samaritana les dé de comer una patata.

La película reúne una serie de elementos que contribuyen a crear un clima de inquietud y desasosiego: un personaje malvado y retorcido, crímenes, un trasfondo muy presente de religiosidad caduca y perversa, los juegos de luces y perspectivas, el hecho de ver a unos niños inmersos en un ambiente de intimidación y maltrato psicológico, etc.

Robert Mitchum (Powell) encarna a la perfección el papel de malvado. Inquieta con su presencia. Es un predicador astuto y codicioso sin escrúpulos, que pretende enriquecerse a toda costa.

Haciendo uso de su labia cristiana y de una falsa apariencia de bondad penetra en la familia y se va ganando la confianza de los niños y demás adeptos, mostrandonos los minutos más brillantes del film. 

En resumen, no creo que sea la película más inquietante de la historia del cine, pero su planteamiento visual único supera ampliamente la calidad de un guión bastante plano y con un final un tanto moralista que a mi personalmente no me gusta.  

Es lo que tienen los clásicos antiguos, que hay que saber verlos con los ojos de su época.





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Drácula (1958): El comienzo del gran vampiro




El conde Drácula decide abandonar su castillo de los Cárpatos y establecerse en Occidente. Pronto conoce a una joven de quien se enamora y a la que visita por las noches. Esta alarmante situación hace que la familia de la chica busque la ayuda del doctor Van Helsing. 

Fueron los ingleses que bajo el sello de la productora Hammer, especializada en el género del terror y el fantástico que manufacturó títulos afines durante más de treinta años, renovaron el ya consolidado mito del Conde Drácula.

En esta ocasión, su importancia radica en que da comienzo a la carrera del actor Cristopher Lee en el género de terror y vampírico, que establecerá un nuevo estilo dentro del cine norteamericano.

A día de hoy, con las nuevas propuestas en el género, no pasa de ser una suerte de souvenir vampírico. 

Lo mejor de la función, así como en el resto de sus histriónicas secuelas, es la presencia del carismático Christopher Lee, el Drácula oficial para muchos cinéfilos.

En esta cinta, como en todas las que se aborda la historia del sediento y amargado conde, el símil con la magnífica e intemporal obra de Stocker, queda relegado a los apuntes más básicos. 

La acción y la forma de introducir al espectador dentro de la película, es el efecto de la sorprendente y rápida aparición de Drácula como "monstruo", puesto que en otras adaptaciones esta aparición se caracteriza por darle un misterio a la propia forma de este.

Siempre quedará éste Drácula inmortalizado por un Christopher Lee convincente, diplomático, muy inglés, que con su gesticulación y su penetrante mirada, mezcló la libido con la depredación. Sería el papel que le haría inmortal (curiosa paradoja cinematográfica), y que repetiría hasta la saciedad en años sucesivos.

Su rival humano Van Helsing, es encarnado por el también inolvidable Peter Cushing. Ambos actores se batieron a duelo en muchas películas posteriores.

Como curiosidad, destacar que Christopher Lee no tuvo tanta protagonismo en ésta primera incursión sobre su recordado personaje y de hecho, no volverían a contar con él hasta  “Drácula, Príncipe de las Tinieblas” (Dracula, Prince of Darkness, 1966), tal vez la más popular de todas en que Lee se ha metido bajo la capa del vampiro más conocido de todos los tiempos.

La conocidísima obra de Bram Stoker ha dado lugar a infinidad de lecturas cinematográficas, la mayoría de ellas sumamente desafortunadas.

La que nos ocupa se ajusta más, creo, al espíritu goticista del original literario que, pongamos por caso, la fantasmagoría barroquizante que le dedicara Francis Ford Coppola en los noventa.

En cualquier caso, este "Drácula" de la Hammer es recomendable a pesar de su vejez; y su humildad e ingenuidad simpática no oculta una calidad y una pasión por el género, tan enormes como admirables.


Mención aparte para el gigante- en todos los sentidos- Christopher Lee, quien no sólo pone colmillos y su rostro inconfundible al inmortal personaje, sino que renueva el arquetipo hasta nuestros días.




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Con la muerte en los talones (1959): Intriga cómica.




Debido a un malentendido, a Roger O. Thornhill, un ejecutivo del mundo de la publicidad, unos espías lo confunden con un agente del gobierno llamado George Kaplan. Secuestrado por tres individuos y llevado a una mansión en la que es interrogado, consigue huir antes de que lo maten. Cuando al día siguiente regresa a la casa acompañado de la policía, no hay rastro de las personas que había descrito. 

La consideración de obra maestra, de la que goza en la actualidad “Con la muerte en los talones” no proviene ni mucho menos, del momento de su estreno. Le ha ocurrido a casi todas las grandes obras del cine, han ido creciendo a medida que nuevas generaciones las han descubierto.

Para muchos “Con la muerte en los talones” les puede causar asombro respecto al cine del director británico, más dado a la intriga y el asesinato. 

Pero cualquiera que se haya molestado un poco en leer algo acerca de su personalidad, sabrá que era un hombre con un tremendo sentido del humor y dispuesto siempre a gastar una broma. Que se lo pregunten a las actrices que trabajaron a su cargo.

Con dicha película Hitchcock consigue contentar a más espectadores, aquellos que buscan una comedia, una intriga que enganche y una parte romántica. 

La película plantea una situación muy hitchcockiana: un equívoco de identidad; un ciudadano corriente que es extraído de su realidad cotidiana. 

La historia mantiene un ritmo frenético desde el principio hasta el final, mezclando tensión y humor casi a partes iguales desde el principio hasta el final. 

La película está protagonizada por Cary Grant en una de sus más recordadas interpretaciones y en su última colaboración para Hitchcock. El gran actor interpreta a Thornhill/Kaplan con gran acierto y elegancia, demostrando su talla como interprete. Sólo Hitchcock supo sacarle ese lado oscuro, que no había podido desplegar en sus comedias y que demostrara otros registros.

La actriz en esta ocasión es Eva Marie Saint, recordada por "La ley del silencio", y que vuelve a ser una de esas rubias platino tan propias en el cine de Hitchcock, como Kim Novak o Grace Kelly en su papel de femme fatal. 

La actriz interpreta a Eve Kendall, una mujer con algún que otro secreto y enamorada de Thornhill.

Los antagonistas están interpretados con gran solvencia por un fantástico y calculador James Mason y por un jovencísimo Martin Landau con una cara de la que sólo pueden salir interpretados personajes perversos.

Como en todas las películas de Hitchcock hay algunas escenas metidas con calzador, más fruto del capricho del maestro que del lógico transcurso de la cinta; pero es mejor dejarse llevar y creer que todo tiene su sentido y está ahí por un motivo.

Hitchcock va jugando sus cartas, dejando que las veamos sin mayores reservas y es este conocimiento el que, precisamente, va construyendo un interesante suspense, al tiempo que nos sentimos identificados con el confundido protagonista, quien pronto va a demostrar que sabe de supervivencia, como el más avispado héroe.


Solo Hitchcock podía conseguir entretener con una película así: con acción, peligro e intriga, pero también romanticismo, y mucho humor.




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