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Hijos de los hombres (2006): Un posible futuro desolador




Año 2027: el ser humano está al borde de la extinción: los hombres han perdido la capacidad de procrear y se ignora por qué razon todas las mujeres del planeta se han vuelto estériles. Al mismo tiempo, el mundo se estremece cuando muere un muchacho de 18 años, la persona más joven de la Tierra. Se vive, pues, una situación de caos galopante.

Soberbio thriller futurista del cineasta Alfonso Cuarón, el cual es, sin duda, su mejor film hasta la fecha. Ahora bien, decir que "Hijos de los hombres" es únicamente una película de ciencia ficción no sólo es quedarse corto, sino que sería faltar a la realidad, pues esta producción es una durísima crítica al género humano, de forma que intenta que todos nos paremos a pensar hacia dónde va, ahora mismo, nuestro mundo. 

Basada en una novela de P.D. James, el director Alfonso Cuarón nos obliga a reflexionar sobre asuntos tan candentes como el terrorismo, la inmigración y la ecología; en una historia ambientada en una Inglaterra del futuro, donde la humanidad ha perdido la capacidad de engendrar su propia descendencia. 

En un mundo caótico, el gobierno británico mantiene hacinados, de forma similar al holocausto nazi, a los inmigrantes extranjeros, con un total desprecio por la raza humana, lo cual hace pensar a algunos de los protagonistas, que realmente el mundo está recibiendo lo que merece. 

Ahí aparece el personaje de Clive Owen, en una estupenda interpretación de un hombre desolado por la muerte de su hijo, encarnando al típico antihéroe que ya había abandonado toda posibilidad de redención. 

Otro papel a destacar es el del genial Michael Caine, con el rol de un idealista a lo John Lennon, que ya está un poco de vuelta de todo. En su devenir por el deteriorado planeta, encontrarán un milagro: una chica embarazada tras 18 años sin un sólo nacimiento. 

El guión es pausado, como requiere una trama que se va desvelando poco a poco, con personajes bien definidos y narrando una buena historia que conforme avanza el metraje te va enganchando, intercalando momentos crudísimos con algún que otro toque de humor, para relajar la tensión. 

La ambientación es espectacular, con increíbles escenarios, algunos de ellos semejantes a la Varsovia de la Segunda Guerra Mundial. 

Pero lo mejor del film es que, tras sacar a relucir todas las miserias de las que somos capaces, nos deja un halo de esperanza, una última posibilidad de encontrar lo mejor que hay en cada uno. 

Pero la gran pregunta que se le queda al espectador después de ver la película, es muy clara: ¿de verdad describe el director un mundo ficticio, o simplemente se limita a añadir algo más a una realidad ya existente? Es esto lo que origina esa sensación de malestar en el espectador; la creencia de que ese mundo apocalíptico que nos describe Cuarón está muy próximo a la realidad.

Sería un error, para el buen cinéfilo, dejar escapar la oportunidad de verla en la gran pantalla.





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